Ricardo Moreno: Obituario

Ricardo Moreno falleció a sus treinta y nueve años. Su inesperada partida nos tomó por sorpresa, y al hacer un breve recuento de sus días, sorprende encontrar una personalidad dinámica, un ser creativo que fue a la vez, en favor de nuestro débil ecosistema profesional, artista visual y sonoro, performer,  gestor cultural dirigiendo uno de los pocos espacios independientes y de residencias artísticas en el Caribe colombiano,  co-creador y director de un programa de radio arte y entrevistas que testificó la actualidad artística colombiana en los últimos siete años.

Ricardo debutó, por así decirlo, como curador del Salón regional Arte corrosivo, parte de los XX Salones regionales de artistas, una investigación que incluyó a veinte artistas y en la que Alfonso Suárez hizo una de sus últimas versiones de  Visitas y apariciones (una entrevista con el artista en ese momento puede encontrarse en el canal de youtube de El criollo producciones). Como sucede en regiones donde los espacios para el arte son mínimos,  Ricardo fue criticado, más que por la calidad de su trabajo, por el hecho de ser un cachaco que se atrevía a dar su personal interpretación del arte de la región.
A pesar o precisamente por ello, Ricardo decidió mantener el proyecto de residencias artísticas Puerto Contemporáneo, que operó en el período 2013-2020. Situado en La Boquilla, un antiguo pueblo pesquero  afrodescendiente, hoy en día una comunidad racializada, marginalizada y arrinconada por el desarrollo turístico de Cartagena, sirvió para que en sus diferentes ediciones, grupos pequeños de artistas trabajaran a su gusto y en relación directa con la comunidad. En el año 2017 Ricardo me invitó para conocer de cerca lo que realizarían los residentes de esa edición: Nelson Fory, Gabriel Zea y Julián Santana. Era una invitación abierta y sin compromiso  de «sacar resultados». No se trataba de jerarquizar ni profesionalizar. Se trataba de compartir juntos la llegada a La Boquilla y entender las dinámicas que allí sucedían. La situación era esta: Puerto Contemporáneo tomaba como emplazamiento un conjunto de habitaciones de la cual se servían trabajadores temporales y turistas para alojarse. Ricardo la utilizaba por cortos periodos de tiempo y esto permitía que los artistas se alojaran cómodamente y contaran con un espacio comunal amplio donde recibir visitantes y artistas locales. El contexto era complejo: el contraste entre edificios de apartamentos lujosos y de terrazas amplias frente al mar y el barrio de pescadores confinado cada vez más a su propio espacio. Los pobladores originarios comprimidos intentando sobrevivir de un mar cada vez más polucionado y utilizando su ingenio para ofrecer cualquier cosa en el mercado playero, contrastaban con los kilómetros de edificios de concreto y vidrio desocupados la mayor parte del año esperando a ser atiborrados de turistas en temporada alta. En horas de la tarde cuando salíamos a ver el atardecer y darnos un baño, los policías en moto venían a advertirnos que no permaneciéramos un minuto más después de la caída del sol. Podíamos ser asaltados. Las luces de las patrullas y las siluetas de vendedores ambulantes y pocos turistas alejándose por las playas grises, le daban un aspecto sombrío a la entrada de la noche en La Boquilla. En contraste, el interior de la comunidad era una exaltación de la vida. Gracias a Ricardo no éramos más unos cachacos insolados, que lo éramos, pero si artistas bienvenidos a conocer y darse a conocer. Esto permitió que Gabriel Zea explorara la gráfica local, que Julián Santana entrecruzara a Manuel Zapata Olivella con la visita de Obama a Cartagena, y que Nelson Fory fundiera el mapa de La Boquilla y escribiera en el cemento aún caliente la palabra «Desarrollo» (Radio criolla, programa 12).
En el año 2018 hice una residencia en Casa Tres Patios en Medellín. Esto llamó la atención de Ricardo, quien me entrevistó justo al inicio de ella para la Radio criolla. Mes y medio después y para mi sorpresa, Ricardo preparó viaje junto con Jimmy Morales, co-creador de muchas de sus iniciativas, y gracias a Tony Evanko y Casa Tres Patios, realizamos dos programas de radio juntos para entender la escena artística de Medellín, en los que participaron Tatiana Zambrano, Carolina Chacón, Santiago Vélez, Federico Ortegón y el mismo Tony,  que pese a no conocer a la Radio criolla, convocó, preparó el espacio y con la generosidad de siempre, participó en las grabaciones.
Menciono esta experiencia juntos porque era la manera de proceder de Ricardo y la Radio criolla. Siempre atentos a percibir lo que estaba sucediendo en el momento. En ochenta y dos capítulos grabados entre 2016 y 2023 cubrieron salones nacionales y regionales, ferias de arte, festivales de arte sonoro, realizaron perfiles de los artistas que visitaban Colombia, e hicieron un juicioso seguimiento de los participantes de las diferentes ediciones del premio Luis Caballero. Para quienes quieran conocer la personalidad de Ricardo y lo que sucedió en casi una década de arte en Colombia queda este legado y este retrato vivo de un artista que se desdobla como entrevistador. Allí se revela reflexivo, atento,  verdaderamente curioso, preguntando con naturalidad y respeto, como alguien que quiere entender bien en lo que se ha metido.
De Puerto contemporáneo y Radio criolla nacería Estación sonora experimental, el desarrollo natural de su interés por la relación entre artes visuales y el sonido.
Como artista y como curador Ricardo nos deja once proyectos, incluyendo al Capitán Berlín, su alter ego, protagonista de «Pánico al totalitarismo». Ricardo encontró este personaje de historieta, creado en Alemania durante la Guerra Fría, y se sirvió de él para criticar las nuevas formas de fascismo en Alemania y Colombia – uniforme rojo y amarillo, con botas, antifaz y calzón incluido-.  Lo recuerdo sudoroso y sonriente,  después de haberse paseado todo el día arengando como superhéroe por la Medellín uribista de fines de la década pasada. Después de pandemia lo volví a ver  en la Feria del libro,  en el lanzamiento de «Los años 80: Un poco de fantasía y fortaleza». Junto con Juan David Quintero me acompañaron y salimos de Corferias haciéndonos bromas, recochando como siempre. Ricardo me dijo: «voy a leerlo y después lo entrevisto.»
El tiempo fue pasando, no tuvimos tiempo de grabar la entrevista. Se fue a México a hacer su doctorado y el viernes en la noche, Iván Navarro que fue su amigo y a quien Ricardo público su libro «666» -una compilación divertida de historias de taxistas-, me llamó y me dio la noticia de su partida. Sorpresiva.
Ricardo deja un legado importante y el ejemplo de una práctica artística que puede y necesita desdoblarse, del valor de la generosidad, la colaboración y el reconocimiento mutuo. La conclusión de sus amigos es unánime: Se fue en su mejor momento. Mis condolencias a su familia y a sus amigos y cercanos colaboradores, especialmente Jimmy Morales, Zoe Arias y Ana Vergel, quienes generosamente construyeron con Ricardo estos proyectos.
Santiago Rueda
Santiago Rueda on FacebookSantiago Rueda on Wordpress