P A I S A J E V I S C E R A L*

«El asco, el morbo, la vergüenza y el miedo me atañen no solo en su literalidad sino como elementos simbólicos moralizantes y moralizados así también como ficciones políticas; como medios que resuenan y que quizás pueden llegar a permitir explorar la psiquis propia y ajena.»

Ángela Ferrari

 

Es así que su obra delibera sobre la deriva economicista del realismo visual. Ferrari cuestiona la estrategia occidental de fundamentar la producción de conocimiento en la representación, atravesándose al optimismo de quienes viven de afirmar lo-que-veo-me-pertenece: les tuerce el camino cuando quieren tranquilizarse frente a lo que no entienden inventando claves cotidianas. 

En el trabajo que estrena en SalaASAB (una tela pintada a mano, colgada de piso a techo al fondo de una sala a oscuras, con una abertura central que permite ingresar a un microcubo escénico que invita a la escucha), convierte pintura en arquitectura para tratar con la categoría de lo ominoso y llevar la pulsión realista hacia el tropezón semántico de lo escatológico. Ilustra el escapismo del sueño diurno monetario típico («¿cómo sería si tuviera dinero?», «¿saldré de pobre sin casarme con alguien dos clases sociales más arriba?», «¿si madrugo el dios de los cristianos me ayuda?», etc.), apuntando más atrás y da en el blanco: ¿y si, más bien, entiendo que para hacer riqueza me debo obligar a la autometabolización? 

Por esa ruta, Ferrari extiende el sentido de la tan colombiana expresión «quedó vuelto(a) mierda», para trasladarla de la devastación psíquica —e. g., por una crisis emocional— a la fisiológica —e. g. cuando se habla de quien dedicó su vida a producir plusvalía pero murió sin pensión («trabajó para otros y, al final, mírelo todo vuelto mierda»). (1) 

Desde esta perspectiva de sociología del trabajo, la obra de Ferrari aporta una imagen sobre el gasto energético para que quien ejerce actividad bajo contrato —esclavo o no—, se mire a la manera lacaniana: superando el ideal autoexplotador de reconocerse útil —que hace algo de provecho—, y se vea mejor como útil —perteneciente a otro. Un cuerpo dispuesto no para el solaz visual sino para funcionar en civilización, que el modelo económico exige domesticar. Cavidades, mucosas y esfínteres pagando el impuesto del malestar en la cultura para garantizar la supervivencia social del sujeto. Orificios por donde salen fluidos que deben quedar —mejor, ser mantenidos—  «fuera de la vista» para acceder al vínculo productivo. 

Esta situación es subrayada por la artista mediante un recurso instalativo que invierte el mito de la caverna: paredes soportan tela y pigmentos e invitan a atravesar paisaje para quedar de lleno, valga la expresión, en un estómago que palpita. Pasamos de un lugar de la tela siendo algo, escuchamos un proceso de digestión y salimos convertidos en otra cosa. Pintura que enfatiza la división estructural que poco a poco entiende —si quiere— aquel sujeto incivilizado cuando se obliga a la ética laboral y se vapulea aspirando a la completud.  

Notas

1.- O cuando se trae esta cuestión al campo del arte contemporáneo: resalta toda aquella literatura de escenas autometabolizantes de artistas que «se matan» por triunfar adoptando roles de macho exhibicionista, obseso autodestructivo, timador encantador, insegurito que jamás quiere quedar mal con alguien. Gestores de sí mismos compitiendo por ver quién se sacrifica antes, más y mejor.

 

*Texto curatorial de la exposición homónima que se inauguró el miércoles 23 de agosto de 2023 a las  4pm en la SalAsab

Facultad de Artes-ASAB

Cra. 13 #14-16

L-V: 10am-5pm / cerrado fines de semana y festivos

Exposición abierta al público hasta el martes 17 de octubre, 2023.

Mayor información:
maildereemplazo@gmail.com

Facultad de Artes – ASAB
Cra 13 #14-16
@salasab

Guillermo Vanegas
Guillermo Vanegas on FacebookGuillermo Vanegas on Instagram