Soy trabajador del Museo de Arte de Filadelfia y por esto estamos en huelga* **

 

Fotografía: Tim Tiebout

 

*Traducción: Guillermo Vanegas 

** Tomado de Hyperallergic. 

En una de las últimas plenarias del equipo de trabajo del Museo de Arte de Filadelfia (PMA, por sus siglas en inglés), el 27 de octubre de 2021, un compañero se cuestionaba durante la ronda de preguntas y respuestas: ¿Al museo le importa el número de personas despedidas? ¿Van a tomar algún tipo de medida para retener al equipo? 

Bill Petersen —en ese entonces Consejero General del Museo, ahora Director Ejecutivo— replicaba, en resumen, que si bien el Museo lamentaba los despidos la gente era libre de irse cuando quisiera. Estaba claro: quédate o lárgate, no nos importa. Según recuerdo, desde entonces no hemos vuelto a tener una plenaria.

Hemos estado perdiendo personal durante meses, y si bien esto ya venía sucediendo desde antes de la plenaria de otoño de 2021, no ha dejado de empeorar. Tenemos una hemorragia de colegas talentosos a causa de la pésima paga del museo, los pobres beneficios y la falta de desarrollo profesional y de oportunidades de promoción. No se siente como si estuviéramos trabajando en el principal museo de la ciudad. No poseemos personal suficiente para funcionar normalmente. Carecemos de archivista, de un especialista en derechos de reproducción de imagen, de un administrador de las bases de datos de las colecciones. Solo tenemos un conservador de papel, un preparador y un oficial de prensa.  Cada persona que se queda trata de cubrir el trabajo de dos o tres que se fueron. Tarde o temprano, el personal que es promovido entiende que su antiguo puesto quedó descubierto. Roles que eran permanentes, como los asistentes administrativos, se han vuelto temporales, convirtiendo trabajos estables en inestables, forzando a la institución a constantes e innecesarios ciclos de recontratación.

Por años, a los administradores de museo les ha encantado alardear de que éramos capaces de hacer más con menos, pensando quizás que eso era una demostración de orgullo en vez de ser la señal de que había algo profundamente roto en nuestro querido museo. 

No recuerdo la primera conversación que tuve respecto a la sindicalización del PMA, pero sí se que susurrábamos, nerviosos, pensando que alguien nos hubiera escuchado, y a la vez felices que de quizá pudiéramos ser capaces de hacer cambios positivos dentro de la institución en que trabajamos y por la que nos preocupamos profundamente. Eso fue antes de la publicación de la Art Museum Salary Transparency Spreadsheet de junio de 2019 (1), antes de que el museo se hubiera visto sacudido por dos grandes escándalos relacionados con su administración en enero y febrero de 2020.(2) Eso fue antes de la pandemia de COVID-19 y antes de que el museo despidiera a 85 de mis colegas y otros 42 firmaran sus renuncias voluntarias. 

Ganamos las votaciones para sindicalizarnos en agosto de 2020 con un 89% y desde entonces hemos estado luchando por un contrato. El 30 de agosto de 2022 votamos para iniciar una huelga, obteniendo un 99% de aprobación para la iniciativa. Después de nuestra huelga de advertencia de un día (el 16 de septiembre), pensábamos que el museo estaría listo para trabajar con nosotros, pero, como en muchas partes de este proceso, estábamos equivocados. Entramos a huelga el 26 de septiembre.

Este es el primer sindicato de que hago parte y, realmente, no sé muy bien qué esperar de las negociaciones Sabía que era mejor no esperar balas de plata, que un contrato no es una varita mágica que solucionara todos los problemas de la institución. Pero esperaba, y continúo esperando, algún progreso: por el reconocimiento de haber trabajado más de tres años sin aumento, por el reconocimiento del personal de larga duración, por la reducción de los costos de atención médica, por los esfuerzos para incrementar los salarios sistemáticamente  bajos. 

Mientras las negociaciones se prolongan, la administración del museo ha dejado en claro que no tiene ningún interés en reunirse con el sindicato, ni siquiera a mitad de camino. Tomó dos años de negociaciones conseguir que el museo accediera a proveer cuatro semanas de licencia paterna remunerada —pero, hasta ahora, han ofrecido cero. Sin embargo, es exactamente este progreso el que me permite reconocer que vamos por el camino correcto. 

Nuestra lucha para sindicalizarnos y conseguir un contrato justo ha puesto los reflectores sobre un problema que asola a muchos museos: el precipicio que separa los valores e intereses de juntas directivas y equipos de trabajo. En el PMA, la Junta y el personal están completamente aislados. Hemos solicitado que uno de nuestros representantes haga parte de las reuniones de la junta para incrementar la comunicación, pero esta solicitud ha sido rechazada. La junta no tiene ni idea de lo que la mayoría de nosotros hacemos y como muy pocos de ellos poseen experiencia trabajando en museos,(3) ignoran lo que significa llevar adelante una entidad como estas. Así, les resulta bastante sencillo respaldar un plan de expansión de U$ 233 millones mientras rechazan la petición del sindicato de aumentar el salario mínimo de U$ 15 a U$16,75 por hora.

Lo que queda claro es que mientras marchamos juntos bajo la lluvia y el viento, luego de que el museo rehusara hacerse presente en nuestra sesión de negociación del 30 de septiembre, es que ha dejado de tratarse de una disputa racional entre ellos y las propuestas del sindicato. Se ha convertido en un asunto de ego y de orgullo para su dirección  y su junta directiva. 

Sólo en los últimos días, en vez de reunirse para resolver los problemas más acuciantes, la administración demostró estar dispuesta a poner en riesgo la integridad misma del museo como una institución pública de arte. Al traer y pagar —quién sabe a qué costo— trabajadores  independientes para la instalación de obras para una próxima exposición, la administración no sólo traicionó la confianza de nuestros colegas e instituciones hermanas sino que, literalmente, dejó en la calle a su propio personal. 

Día tras día me he maravillado con los actos de amistad, cuidado comunitario y  solidaridad que hemos forjado a las puertas del museo. Así es como el trabajo en el museo luce mejor: vibrante, creativo y receptivo. A tono con las personas que hacen que la institución trabaje y con las comunidades a quienes tiene que servir. Cada carro que pita para apoyarnos y cada visitante curioso que se detiene para hablarnos nos recuerda por qué amamos nuestro trabajo. Para garantizar el contrato que merecemos, la gerencia del museo debería admitir que ha estado errada respecto al sindicato. No somos un pequeño grupo de empleados descontentos.  Somos el personal inteligente, talentoso y dedicado que hace que la institución funcione y estamos apoyados por el público para el que museo trabaja para servir. La administración debe admitir que está completamente desconectada de su personal y de sus condiciones laborales.

Luchamos por nosotros y por los estándares de trabajo que nos merecemos, pero también luchamos por el corazón y el futuro de la institución. 

Sabemos mejor que nadie que para que nuestro museo prospere tiene que valorar y apoyar a sus empleados. 

 

Notas 

1.- Básicamente, una hoja de excel donde se listaban los honorarios de distintos tipos de funcionarios de museos en los Estados Unidos. Puede consultarse aquí. Y debería empezar a pensarse en una para nuestra adorada Colombia linda. [N. d. T.] 

2.- El primero tuvo que ver con la salida de Joshua Helmer, bajo acusaciones de acoso sexual sostenido contra el personal femenino de ambas entidades , el otro con James Cincotta, director de ventas del PMA que había tomado por costumbre golpear, dar cachetadas, empujar, agarrar y humillar verbalmente a los trabajadores. [N. d.T.]

3.- O de trabajar en cualquier cosa, la verdad. [N. d. T.]

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