*Desde Rz0 rechazamos la censura entre colegas. Porque la difusión de la información es un derecho y porque los de El Espectador borraron con ése reporte a Ig un inventario lindísimo (y con nombre propio) de insultos y teorías de conspiración emitidas intra-nuestre campo artístico nativo. Mensajes de odio que se perdieron como lágrimas en la lluvia. 😢
Imagino la cara del Asesor de Artes Visuales del Mincultura, Andrés García La Rota, leyendo las reacciones de sus pares rolo-caleño-paisas, frente a la entrevista que concediera la ministra de cultura a la periodista Laura Arévalo, de El Espectador. Sobre todo, previendo que veinticuatro horas más tarde saldría el portafolio de Becas y Estímulos del Ministerio y, de pronto, le tocaría enfrentar una que otra situación payasesca, tipo:
1.- Ex-amigui que creen que una ministra no puede criticar a sus antecesores, se cambian de andén cuando lo vean acercarse por la calle;
2.- Gestores culturales que creían que ahora sí podrían pedirle casa al gobierno para montar galeriíta-bar maquillada de espacio independiente lo bloquean en redes;
3.- Artistas criptofascistas —léase: que votaron a escondidas por el No y traducen el paralogismo del «castrochavismo» a «¡ el Realismo Socialista se metió a los conjuntos!»— le echan en cara que todo lo que hace este Mincultura es publicidad política pagada.
Pero también lo imagino más tranquilo sabiendo que desde ArtBo van a dejarlo un poquito en paz, pues la no-feria correrá a meterle muela a nuestros impuestos desde la oficina de Verónica Alcocer (pobre Verónica Alcocer (jugando a la condescendencia con habitantes originarios mientras lidia a Maríapaz).
Sin embargo, me interesa más imaginarlo tratando de ocultar su sonrisa viendo cómo todo el mundo trataba de inventar motivos para parecer menos clasista, pero omitiendo analizar lo que dijo Ariza. Por ejemplo: ¿qué les impidió reflexionar sobre el modo en que respondió a su paso de la oposición a administrar recursos del Estado mediante retruécano («Yo estoy en el mismo lugar. Estoy en otro sitio, pero en el mismo lugar»), para sacarle el cuerpo al hecho de que gerenciar pobreza es algo casi imposible? ¿El elitismo?
Hay otro asunto y es que —y aquí sólo repito algo que he venido escuchando hace raaaaato— uno no sabe muy bien dónde, o para qué, están los asesores de la dama. ¿En serio nadie en ese ministerio puede decirle a Patricia Ariza que hay estudios que se han venido adelantando desde hace bastante para categorizar al sector y que podría usarlos para superar la generalización inútil («es que es un país de 50 millones de habitantes, pero no hay la suficiente consideración por lo que representa la cultura y el arte y los saberes en el país», o «por supuesto que hubo un aumento significativo en el presupuesto [¿de … $?] pero era lo que se podía con la reforma tributaria»)? O ¡para que por lo menos no cayera en el desopilante «también hay gente de las artes que quiere que le solucionemos hasta su vivienda»! ¿En serio? Parece que la aconseja-ja-ja Jaime Salón.
A partir de ahí, la entrevista se pone (más) sabrosa. Sin fórmula de mediación Ariza pasa del «beca pa´tu´el mundo» al «casa pa´tu´el mundo» para enredarse sin necesidad en la trampa ideológica que la periodista le pone de frente: el asunto arte y propaganda mientras se habla desde una dependencia estatal. Si bien, como dice la ministra «la relación con el Estado no puede ser solamente contractual, también tiene que ser conceptual», no se puede dejar la gestión de la cultura en la buena voluntad de los privados («si hay consideración, respeto por el arte de toda la sociedad, el dinero aparece»), pues se termina en el paternalista lo-que-mi-dios-ponga-en-su-corazón y la planeación y la identificación de roles de trabajo de los agentes culturales terminarán en el olvido de la lástima.
Pero también resulta interesante notar cómo Ariza desaprovecha el error de la periodista cuando pone en el mismo paquete neofeudal racismo y economía naranja («si uno piensa en el anterior gobierno, recuerda que tenían un gran interés en la economía naranja y el mejoramiento del sector en términos de industria, además de las tradiciones y saberes en los territorios. Es decir, había un enfoque claro, fuese popular o no»), y evita preguntarle por la «claridad» de cuál enfoque de qué. Pero, bueno, Ariza no es Buitrago —menos mal—; pero, malo, se enfanga en el obstáculo que ella misma se inventó con lo del cambio de nombre de la entidad.
Mucho más valiosa su breve historia de legislaciones para la artes y que no deje de destacar que las que hay se hicieron rápido y mal (Ariza: «también hay una ley del teatro, pero es muy regular. La ajustaremos.» Periodista: «¿Por qué es regular?» Ariza: «Es un saludo a la bandera: nombra unos grupos específicamente. Algo así como: tienen que apoyar al teatro tal y al grupo tal. Eso es absurdo. En la ley puedo decir que hay que apoyar a los grupos de teatro independientes, a los artistas plásticos, pero no pueden aparecer nombres.») Es decir, durante la dictadura de Álvaro Uribe Vélez, el gestor en ese entonces de «izquierda» Venus Albeiro Silva, se inventó una ley del teatro para beneficiar su festival de teatro.
Por otro lado, es bonito saber que (ojalá) ahora sí el (barril sin) fondo CoCrea no se va a evaporar en redes descentralizadas «de máquinas vending multi propósito» ($350 millones), dar vueltas en carro por barrio gentrificado ($177 millones), un preICFES virtual ($214 millones) y un Zoom criollo ($1295 millones). Es decir, que «CoCrea apoyará proyectos culturales, así sean empresariales, pero tendrán que estar relacionados con la cultura. Lo que no tenga que ver con eso, que lo apoye otro ministerio.» Ya era hora.
Para finalizar, vagas sus respuestas sobre David Flórez, «abogado especializado en gobierno» a quien ella le tiene «muchísimo respeto y admiración» (bien por él), pero que se viste de minculturo cuando ella debe ausentarse. Ahí sí coincido con Arévalo: «¿esto no debería hacerlo un viceministro?» O sea, yo respeto a Flórez, pero a los organigramas más.
