Claudia López: saliendo y «rindiendo» cuentas: arte urbano responsable

Llegó la época en que uno reafirma su incredulidad a las instituciones, a la democracia y la destinación presupuestal. Como en ningún momento fui partidario de un gobierno de Claudia López, me es más fácil salir avante y soberbio a recalcar el «yo ya sabía que…», sin embargo, resulta aún más satisfactorio —aunque poco a poco se vuelve preocupante— el revisar un documento publicado desde la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte (SCRD) para señalar especificidades que contribuyan en la argumentación de ese escepticismo; que ya para estas fechas dejó de ser escepticismo para convertirse en un llamado de alerta hacia el sector cultural, o más puntualmente, hacia las personas que convivimos dentro de lo que denominamos «Artes Plásticas y Visuales».

El documento de la SCRD es un «informe de rendición de cuentas» que se centra en el año 2023, resaltándolo —obviamente— frente a lo que fue el 2022, y casi previniéndonos de lo que podría ser el 2024, si Galán y su secretaria de cultura acogen al pie de la letra las recomendaciones del documento. En sí, tomo este informe como pretexto para revisar —y criticar— las generalidades de lo que ha sido la gestión durante la presente y ya casi finalizada administración, ya que durante este año se habló de diversas irregularidades de ejecución e incluso teorización en las artes plásticas y la cultura, de las cuales fui testigo, opinador, escuchador de chismes y prácticamente cómplice colateral de lo que se decidió administrativamente en el gobierno distrital.

Podemos reconocer tales irregularidades desde el simple hecho de escuchar las opiniones en contra de estrategias y programas distritales como el Museo Abierto de Bogotá (MAB) y sus implicaciones en la «regulación» del Arte Urbano, o la focalización de los recursos públicos en las Artes del espectáculo por encima de otras disciplinas y áreas, por poner algunos ejemplos.

El objetivo del presente texto es pasar de especular sobre dichas irregularidades a convertirlas en cuestionamientos soportados por la revisión y análisis de un documento como el que rinde cuentas sobre el sector, construido, redactado y publicado por la SCRD, el cual —durante más de 220 páginas—, argumenta los avances positivos del sector las estrategias del cuidado y las contribuciones al medio ambiente, todo ello acompañado de tablas presupuestales, proyecciones de ejecución y recomendaciones a la próxima administración.

 

Parte 1: el término “arte urbano responsable” no se me quita de los ojos.

Podemos comenzar por varias cosas evidentes, pero mejor por las que no se mencionan, como por ejemplo el término «Artes Plásticas y Visuales», que en todo el informe sólo se encuentra una vez dentro de un paréntesis y como parte de una tabla de implementación de ejercicios de participación —como lo son los consejos locales de cultura— (página 168). La profesión «Artista plástico y visual» solo se enuncia en la finalización de un párrafo:

«Por sectores, los de mayor votación fueron los gestores culturales y patrimoniales, los artistas plásticos y visuales y los músicos.»

 

Haciendo referencia a las elecciones de los consejos de cultura de 2023. Esto dentro del Sistema Distrital de Arte, Cultura y Patrimonio (SDACP), una estructura que se entabla dentro de los mecanismos de «participación ciudadana», pero que no parece dar cuenta de la incidencia de esa participación. A pesar de que en el texto (página 44) se resalta que Artes Plásticas fue uno de los sectores con mayor votación en los procesos de conformación de los consejos de cultura, en el resto del informe no se menciona ni una sola política pública concretamente dirigida al fortalecimiento de nuestro sector.

¿Será que la participación ciudadana sólo se concibe como quien va a las reuniones, firma listas de asistencia y recibe refrigerios?

¿Los mecanismos de participación ciudadana son cascarones vacíos que legitiman la toma de acciones no consensuadas que corresponden únicamente a la visión centralizada de un Plan de Gobierno?

 

Entonces parece ser que no es posible hablar directamente de las Artes Plásticas como se habla de la música o del teatro, parece que es necesario resumir todo un sector a hacer parte secundaria de categorías como «Distritos Creativos», «Emprendimientos de reactivación económica» o el descarado «Arte Urbano Responsable».

Este último término fue el que más me llamó la atención. Si bien una de las reticencias más grandes que tengo sobre la actual administración es todo lo relacionado con el Museo Abierto de Bogotá (MAB), hablando desde las masivas ejecuciones presupuestales para un solo proyecto de un solo medio dentro de las Artes Plásticas, hasta hablar de convocatorias formuladas en la lógica de ejecutar-por-ejecutar, en las que los criterios de selección se reducen a listas de quién llegó primero —sin importar la calidad de las propuestas o la veracidad de la documentación presentada. No obstante, dejando mis molestias de lado por un momento, es alarmante la forma desvergonzada con la cual se están institucionalizando e instrumentalizando prácticas artísticas de fundamentos rebeldes, antisistémicos y críticos, para extraerles la pulpa de la visión confrontativa y convertirlos en la bandera por la apuesta cultural de un gobierno que estigmatiza, viola los derechos humanos y fomenta la xenofobia. La articulación de la palabra responsable a una práctica artística que nace desde la inconformidad y la denuncia no necesita ser mucho más explicada.

Todo resulta en un ejercicio de hegemonización de las prácticas artísticas en donde lo plástico y lo visual se reduce a una financiación desproporcionada de lo urbano, a lo cual además, se le extrae cualquier posibilidad de crítica social y denuncia de un gobierno instrumentalizador de las expresiones más populares.

El informe citado resalta que la práctica del «Arte Urbano Responsable» es una estrategia implementada por la alcaldía anterior —que uno no sabe donde acabó esa y empezó esta— pero que se fortaleció durante esta administración, dentro de un marco normativo que regula las prácticas artísticas en espacio público (página 70), todo ello en el Marco del Aprovechamiento Económico del Distrito (Decreto 552 de 2018). Todo muy en consonancia de la visión naranja de la cultura, hegemonizadora, explotadora, censuradora, pero ante todo, llena de cultura ciudadana.

 

 

Mejor dicho, uno lee este informe como quien lee el Manual de Urbanidad de Carreño.

Por otra parte, contrastando la argumentación con la financiación, se evidencia que el ítem 7887 Implementación de una estrategia de arte en espacio público en Bogotá, es una de las destinaciones presupuestales que se proyecta incrementar en 2024, dando continuidad —seguramente— al proyecto del MAB en contravía de los cuestionamientos que se le han realizado, muy probablemente no reformándolo pero si enriqueciéndolo hasta en un 20% con respecto al año en curso.

Esta información resalta aún más cuando se le contrasta con, por ejemplo, el ítem 7884 Formación y cualificación para agentes culturales y ciudadanía en Bogotá, para el cual en 2023 se destinaron más de 4.200 millones de pesos, que pasarán a ser apenas poco más de 2 mil millones en 2024. Es decir que, la inversión en formación y cualificación de quienes integramos el ecosistema cultural en la ciudad irremediablemente se diezmará. Algo similar pasa con el Mejoramiento de la infraestructura cultural en la ciudad de Bogotá, que pasará de tener durante 2023 recursos de más de 87 mil millones, a casi 39 mil millones en 2024 (toda esta información es extraída de las páginas 66 y 67).

Es interesante encontrar que en este informe se resalte tanto la relación entre cultura y salud mental, eliminación de las violencias basadas en género y convivencia ciudadana, sin mencionar ni por las curvas recomendaciones básicas para fortalecer las áreas artísticas que reconoce la Secretaría. Aunque dentro de las recomendaciones que se le hacen a la próxima administración se hace énfasis en la importancia de programas como EsCultura Local, el Programa Distrital de Estímulos, la Profesionalización para Artistas y la Ley de Espectáculos Públicos, se siente insuficiente la información aportada en términos de pertinencia de la oferta cultural en relación al fortalecimiento de las distintas áreas, específicamente de las Artes Plásticas y Visuales, para las cuales no se destinó ni un párrafo en muestra de compromiso con el sector.

Lo que proyecta el 2024 es eslogan popular de centro de «construir sobre lo construido», en donde poco importa la calidad de lo ofrecido o los impactos reales de lo ejecutado, en donde importa más dar continuidad a programas poco o nada estudiados que corresponden a unas lógicas mercantilistas del arte, en donde se le considera al Arte Urbano —en el caso más cercano de lo plástico-visual— como una herramienta de embellecimiento y ocultamiento de las desigualdades sociales, como una fabricante de fachadas en función únicamente del turismo, el consumo y/o el espectáculo.

En la segunda parte intentaré no ser pesimista y abordar esta proyección desde la información que pueda —o no— aportar el programa de gobierno de Carlos Fernando Galán, en el cuál se enuncia una «cultura para la gente» (página 63). Si bien, esta no es la información última con la que se pueda hacer una crítica profunda o una proyección detallada de los pesimismos intuidos, es el documento que hasta ahora tenemos a la mano para comenzar a barajar el tarot, que no es cosa diferente que escribir y esperar.

 

Bibliografía

Informe rendición de cuentas SCRD 2023. Disponible en: https://culturarecreacionydeporte.gov.co/sites/default/files/2023-11/informe_de_rendicion_de_cuentas_de_la_scrd_2023_1.pdf

 

Johann Norato
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