Exposición con la que se recordaba la anécdota donde un literato bogotano y enemigo acérrimo del arte contemporáneo local, devoró por error parte de una instalación artística en una fiesta privada.
Artistas participantes:
Neil Avella, Manuel Barón, María Teresa Cano, Carlos Castro, Wilson Díaz, Alejandro Mancera, José Horacio Martínez, Juan Mejía, Luis Hernández Mellizo, Fernando Pertúz, Ernesto Restrepo, Samuel Sánchez, Fernando Uhía, Wilman Zabala
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Estimado público:
Antes que nada, agradezco su interés en esta exposición, a la que impulsa un ejercicio de memoria y la corrección de un error de atribución, dos asuntos que explicaré inmediatamente.
El ejercicio de memoria: La intención de organizar Hay Hambre, es la de recordar un encontrón de esos que antes se daban en el arte contemporáneo bogotano, cuando la gente era menos bieneducada y más emocional y algunos desacuerdos se ventilaban con generosidad de caracteres en blogs nacientes –pero atrevidos- y revistas pretensiosas –pero inteligentes. De ahí que se busque recordar la anécdota sucedida al pensador bogotano que fundó una singular revista literaria caracterizada por sus pésimas notas sobre arte contemporáneo, que alguna vez sintió el deseo irrefrenable de tragarse parte de una instalación artística. Según concluía el autor del artículo donde mencionaba tan inusual chascarrillo,
La idea entonces es darle forma a esa “bella metáfora”, presentando una versión de la eterna lucha entre renovación y tradicionalismo mediante la reunión de unas pocas obras de arte que trabajen en torno a la representación de comida o hagan uso de ella como materia prima. Además, esta exposición presentará un cruce generacional entre piezas que eran renovadoras en la época que el editor de marras quería canibalizar el arte contemporáneo junto a obras posteriores, para identificar algunas variaciones locales de la categoría bodegón.
De otro lado, quien suponga un afán sanitario en ésta exhibición, verá confirmadas todas sus sospechas: Hay Hambre es un ejercicio pedagógico que busca formar el criterio de detractores hambrientos, enseñándoles qué pueden y qué no pueden zamparse al momento de entrar a atacar algún tipo de producción artística contemporánea. No obstante, de más está decir que este propósito no verá sus resultados, pues esta clase de editores no gusta de las analogías y cuando de arte se trata, prefiere los frutos rancios de lo ya probado por otros.
El error de atribución: En el artículo mencionado, su autor –el curador más querido y respetado de Colombia–, cometía un error al decir que “Con la comida no se juega”, la obra que se vio amenazada por las dentelladas de nuestro glotón intelectual, era de Juan Mejía. Esto era cierto, pero hay que decir que es la mitad de la verdad. La obra es de Mejía Y de Wilson Díaz, artista colombiano que participó en su realización. Sea esta la oportunidad de saldar una deuda con el patrimonio intelectual.
Esperamos recibir sus amables inquietudes,
Atentamente, Guillermo Vanegas.
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- Juan Mejía-Wilson Díaz Con la comida no se juega, 1996 Instalación
- Fernando Pertúz La Indiferencia, 1997 Registro de performance Archivo Helena Producciones
- Fernando Uhía Bad Aestethic Times,1998 Óleo sobre tela
- Carlos Castro La Caza del zorro (fragmento), 2010 Video proyección
- María Teresa Cano Cubos de azúcar, Comida inmortalizada
- Samuel Sánchez Con-suma chatarra, ca. 2002 Hierro colado
- Ernesto Restrepo Proyecto Cosecha de papas,1992-2008 Cerámica
- Wilman Zabala Pollos muertos, 2011 Acrílico sobre MDF
- Neil Avella El rábano riendo, 2009 Acrílico sobre tela
- Manuel Barón Las Turmas, 2010 Óleo sobre lienzo
- José Horacio Martínez La Sonrisa de mis enemigos, 1996 Acrílico sobre tela
- Luís Hernández Mellizo Pintar para ganar para comer para tener la fuerza para volver a pintar, 2011 Acrílico sobre tela
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Sede de la exposición: Galería Valenzuela & Klenner
Registro fotográfico: Heidi Lewandowski
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Modalidad de intervención ReemplazO: curaduría
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