*Originalmente publicado en Fotografía colombiana
En Data bodies, su tercera exposición individual en Milán en el último año, William Aparicio realiza un conciso resumen de los principales proyectos que le han ocupado en los últimos años. La muestra podía leerse de abajo arriba o viceversa, teniendo en cuenta que el artista desarrolló una narrativa en espiral, abriendo por su centro con sus series más recientes.
Comenzando desde el fondo, para no desordenarnos, entendemos que Aparicio decidió remontarse a sus propios orígenes, por así decirlo, enseñando obras suyas de hace más de una década -Geo bits-, en las que se ocupaba de recortar, segmentar y desarticular imágenes -algunas en movimiento- extrayendo el residuo que se forma en capas de tiempo, moliendo en el escáner el flujo continuo online, armando los trozos de información codificada, que se transmite en oleadas eléctricas, un procedimiento que como veremos más adelante, es la columna vertebral de su trabajo.
Aún así, de lo más interesante, al menos para quienes conocemos al artista desde hace algún tiempo, resultan sus retratos callejeros, producto de su inacabable curiosidad por lo móvil, lo pasajero y lo inasible. En una de las capitales globales de la moda, Aparicio ha desarrollado su innata capacidad como retratista, para enseñarnos -en esta ocasión- esa especie de “vida dulce” que se desarrolla en Milán en las estacionales semanas de la moda.
El gusto por la superficie, el color y lo exuberante del ornamento y el atavío, son llevados un paso más allá por el artista en una serie de improntas logradas con el escáner directamente sobre cuerpos humanos –Studies on singularity-.
Este tipo de obras, desarrolladas inicialmente en Bogotá y exhibidas en la muestra colectiva Fotosíntesis -Casa Hoffman (2019)-, han tenido continuidad en la ciudad italiana, donde Aparicio convirtió sus registros en actos públicos, realizando sus “sudarios”, si así pueden llamárseles, en una peluquería durante el gay parade milanés, convirtiendo éstas sesiones en espontáneas acciones de participación.
En esta ciudad, en espacios públicos y en su estudio, Aparicio ha registrado casi hasta lo inverosímil cada sección de la anatomía humana, examinando con su lupa digital manos, pies, ombligos, narices, uñas, cicatrices, párpados, venas, callos, tendones, lóbulos, comisuras, quijadas, mentones, codos y rodillas.
Del gigantesco y luminoso archivo que ha reunido el artista, se muestra una pequeña selección, acompañada por un performance del mismo nombre de la exposición –Data bodies– realizado en el -bien escogido- ascensor de la galería.
La exposición vino acompañada de una publicación de 60 páginas, que ampliaba las imágenes e ideas presentes en la muestra, junto a poemas de Pasquale Falcone inspirados en las obras del artista. Data bodies confirma a William Aparicio en un lugar particular y único de la (post) fotografía colombiana, un artista plenamente activo en las posibilidades digitales y hápticas de la imagen electromagnética y las posibilidades del cuerpo hoy.
Como lo mencioné anteriormente, Aparicio ha sabido sintonizar con el espíritu de una ciudad cosmopolita, un centro de la moda global donde los fotógrafos y lo fotografiable son parte de la economía del signo y de un incesante intercambio simbólico y material. Aparicio ha sabido ubicarse en el juego de espejos de su aparente frivolidad y mostrarnos que el cuerpo más allá del dato, es un espejo del tiempo, que tiene como medida la eternidad.