Plata y plomo. Aceleracionismo sincero XXII: Santiago Rueda en Editorial Planeta

«Históricamente en Colombia, el Estado, la cultura dominante y los urbanitas, enredados en la saturación del capitalismo del siglo XXI, desconocen lo que sucede en la mayoría del territorio […] solo se reconocen municipios, oficios y rostros desconocidos cuando irrumpen acontecimientos con los que la cultura no contaba, tales como grandes sumas de dinero, masacres, conflicto armado […]»

Natalia Gutiérrez (1)

Producir representación es asunto de clase: complemento este epígrafe de la reseña que le hiciera al libro la curadora Natalia Gutiérrez con el imprescindible A plomo herido. Una crónica del periodismo en Colombia (1880-1980), donde la periodista Maryluz Vallejo sostiene que las polémicas que han alimentado las empresas nativas de homogenización de información «muestran […] un país profundamente clasista y discriminatorio; que convirtió la página roja de los periódicos en la página social de los pobres.»(2) Aunando voces se entiende la necesidad de ejercer una permanente autodefensa de la mirada cuando se accede al contenido de medios cercanos al poder rolo, paisa, valluno y barranquillero: en sus salas de redacción predomina la idea de que «elpaís» es un paseo de olla repleto de surrealismo racista que va en un bus sin frenos.

Y si a ello se añade que, integrantes de un sistema de intercambio, artistas y curadores saben que para elaborar/mostrar/quizá-vender su obra, siempre deberán favores, la cue$tión queda planteada: predominan imágenes merced al enfrentamiento de quienes pagan la producción con quienes se ríen de ellos cuando les juegan la intermediación. Así, los caminos que rueda Rueda para analizar esta singularidad parten del principio de que (como lo interioriza toda persona que asume su mayoría de edad en este sector), la pornomiseria cue$ta. De ahí que quienes produzcan mejor arte al respecto hayan aprendido a calcular el hecho de que su actividad es construcción de conocimiento más que autosustentación espiritual.

Los capítulos 10, 11 y 13 del libro exploran esta exigencia de sofisticación. El primero es una fábula de producción. La de «Coquero, Dios de la coca», escultura acompañada del relato en primera persona del artista Fabián Cano, quien deja en claro que cuando la realizó no pretendía engrosar el ejército de etnógrafos silvestres citadinos, sino dar cuenta del encuentro con un material: de viaje coincidió con un campesino que estaba amasando una bola de opio y, atento al elemento, Cano decidió intercambiársela «por una carpa muy usada y una linterna recargable».(3) En este gesto, Rueda ve el inicio de un proyecto que permite «explicar el opio en Colombia»(4). Toma la obra como inserción en circuitos de tradiciones (la de la atención prehispánica hacia un cultivo y las prácticas religiosas que le son anejas, la de la noción de autoría en el campo de las artes visuales —desde la que extiende un vínculo hacia la relación arte-artesanía—, la de los diferenciales que aplican a las plantas de coca y amapola y la del campesinado y el narcotráfico), para atravesarla con puentes anecdóticos. Cano: «el opio debajo de la plantilla de un zapato superó una raqueta antinarcóticos después del peaje de Neiva, sin perros, afortunadamente, y llegó a Bogotá perfectamente, donde elaboré una réplica de Coquero con la dócil sustancia.»(5)

Esta narración continúa con un viaje en el tiempo que Rueda ensaya con el artista José Alejandro Restrepo, quien diez años antes de que Cano produjera su escultura, declaraba en la conferencia que dictó en el marco de la exposición Botánica política. Usos de la ciencia, usos de la historia:

«Quisiera retomar el punto de desencuentro fatal de las flores del mal, porque seguimos siendo sordos a estos signos que están allá, mientras la historia sigue arrogantemente arrastrando los bosques y el mundo sin escuchar esos signos que están allí, hablándonos.»(6)

Coinciden Gutiérrez, Vallejo, Cano y Restrepo en que es, precisamente, un desajuste de los modos de ver —el asunto de clase de quién representa a quién y cómo, para joderlo— lo que sustenta la destrucción de millones de vidas y el arrasamiento de ecosistemas enteros con el fin exclusivo de aniquilar el color de una planta que no se ha aprendido a interpretar (todavía).(7) No por nada, Rueda toma parte del título de la obra de Restrepo, «Metanoia»(8) tras hablar del trabajo de Cano, para subrayar que en los dos sentidos del término —puede significar el «retractarse de una afirmación para corregirla, pero también […] puede ser interpretado como una crisis psicótica.»(9)—, se trata de «los urbanitas, enredados en la saturación del capitalismo del siglo XXI, [haciéndose los locos, es decir] desconoc[i]en[do] lo que sucede en la mayoría del territorio».

Sigue la fábula de la erradicación. En la decimonovena sección del texto («Subrepción = cultivos ilícitos»), Rueda intercala las obras Tríptico judicial, de Juan Fernando Herrán (fotografía de prensa que muestra dos personas de pie tras una mesa cubierta con un mantel feo sobre la que hay un ramillete de amapolas); Broadway, de Miguel Ángel Rojas (caminito de hormigas realizadas con hojas de coca pegadas con plastilina a la pared); The Gardener, de Wilson Díaz (fotografías de jardines caleños decorados con plantas de coca y un dibujo de Alvaraco Uribe fracasando en arrancar una planta parecida); Subrepción, de Diego Hernández (dibujos que expanden ilustraciones de estampillas pro-guerra contra las drogas); y Horizontes, de Carlos Uribe (intervención digital de pintura de pioneros paisas señalando una avioneta que da glifosato al mundo), con párrafos de Michael Taussig. Su idea es la de aportar risa e ira a una situación que, tomada con seriedad, suena al típico chiste neoliberal contado por un liberal. Ahora, si se quiere tratar con mayor complejidad temas como los planes Colombia y Patriota, la Operación Emperador y la continuidad de la guerra civil en zonas donde existe una fuerte ligazón entre organizaciones armadas paraestatales y empresariado, baste traer en este punto aquella clásica sección de la Introducción a la historia económica de Colombia de Álvaro Tirado, en que se recuperaban las palabras de Rosa Luxemburgo para explicar semejante chambonada geopolítica. Simple y llanamente por la división internacional del trabajo

«Lo fundamental es que el capital acumulado del país antiguo encuentre en el nuevo una nueva posibilidad de engendrar plusvalía y realizarla, esto es, de proseguir la acumulación. Los países nuevos abarcan grandes territorios que viven en condiciones de economía natural, a los que transforma en países con economía de mercancía, o bien zonas con economía de mercancías de las que hace mercados para el gran capital. La construcción de ferrocarriles y la minería (particularmente, las minas de oro) propicias para la colocación del capital de países antiguos en nuevos, provoca, inevitablemente, un activo tráfico de mercancías en países donde hasta entonces había regido la economía natural»(10)

Intercambie «país antiguo» or «Estados Unidos», «país nuevo» por «Colombia», «ferrocarriles» por «helicópteros para ataque, búsqueda y rescate de tropas», «minería» por «flujo permanente de armas, municiones y tecnología militar gringa», «minas de oro» por «cuarteles (para)militares» y « tráfico de mercancías» en «narcotráfico» y verá.

Finaliza la fábula de la instrumentalización. Había una vez una «artista» cubana llamada Tania Bruguera, a quien nadie nombró como embajadora de la derecha estadounidense para ir por el mundo ganando premios por manosear personas implicadas en cualquier tipo de conflicto. Experta en showsitos inútiles, decidió que el 26 de agosto de 2009 iba a presentar a «un líder de un grupo de desplazados, a una exguerrillera de las F.A.R.C. y a una mujer cuya hermana había sido secuestrada pro el E.L.N.»(11), en un escenario para que hablaran mientras el público no les prestaba atención viendo un plato desde el que se distribuía cocaína gratuita en el sagrado recinto de la Escuela de Artes de la Universidad Nacional. Lo interesante aquí es que Bruguera estuvo buscando también a un paramilitar para su mesa de (dis)tensión y un amigo curador del artista Edwin Sánchez le cayó para ver si podía ayudarle. Él le dijo que sí pero que el asunto no iba a ser ni de lejos la recocha turística que había imaginado la cubana. Igual, a ella no le importaba. La cuestión era sacar la foto. Así, las conversaciones no fueron claras, la «artista» pagó la mitad del acuerdo sin garantizar la seguridad del invitado, el paraco se voló con el monto y después empezó a extorsionar a Sánchez por el resto, la «artista» le reclamó al artista. Todo esto se narra en el capítulo titulado como la obra en que éste último plasmó lo acontecido: El arte político paga lo necesario. En sí, un apremiante conjunto de vestigios de un diálogo que la autora responsable no quería que se diera. Ni escucharlo. Ni prestarle atención. Ni dignificarlo. Tal cual la política estatal con las drogas: mera escandalera para ganar puntos en otros lugares del planeta del arte.

Para terminar, sobra decir que es un libro sobre arte publicado en Planeta durante la gestión del hoy ministro de cultura, Juan David Correa. Por eso repite los mismos errores (de Correa en su ministerio y) de su línea editorial: portada improvisada con foto pendeja de pared cubierta en carburo intervenida con rayones digitales; más la obvia ausencia de un índice onomástico. Ojalá, si se reedita, el conglomerado pague por ponerle de carátula alguna de tantas obras allí mencionadas y le ayude a la audiencia con la lista de nombrecitos. El ahorro de tiempo en búsquedas pagará lo necesario.

 

Notas

1.- Natalia Gutiérrez (2019) «Plata y plomo. Una historia del arte y de las sustancias (i)lícitas en Colombia», en Art Nexus. https://www.artnexus.com/es/news/5f875e0bef376e6ba1f2e249/plata-y-plomo-una-historia-del-arte-y-de-las-sustancias-i-licitas-en-colombia

2.- Maryluz Vallejo Mejía (2006) A plomo herido. Una crónica del periodismo en Colombia (1880-1980). Bogotá: Planeta, pág. 12.

3.- Citado en Rueda, pág. 139.

4.- Ibíd., pág. 140.

5.- Ibíd., pág. 139.

6.- Citado en ibíd., pág. 142.

7.- La reciente ciencia ficción latinoamericana trabaja este asunto de forma mucho más pragmática. En La mirada de las plantas (2020, Ediciones Vestigio. Bogotá), Edmundo Paz Soldán incluye dentro del esquema producción/circulación/consumo/adicción/sobreproducción, la hipótesis de que la simultaneidad entre el conocimiento de una planta alucinógena amazónica y el turismo new age blanco a la región, conlleva el establecimiento de corporaciones enfocadas en la realidad virtual. De nuevo el ejercicio de mirada, ahora postnatural, que explora las implicaciones antiéticas del manejo de la información de las redes de espionaje Facebook, Tesla, Amazon, Nvidia, etc., metidas en lo más recóndito del inconsciente humano.

8.- El nombre completo de la obra es: Metanoia en el psicotrópico y, según Rueda, se presentó en la exposición Scars = Pleasure + Sacrifice (consulado General de Argentina y Colombian Center (Nueva York), 1994).

9.- Ibíd., pág. 142.

10.- Álvaro Tirado Mejía (2019 [1971]) Introducción a la historia económica de Colombia. Medellín: Editorial Universidad de Antioquia, pág. 127.

11.- Rueda, págs 184-185.

 

Santiago Rueda
Plata y plomo. Una historia del arte y de las sustancias (i)lícitas en Colombia
Ed. Planeta Colombiana
Bogotá
2019

 

Obras y artistas reseñados en Plata y plomo:

1969 (aprox.)
Pedro Manrique Figueroa, El futuro está en las drogas. Cartel

1978
Gustavo Nieto Roa, Colombia Connection. Largometraje.

1979
Naide, Conozca la marihuana. Caricatura, Alternativa (Bogotá) 211.

1980
Colección de Pablo Escobar: Salvador Dalí, Auguste Rodin, Fernando Botero, Alejandro Obregón, Darío Morales, Edgar Negret, Luis Caballero, Juan Cárdenas, Claudio Bravo, Delia Cugat, Teye Cuéllar, Jesús María Zamora, Ignacio Gómez Jaramillo, Ricardo Acevedo Bernal, Francisco Antonio Cano, Ricardo Gómez Campuzano.

Diego León Giraldo. Drogombia. Documental.

1981
Romualdo Brito, El Marimbero Versión: Daniel Santos. Craft Recordings, a division of Concord Music Group, Inc.

Los Melódicos, Yo tenía mi cafetal. Discomoda.

1990
Beatriz González, El altar. Pintura.

1993
José Alejandro Restrepo, Metanoia en el psicotrópico. Video.

1996
Emel Meneses, Proceso 8000. Fotomontaje.

Fernando Arias, Sin título. Instalación con cocaína y sangre.

Juan Fernando Herrán, Anexo 273. Fotografía.

_____________, Cajas fucsia con estrellas brillantes. Instalación.

1996 (aprox.)
Pedro Manrique Figueroa, Poema masca-coca

1996-…
Cambiazos sistemáticos en el Consejo Nacional de Estupefacientes, la Dirección Nacional de Estupefacientes, etc.

1997: Leonardo Herrera, primera obra local que utiliza cocaína. Primer Festival de Performance de Cali.

1998
Víctor Gaviria, La vendedora de rosas. Largometraje.

1999
Juan Fernando Herrán, Tríptico judicial. Fotografía.

Carlos Uribe, Horizontes. Impresión, tela.

Fabián Montenegro, snow Drogas. Empresa.

Adriana Arenas, Football, 1979. Fotografía.

2000
Elkin Calderón, Pase gol/ Línea de meta. Video.

Wilson Díaz, Recolecté 30 semillas de coca en Colombia y las tragué el día de mi viaje. Luego las defequé en una huerta de Curazao y las regué. Para los organizadores fue lo peor que les podía pasar: que un colombiano les llevara coca en el estómago. Performance

2002
Wilson Díaz, Cómo obtener un kilogramo de cocaína de alta calidad en 20 pasos (con la mejor economía de materiales). e-flux. http://projects.e-flux.com/do_it/manuals/0_manual.html. Manual.

_______________, Los Rebeldes del Sur. Video.

Miguel Ángel Rojas, Bratatá. Collage.

Nadín Ospina, Colombia Land. Pintura.

20001
Miguel Ángel Rojas, Línea. Escultura, ensamblaje.

2003
Leonardo Herrera, White Lady. Libro fabricado con hoja de coca.

2004
Fabián Cano, Coquero. Escultura en opio.

_______________, Erytroxylon Novogranatense. Cartel, impresión digital.

Joshua Marston, María, llena eres de gracia. Largometraje.

2005
Wilson Díaz, The Gardener. Fotografía.

Antonio Caro, Dosis personal. Aviso.

Jaime Tarazona, Colombia Coca-Cola. Cartel.

2006
Wilson Díaz, Erytroxylon Novogranatense. Texto escrito con bombillos de neón.

2007
Leonardo Herrera, Cocaína da trabajo al mundo. Performance donde se utiliza cocaína como materia artística en público por primera vez.

Víctor Escobar, Encaletado. Instalación de réplicas de dólares estadounidenses.

Nelson Guzmán Avellaneda, serie Nápoles. Fotografía de la hacienda de Pablo Escobar.
Álvaro Herrera,«Larga noche». Fotografías con precursor químico de cocaína.

2008
Leonardo Herrera, El ojo del Diablo. Instalación con piezas en joyería, extractos de la tesis en filosofía y letras del líder narco Gilberto Rodríguez Orejuela.

Luis Molina-Pantin, Estudio informal de la arquitectura híbrida, vol. 1. La narcoarquitectura y sus contribuciones a la comunidad Cali-Bogotá, Colombia. Taxonomía fotográfica.

Camilo Restrepo, Esto es una pipa. Taxonomía fotográfica.

2010
Camilo Restrepo, Figuritas en el suelo. Instalación.

2011
Alberto Roa, La esnifadora. Máquina oledora.

Edwin Sánchez, Los héroes en Colombia sí existen. Video porno.

2012
Leonardo Herrera, He consumido. Lista.

Camilo Restrepo, serie Finite Games – Infinite Games. Dibujo.

2013
Edwin Sánchez, El arte político paga lo necesario. Fotografía, video, cartel.

Edinson Quiñones, Entre polvo y piel. Performance de oledera.

2014
Leonardo Herrera, El mejor equipo del mundo. ¡Hijueputa!. Instalación a partir de curaduría del archivo del fotógrafo Fernell Franco.

2014-…
Colectivo paramédicos. Campañas de mercadeo.

2015
Ernesto Ordoñez, Paraísos perdidos. Fotografía, pintura.

John Sebastián Giraldo, Supermán Vs. El Patrón (2016). Pintura.

Colección de Luis Hernando Gómez Bustamante (rasguño): Peter Paul Rubens.

2015-…
Christian Abusaid, serie Panacea Phantastica. Cartel.

Ciro Guerra, El abrazo de la serpiente. Largometraje.

2016
Marc Caellas, El perico tumba la paloma. Obra de teatro.

Edinson Quiñones, Si es Bayer es bueno. Dibujo con cocaína.

2017
Juan David Laserna, Set. Pintura, instalación.

Diego Hernández, Colombia, líder mundial en la lucha contra el narcotráfico. Dibujo.

Hugo Tangarife, En busca de las plantas enteógenas. Etnografía.

2019
Daniela Abad, Smiling Lombana. Documental.

Jaime Ávila, Mapa de polvo-Dust. Biombo con constelaciones de puntos blancos.

Nadia Granados, Colombianización. Cabaret político multimedia.

Políticos, familiares de ibíd. y militares acusados de promover del negocio:

Rafael Herrán Olózaga. Primo de Hernán Echavarría Olózaga, descendiente de los expresidentes Tomás Cipriano de Mosquera y Pedro Alcántara Herrán.

Tomás Herrán Olózaga. Primo de Hernán Echavarría Olózaga, descendiente de los expresidentes Tomás Cipriano de Mosquera y Pedro Alcántara Herrán.

Julio César Turbay Ayala. Presidente del país.

Rafael Antonio Caycedo. Jefe de inteligencia.

Mariano Ospina Baraya. Nieto del expresidente conservador Mariano Ospina Pérez.

Rodolfo Ospina Baraya. Nieto del expresidente conservador Mariano Ospina Pérez.

José Álvaro Córdoba Mojasen. Vicecónsul de Colombia en Estados Unidos.

Jorge Ordóñez Valderrama. Director Agencia de inteligencia.

Lucas Gómez Van Grieken. Congresista.