Saludos*

Alejandra Sarria (ArtBo: 2013-2016; Odeón: 2016-2022), fue nombrada por el ministro Correa para reemplazar en la dirección del Área de Artes Visuales del Ministerio de las Culturas al infraleve Andrés García La Rota. Sobre este último hay que decir que si bien (mejor dicho, menos mal) no concentró la gestión del Área a su alrededor, retomó contacto con personas del campo que le huían (huíamos) a cualquier tipo de intercambio con ese ente, acompañó —a veces— la realización de encuentros con artistas visuales en Zonas de Frontera y alcanzó a llegar a la presentación de la maqueta del monumento a las víctimas masacradas por la limpieza social tomberil del uribato. Pero también, que se extravió en la interinidad sufrida por el Ministerio, se dedicó a no contestar, se inventó una convocatoria flash de curaduría flash para curadurías flash y, como político en campaña, perdía tiempo a fondo pensando ocurrencias ¿La de poner espacios para arte contemporáneo en bienes incautados a narcos? Épica.

Volviendo a Sarria. Llega a una oficina con pendientes enormes: sacar adelante el monumento de Soacha y el de la firma del tratado de paz con las FARC en La Habana; la redacción-pedaleo de una Ley de las Artes que le sirva al campo; la reactivación, reforma o destrucción (¿Andrés Gaitán, sigues ahí?) del Salón Nacional de Artistas; la adecuación de los Regionales a la imparable profesionalización del campo; la regularización contractual de los funcionarios del Área dentro del Ministerio; y la transformación del Área de Artes en Grupo dentro del organigrama del Ministerio —labor que exige amplia experiencia en administración pública.

Seis asuntillos que le quitarían el sueño a cualquiera, pero no a ella. Sobre todo si se tiene en cuenta su actividad en diferentes áreas del espacio Odeón: básicamente acompañó su metamorfosis de espacio que movía arte contemporáneo a sede de sinceros encuentros comunitarios. Qué mejor experiencia para configurar un modelo de trabajo donde la economía popular es eje principal.

Sobre los monumentos. Tanto el de La Habana como el de Soacha penden de un hilo. El primero, por odio y asco uribista; el segundo, por haber pasado la fase de ideación para enfrentar la siempre convulsa de licitación (ojalá no lo terminen construyendo gratis, me imagino, especuladores inmobiliarios acusados de lavado de activos). Buenísimo si entre sus acciones, Sarria da a conocer el nivel de avance de ambas iniciativas, los acuerdos intergubernamentales que fortalecerán la realización del primero y los estudios de factibilidad del segundo. Mejor si esta información viene acompañada de cronogramas, para saber si el cierre del mandato de Francia y Gustavo coincidirá con su inauguración ¡Una hermosa despedida!

Sobre la Ley de las Artes. El campo artístico colombiano aún no ha superado el embate de la economía naranja y con esa desgracia, la de la pandemia. Ambas calamidades todavía lastran su operatividad. Además, todo se encareció y las convocatorias no alcanzan. Como han insistido varios gestores de base, parte del trabajo de la dama aquí podría ser el de entender cómo dirigir todo el presupuesto que recibirá para convencer en serio a los artistas de que SÍ son —en realidad, SIEMPRE lo han sido—, generadores de riqueza. Construirle pertinencia a la oficina a su cargo —que hace tiempo (y más después de la trágica muerte de Viky Bennedeti) se perdió.

Donde lo tendrá bien difícil será por el lado de los intermediarios. Para entendernos: esa secta adicta al lobby tipo clubsito-inauguracioncita es absolutamente refractaria a cualquier modalidad de formalización y sus miembros entienden que pagar impuestos es algo que sólo hacen (hacemos) los idiotas útiles. De ahí que se sepa a voz en cuello que será en eventos sociales donde Sarria sufrirá el asedio cabildero de ellos. Que lo harán de frente y con el objetivo de eludir su caracterización y/o declarar —al fin— el volumen real de sus movimientos financieros. Sin embargo, también es por ahí por donde ella podrá demostrar su estatura civil: oportunidad de oro para que personas como yo —al fin— sepamos cuántos son y cuánto lavan los marchantes del secundario en el país, al tiempo que se utilice esa información para diseñar una tasa de tributación que estructure un Fondo para las Artes capaz de reforzar el desvaído Portafolio de Estímulos para Artes Visuales del Ministerio. Para que proyectos más ambiciosos, a más de un año y mejor pagados —mejor dicho, donde el artista sí gane— no dependan del palabreo opaco y cuya financiación resida en la venta (legal) y el consumo (legal) de arte.

Modelos como éste los hay dentro del mismo Ministerio. Sin ir más lejos, las leyes del cine y del espectáculo podrían dar los lineamientos para regularizar un sector discolín que ha visto que puede seguir como la república independiente de Lavadolandia, porque toooodos los funcionarios que han precedido a Sarria en el Área no han querido definirlo, medirlo y controlarlo.

Sobre los salones. Está escrito sobre piedra (muñeca): única y exclusivamente Jaime Salón los organizará y única y exclusivamente la Fundación Arteria diseñará las cláusulas de confidencialidad contra los mediadores de sala. Pero la cuestión aquí apunta a algo más. Tomados en serio, ambos eventos deben repensarse para saber en qué estado se encuentran o si ya es hora de darles muerte —ya que el Área terminó dejándolos reemplazar por la feriecita chimba que menos vende arte de Bogotá.

Cabe pensar en que no será un drama el que Sarria negocie con Salón las condiciones para planear los salones, tratando de hacerle entender:

-Que para no repetir la catástrofe del Salón del Magdalena, mejor sería que no lo hiciera.

-Lo mismo para la fundación Arteria.

-Que la descentralización debe dejar de ser una entelequia de gomelos rolos imaginando territorios desde Chapinero. En decir, que no es mentira la exigencia emitida desde Vicepresidencia para darle verdadera razón de ser al funcionamiento del Estado: imprescindible ir a las regiones, no para quedarse tejiendo palabra 4ever como para aprender las necesidades que enfrentan los practicantes de base más que los intermediarios. Que los funcionarios se unten de pueblo sin gentrificar ollas comunitarias.

-Que en las sedes de los próximos eventos se cuente con estudios de factibilidad que exploren sus posibilidades materiales de existencia en zonas donde quizá lleguen por primera vez y que, de pronto, ni los necesitan.

¿Será que Sarria modifica la lógica perversa del peor modelo Flora Ars-Natura (que impuso la obligación de hacer exposiciones y/o arte tipo bienal a la maldita sea sólo porque el arte contemporáneo colombiano está para prohijar la especulación inmobiliaria en todo el país)? ¿Será posible que invierta en preguntarle a las personas que de verdad trabajan en el campo de base para ver si esos eventos les sirven o los quieren?

Sobre esto último, ella misma ha enfrentado la necesidad de reconducir modelos de trabajo. Cuando estalló la pandemia y estaba en Odeón fue entrevistada por Felipe Sánchez Villarreal, para la página de Canal Trece el 18 de marzo de 2021. En algunas de sus conclusiones se señalaban varios de los puntos repetidos aquí («urge más articulación en los distintos sectores, diversificar las fuentes de ingreso para no morir si se corta el chorro de los apoyos estatales…» (1)), y a ello la dama añadía, en un acápite significativamente titulado «La burocracia colombiana es muy lenta para responder a algo tan rápido como la pandemia», que, en medio de la crisis, la entidad a su cargo optó por «apoyar a otros con lo que recibimos: creamos el Fondo de Apoyo Mutuo para ayudar económicamente a artistas y agentes del sector de las artes plásticas y visuales afectados por la emergencia sanitaria» (2) Es decir, Odeón financió productores de base porque el ministro de cultura de Duque estaba feliz escupiendo artistas.

Sobre la regularización laboral. Dentro de las promesas que hizo el ministro Correa al sindicato de artistas MUTAR el año pasado estaba la de incrementar la presencia de cargos de planta en el Área. Los logros de ese loable ejercicio de respeto laboral serían, por una parte, contribuir a la real construcción de proyectos de vida para los funcionarios —con lo que podrán comprometer aún más la enorme labor que vienen demostrando hacia un campo que respetan demasiado. De otro lado, se podría garantizar continuidad a lo mejor de procesos que han demostrado su eficacia o la planeación no-a-las-patadas de procesos imprescindibles para el campo. Empleados de planta, empleados felices.

Primer microcierre. Un ejemplo regional: cuando trabajé como curador del 44 Salón Nacional de Artistas en Pereira lo primero que hicimos fue zafar a Jaime Salón para pensar con tranquilidad asuntos verdaderamente importantes para el evento (manejo de la infraestructura existente y el trabajo con el público). Aquí la labor de Rosa Angel como Directora Artística resultó fundamental. Nuestra idea no era meterle plata a una que otra exposición de artistas de fuera en distintas locaciones de la ciudad (modo feria), sino llevar al Salón a un público ajeno al campo artístico, hacerlo de la forma más amable y, tras su cierre, evitar que las muestras dejaran a Pereira abandonada en medio de una atroz resaca de contemporaneidad. Para ello consideramos que lo mejor era dialogar con los docentes de las clases de artes y humanidades del sistema educativo del departamento de Risaralda para garantizar presencia humana en los lugares y la continuidad del interés por el arte local. Y vaya que lo logramos: acudió un número importantísimo de estudiantes, supimos de muchísimos trabajos escolares que tocaban temas y/u obras presentadas; hubo incluso quienes se decidieron vocacionalmente. Procesos que dan resultados: verdadera interacción.

Segundo microcierre. Alejandra Sarria, 2021: «… hay una cosa en relación con los indicadores y es que los indicadores siguen siendo los mismos, pero el mundo ya no es el mismo.» Ni el campo artístico, ni sus agentes.

Tercer microcierre. Ojalá Sarria acelere la burocracia del Ministerio.

Cuarto microcierre. Alejandra Sarria 2021: cuando se comunicó con el Ministerio durante la pandemia para exigirle despertar, la dejaron en visto. Ojalá —ya que sabe lo maluco que se siente— no repita ese error (de La Rota).

Notas

1.- Felipe Sánchez Villarreal, «A un año del estallido de la pandemia: cuatro gestores culturales reflexionan sobre la crisis» Canal Trece, 18 de marzo de 2021. Disponible en: https://canaltrece.com.co/noticias/un-ano-del-estallido-de-la-pandemia-cuatro-gestores-culturales-reflexionan-sobre-la-crisis/#google_vignette

2.- Sarria, en Op. cit.

 

*Esta carta de bienvenida se confeccionó luego de varias reuniones con diferentes agentes del campo artístico colombiano, activos a enero de 2024.

 

 

Guillermo Vanegas
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