Boronas Frenéticas. Aceleracionismo sincero XI, Gabriel Alberto Garzón en Más Allá

Artefacto 1

 

 

Esta curaduría es pura decantación. Cuando era más joven, su autor, el artista Gabriel Alberto Garzón dictó una conferencia en Espacio Odeón bajo el significativo título de «Did I save this Picture or did this picture saved me?» Lo hizo el 7 de noviembre de 2018, operando bajo un modelo híbrido entre pedagogía y crítica institucional: la dictaba en un centro de arte contemporáneo, se concentraba en memes (tema que para la época parecía ser el summum del mestizaje entre producción visual y opinión pública).

Y para hacerlo recurría a la que denominó «arqueología “memera”», una indagación sobre la historia y modos de uso de ese proceso visual, que no dudaba en cruzar con el manifiesto transitorio que fueron las Rules of the Internet de 2006. De hecho, de aquellas 65 regulaciones escogió la 21 («el contenido original solo es original por unos segundos antes de volverse viejo») y la 22 («copiar y pegar esta hecho para arruinar cada trozo de originalidad»), buscando subrayar la relación entre hacer imagen en medio del/para el/desde el/contra el ecosistema digital y la retórica más belicosa de las vanguardias históricas. Un poco recordando el célebre «Who Makes the Nazis?» de Sven Lutticken.

Tres años más tarde, Garzón sigue combinando las derivas formalista y sociopolítica de las reglas 21 y 22, para proponer una ética consecuencialista del uso de Internet. Sólo que ahora pregunta «¿qué efecto ha producido el eterno corte-y-pegue-de-fragmentos-de-información sobre asuntos como la búsqueda de la verdad, la obtención de la originalidad, la relativización del saber?»

 

El 7 de julio de este año coincidimos con Garzón para iluminar su serie Artefactos con el Diario de múltiples saltos entre hipervínculos, de la curadora Doreen Ríos. Comprendiendo que la elaboración de las pinturas había seguido una rigurosa ordenación cronológica,  hablamos sobre la clase de contacto —o contactos— que el artista fue teniendo con las imágenes a medida que las iba construyendo: si para realizarlas había acudido a algo más que el material obtenido de su navegación en la red, si había acudido a recursos filosóficos o emocionales. Así mismo, queríamos afianzar el análisis que ha producido sobre la noción misma de interacción tras largos años de experiencia en la red y cómo valoraba los encuentros digitales entre humano(s) y humano(s), humano(s) y máquina(s) o máquina(s) con máquina(s). Si conocía el trabalenguas del expresidente español Mariano Rajoy sobre el tema, o si notaba que como resultado de esos contactos prolongados el universo mismo de la representación visual tradicional había sido alterado.

Inicialmente, Garzón destacó que, dentro de Internet, todo artista opera como carroñero. Sobre todo porque seguir hipervínculos implica la combinación de lo intuitivo con lo fortuito para desencadenar más acciones de navegación («¿¡qué hace ese personaje de Pokémon vendiéndome seguidores de Instagram cuando estaba buscando la receta de una bandeja paisa vegetariana!? ¡Quiero uno!»); porque en ese tipo de elecciones los imperativos son la aleatoriedad y la emotividad, o mejor, la emotividad aleatoria («¡¡¡¡¡qué lindo personaje de Pokémon!!!!! Me ofende, ;( » ); y por qué siempre queremos asumir que esos encuentros son imprevistos-descubrimientos-afortunados, más que resultados perfectamente medibles de nuestras propias reacciones. De ahí que titulara al conjunto de pinturas que ahora exhibe en Más Allá como Artefactos, para subrayar la artificialidad de todo estímulo auditivo o visual en la red, para suprimir su divertida pero siempre aparente espontaneidad.

Continuando por esa ruta y sin limitarse al reclamo ecofriendly, afirma que el proceso mismo de usar Internet suele darse de modo energéticamente impune. Quien navega no calcula el gasto de su actividad y extiende esa lógica a asumir que las imágenes que visita carecen de peso. De hecho, es por esa razón que los cuadros compositivos que conforman cada una de las pinturas están claramente delimitados y, en algunos casos, integrados en planos de un sólo color: Garzón le recuerda a ese usuario amante de la levedad pixelar que, por el contrario, toda imagen y sonido que enfrenta están en algún lugar físico del mundo físico y que el hecho mismo de su compresión obedece a mandatos de ahorro de espacio. Como en el cristianismo: la tal nube no existe.

Respecto a las transformaciones epistemológicas del uso de la red, el artista ha venido encontrando un extraño fenómeno de debilitamiento del índice. En breve: Garzón nota que a medida que envejecen quienes usan Internet van perdiendo interés, por lo que deciden recuperar la atención reemplazando señales visuales con signos incoherentes. Más en breve: que utilizando Facebook como red gerontológica, se ha venido  vinculando a grupos dedicados a lo que sea y ha detectado que mezclan imágenes absurdas para causar fricción. Una variación de la mendicidad: pedir limosna —o recomendaciones, que terminan siendo limosna— añadiendo un meme random y terminar con la frase «Imagen no relacionada para llamar la atención».

 

Artefacto 2

 

Viendo esta situación desde una atalaya ortodoxa, el panorama pareciera descorazonador. Pero eso sólo para los espíritus ultraconservadores que adoran —en todas las acepciones del término— maquillar su estupidez con pereza. Todo lo contrario, la cuestión aquí es que al preguntarse por el repertorio de imágenes que componen los cinco Artefactos de Garzón, no sirve de mucho aplicar los clichés iconológicos o incluso, re-re-re-manosear al pobre Aby Warburg para re-re-re-lanzar la pregunta sobre la forma en que la gente mira —y se mira— cuando utiliza la red. ¿Realmente observa su proceso de navegación y las transformaciones actitudinales que adquiere a medida que se acostumbra a las retóricas audiovisuales, los protocolos de manejo del tiempo, la pulsión por monetizarlo absolutamente todo que le asalta/aparece cada vez que se conecta? ¿Entiende que el hecho mismo de ingresar a Internet para buscar información es más que todo distracción performada? ¿Cómo asume el complejo de culpa que le embarga luego de aprender lo que significa procrastinar y de calcular los meses que ha dedicado a tan encomiable labor? Es más, recuperando el lente de la impunidad energética, ¿cómo asume el complejo de culpa que le embarga etc… al medir la huella de carbono de su procrastinación?

O, como de lo que se está hablando es de imágenes, cómo se interpreta el resultado de todas estas preguntas cuando se estudia el historial de navegación de un estudiante de artes promedio y se comprueba que almacena más memes del infausto presentador colombiano Jota Mario Valencia (Q. E. P. D.), que PDFs de artículos sobre Aby Warburg. Es decir, ¿con qué unidad de medida se puede medir el absurdo como dispositivo comunicativo dentro de Internet? ¿Existe o habrá que crearla?

 

*La versión dialogada de este texto puede consultarse aquí.

 

 

Gabriel Alberto Garzón

Boronas Frenéticas (curaduría: Guillermo Vanegas)

Más Allá

27 de agosto- 30 de septiembre, 2021

Bogotá

 

 

 

Guillermo Vanegas
Guillermo Vanegas on FacebookGuillermo Vanegas on Instagram