Pobrecito cerdo

 

A hoy, el gobierno del encargado a la presidencia, Iván Duque, enfrenta dos graves escándalos: uno por su artbesca —es decir, desastrosa por donde se mire—, gestión del acceso a las vacunas contra el coronavirus; otro por la amenaza de que en los Estados Unidos se comenzará a investigar el apoyo del artbesco —es decir, desastroso por donde se mire—, Centro Democrático a los seguidores de Donald Trump. Sin embargo, aquí estamos para distraernos:

El 11 de octubre de 2018, Diego Duvan Carrillo comentó un trino que le daba la bienvenida el 7 de agosto de ese año a Iván Duque como coime de Álvaro Uribe Vélez en la presidencia en los siguientes términos:

Meses más tarde, mientras redifundía una denuncia que apareciera publicada en el perfil de twitter de Inti Asprilla, Carrillo recordaba que la Fiscalía General de la Nación había decidido abrirle un expediente por el trino de octubre. El 7 de mayo de 2020, comentó una entrevista que concediera Duque, retomando su encuentro con esa entidad.

A partir de esa fecha, los posts donde Carrillo revisitaba el hecho comenzaron a repetirse: dos el 20 de mayo, uno el 22 y otro el 30 de mayo, uno el 7 y otro el 29 de junio. Para el 2 de julio, se refirió a que podría recibir una pena de cárcel de doce años por hablar del mayordomo de Palacio y de lechona. Veintiocho días más tarde volvía al tema, el 4 de agosto iteraba y el 23 de octubre señalaba que había una clara desproporción entre el despliegue institucional de la Fiscalía en su contra y lo hecho por ese ente respecto a la masacre sistemática de antiuribistas que ha caracterizado a este gobierno. Para el 28 de noviembre regresó a sus opiniones sobre la anatomía de Duque y los marranos, mientras pedía asesoría jurídica bajo el hashtag #AntiUribistaSigueAntiuribista.

El 10 de enero de este año circuló una noticia según la cual Carrillo había sido notificado por parte de la Fiscalía General de la Nación de que el 12 de ese mes sería realizada una diligencia en la cual se le aplicaría medida de aseguramiento por el delito de instigación a delinquir. Según afirmaron diferentes medios y el propio Carrillo, todo giraba alrededor de un trino suyo donde aparecía la expresión «ojalá maten a ese cerdo», aludiendo al voluminoso Duque en medio de una conversación sobre economía naranja.

En la mañana del 12 de enero, la Fiscalía aplazó el procedimiento.

 

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Este hecho, que bien podría ser otra anécdota en la «Historia de la iInfamia de la Fiscalía General de la Nación durante el uribato», no deja de llamar la atención al plantear su parecido con un hecho sucedido once años atrás, cuando el presidente-presidente estaba por tomarse un descansito en su ciclo de casi dos décadas al frente del país.

En 2009 el estudiante de artes plásticas en la Universidad Jorge Tadeo Lozano, Nicolás Castro Plested, fue acusado de urdir una conspiración para asesinar a tu próximo presidente, Jerónimo Uribe, mediante la creación de un grupo en la Red de Redes con el nombre de «Me comprometo a matar a Jerónimo Uribe, hijo de Álvaro Uribe». Como no podía ser menos, quien en ese entonces fungía como aspirante a adulto, se sacaba fotos mandando piquitos y vendía manillas de calidad despreciable, se sintió agobiado. Asumió que su vida estaba en peligro y, como cualquier sindicalista colombiano, pidió ayuda a la mayor empresa de vigilancia del Estado. Por supuesto que en la Fiscalía General de la Nación y el extinto Departamento Administrativo de Seguridad, tomaron atenta nota de su denuncia y procedieron a extirpar al señalado.

Según destacaba el periodista Carlos Cortés en su artículo «Crónica del falso positivo de Facebook en nueve episodios», a Castro se le sometió a interrogatorio irregular, manipulación de contactos con la embajada de Estados Unidos para incriminarlo —aún más— y fue víctima de fabricación de pruebas. De este modo y al contrario de cualquier sindicalista colombiano, la institucionalidad se puso a órdenes del pimpollo de presidente  para formalizar una juiciosa acusación por instigación al delito. Por su parte, el periodismo presidencialista aderezaba el asunto con el sensacionalismo necesario. Finalmente, Castro fue condenado en medio de una causa repleta de irregularidades y al quedar libre, como cualquier sindicalista colombiano, debió exiliarse.

 

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Además de que sus apellidos comiencen por «Ca», los casos de Castro y Carrillo se relacionan en varios elementos:

1.- Ambos carecen de suficiente material probatorio: mientras a Castro jamás se le probó haber estimulado ninguna acción en contra de tu próximo presidente, cuando se rastrea el perfil de twitter de Carrillo no aparecen ni la expresión específica por la cual se le acusa, ni el debate en torno a la economía naranja en el cual se dijo que había sido expuesta.

2.- En ambos casos hay una extraña relación con la práctica artística: mientras en el primero se imputó a un estudiante de artes, en el segundo se creó una narrativa que sacó a relucir la incomprensible pero eficacísima cortina de humo atrapapendejos de la economía naranja.

3.- En ambos casos, se sugiere la finalización inducida de los días en este planeta para dos subordinados del presidente-presidente.

4.- Ambos acusados son hombres jóvenes.

Dejando de lado que el tema posee una penosa carga de afán de figuración (Carrillo: exhibiendo a niveles mántricos su contacto con la Fiscalía; Augusto Ocampo, su abogado, moviendo su perfil en redes sociales actuando de buen samaritano; la Fiscalía General de la Nación, recordándole a todo aquel que quiera saberlo que cuando las cosas le vayan mal al presidente encargado de turno ella está aquí para cumplir funciones de policía política y nada más), lo que resulta de interés es la puesta en marcha de la reconocida práctica gobiernista de censurar contradictores inventándoles acusaciones. Y nebulosos vínculos con el arte.

Si bien es sabido que la actual franquicia de la presidencia le tiene pavor a las imágenes de cerdos humanizados (baste recordar el allanamiento que sufriera la revista Cartel Urbano ad portas del Paro del 21 de noviembre de 2019, por haber exhibido la pancarta donde se comparaba a un pobrecito cerdo con Duque para las fechas en que el coime inauguraba un edificio de apartamentos en el malogrado barrio de San Felipe), la cercanía metodológica entre los casos de Castro y Carrillo revela un procedimiento por etapas.

Como durante el uribato la aplicación de justicia terminó convertida en un mecanismo de propaganda, algunos de los investigadores mejor cualificados de los organismos de control dedican lo mas selecto de su tiempo a perseguir personas que opinen en internet. Por ello emplean lo mejor de los recursos de organismos como la Fiscalía General de la Nación para perseguir a personas jóvenes que hablen de la desgraciada gestión de la desgracia de presidencia que tienen en su momento.

De este modo, mientras a Nicolás Castro se le atacaba para prejuzgárselo rigurosamente en  la prensa generalista, a Diego Carrillo lo pusieron en bajo, a la espera de cómo se resuelve el mierdero de las vacunas para el gobierno: si el asunto sale como toca —o sea, mal— al hombre lo condenarán con la bulla necesaria. Es decir, entre Castro y Carrillo media un claro interés por crear una tendencia de opinión favorable al presidente-presidente a través el consabido recurso de la condena ejemplarizante.

Por ahora, en el asunto de Carrillo estamos en la parte donde la prensa empieza a intervenir. Quedan faltando el linchamiento y la formalización de la acusación. Ya el hombre  está cargando la condena social derivada de una acusación sin bases reales.

PD: hasta el momento, se sabe que Iván Duque es humano, habrá que ver si la fiscalía demuestra lo contrario y que, efectivamente, Diego Duvan Carrillo habló de él en específico. ¡Se hará justicia (con los pobrecitos cerdos)!

 

ACTUALIZACION: Según comenta Nicolás Castro Plested, es necesario hacer varias precisiones sobre su caso, para no revictimizarlo:

1.- A él se le acusó inicialmente de Instigación a delinquir con agravante en homicidio y fines terroristas.
2.- Como se trataba de un delito con dos agravantes, por incluir el de terrorismo Castro enfrentó a jueces también especializados en antiterrorismo cuyo accionar es más drástico.
3.- Según añade Castro «el uribismo buscó revestir el caso con la mayor gravedad posible, para asegurarse de generar la cortina de humo que necesitaban. Por otro lado, yo JAMÁS he sido condenado, fui absuelto en las dos instancias donde se discutió y juzgó mi caso y, además, el Estado colombiano está condenado por lo que me hicieron (un falso positivo judicial virtual), pero al día de hoy no he recibido una reparación acorde.»
4.- A petición de Castro, aclaramos que él no fue el autor de esas amenazas, que a él lo perfilaron por antiuribista, por tener una postura política de izquierda y por haber visitado el grupo de Facebook en donde se enunciaban las amenazas, por lo que su perfil personal quedó vinculado a dicho grupo.
Guillermo Vanegas
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