Una familia de réplicas

 

Hasta el auspicioso 9 de abril de 2022, Ediciónesréplica (José Ruiz, Arturo Salazar) tendrá organizada una ucronía triple en Espacio El Dorado. (1) Con el título de «Un supuesto fotográfico: The Family of Man en Bogotá» más que una curaduría al uso, componen una relectura del proceso histórico colombiano a partir de una colección de fotografías reunidas por José Darío Gutiérrez y producidas dos décadas antes de la caída libre neoliberal.

Veamos: Estados Unidos se atribuyó el triunfo absoluto en la Segunda Guerra Mundial e inmediatamente debió reorganizar las tornas de aquellas áreas donde su dominio sobre Europa pudiera ser puesto en duda. Por ejemplo, la cultura. Para parecer ricos-ricos los miembros de su élite económica optaron por acercarse a un sector de la elite intelectual al que, hay que decirlo, siempre habían despreciado. Fruto de esa unión fue parido un lindo diseño de diplomacia cultural que integraba a partes iguales propaganda y vanguardia apolítica neoyorquina y que, además, combinaba divinamente con las dictaduras (de Guatemala (Carlos Castillo Armas), Cuba (Fulgencio Batista) y Venezuela (Marcos Pérez Jiménez). La idea era producir reverencia, apego o, por lo menos, pavor indecible hacia todo lo que saliera de la Pax Americana.

Entonces, qué mejor que una exposición curada desde el Olimpo artístico occidental de la segunda mitad del siglo XX para ponerla a itinerar y enseñarle así a toda la humanidad cómo era (que se debía) vivir en paz (pero sin comunismo). Bien recuerda Edicionesréplica: la muestra fue un logro de lo mejor del poder de convocatoria del Museo de Arte Moderno de Nueva York más lo mejor del diseño museográfico de eventos temporales postBauhaus (a cargo del arquitecto Paul Rudolph) y lo mejor del mercadeo del Departamento de Estado estadounidense (una gestión de medios que ni Goebbels).

Por supuesto, cuando la muestra hizo su parada en el platanal, pasó lo de siempre: no se hizo. Y es a partir de ese traspié que Ruiz y Salazar aplican sus mejores estrategias como lectores de archivo para plantearse varios retos:

1.- la actualización de las premisas menos propagandísticas de la exhibición: mientras en «The Family…» se quería hacer correr la savia de una solidaridad intercultural enternecedora —o pendeja o racista, o colonial según se mire—, en «Un supuesto fotográfico» se pone a girar la cuestión, por reiteración y contraste, en los contenidos de las imágenes.

2.- la recuperación crítica de la museografía original para jugar con ella en las salas de un nuevo espacio: mientras en «The Family…» una arquitectura aséptica mantenía a distancia a la audiencia para señalarle el camino de la realización moral, en «Un supuesto fotográfico» la repetición de algunos tics de Rudolph (poner a dialogar grupos fotográficos en diagonal a través de la sala, montar fotografías cerca al techo en planos inclinados, replicar una curva con tela gris para separar ambiguamente dos escenarios) hace ir y venir a quien mira para que se pregunte más de una vez qué ve y por qué eso que ve está acompañado por X ó Y imágenes.

3.- el re-enactment de una curaduría/campaña-de-mercadeo malograda durante un proceso de tránsito político en Colombia: para lanzar hilos hacia el actual proceso de extinción de la enfermedad mental del uribismo, Edicionesréplica recupera el hecho de que mientras en «The Family…» todo era celebración de la democracia liberal (o muerte), en «Un supuesto fotográfico» se muestran imágenes bastante equivalentes a las producidas durante las movilizaciones que siguieron a la masacre de septiembre en Bogotá.

 

Observando la estructura de ambas curadurías, mientras los temas de la primera eran: «Amantes», «Matrimonio», «Embarazo» , «Nacimiento», «Madres nutricias», «Madre y bebés»,  «Niños», «Actividades familiares», «Padres e hijos», «Grupos familiares», «Tierra», «Trabajo», «Trabajo de mujeres», «Juegos adultos», «Música clásica», «Jazz y Blues», «Baile», «Música folklórica», «Comida», «A la rueda-rueda», «Relaciones», «Aprendizaje», «Muerte», «Expresiones religiosas», «Soledad y compasión», «Aspiraciones», «Tiempos duros», «Hambruna», «Inhumanidades», «Rebelión», «Jóvenes», «El juicio del hombre», «Votaciones» y «Rostros» (2) , los de la segunda siguen rutas menos idílicas.

Es decir que sin imponer cierres rigurosos entre capítulos (de hecho, esa decisión se subrayó con la proliferación de dípticos y polípticos), bien podría decirse que lo que se  intentó subrayar en Espacio El Dorado fue más la hipótesis sobre la construcción de un tipo de mirada. Es ahí donde aparece la primera ucronía: si los fotógrafos que integran esta colección supieron de «The Family…» ¿asimilaron sus premisas visuales? ¿de qué modo? A lo que se puede añadir otra cuestión: ¿cómo influyeron en su práctica los efectos visuales, el manejo e híperdramatización de los encuadres, la romantización de temas y personajes, los desarrollos técnicos?

 

La segunda ucronía. No hay que olvidar que en «Un supuesto fotográfico» se presenta a un grupo de productores visuales (que habían sido despreciados) como profesionales dentro de un campo artístico empeñado en proclamar la peor neofiguración pictórica (3) para inflar el mercado del arte y empezar a abrirle —nunca mejor dicho— campo al dinerillo que empezaba a llegar en torbellinos que terminaron empolvándolo todo. O que, cuando apenas miraba hacia la producción fotográfica se quedaba intentando extraer de ella su potencia antropológica. O que, peor aún, la descalificaba por lo mismo. Sobre todo porque percibía allí un vehículo de educación política que era mejor deslavazar.

Por ejemplo, para la participación de Colombia en la Bienal de Venecia de 1981 —sí, el país hacía presencia en escenarios internacionales de verdad, no en ferias chimbas de países donde tu presidente se va a limpiar vidrios los fines de semana—, el equívoco y responsable de la selección Darío Jaramillo Agudelo, defendía de forma aún más equívoca e irresponsable su decantación por el relato fotográfico que, según él, debía oscilar entre lo «tan lindo», lo «mmm… interesante» y lo «cómo se ven de bien esos pobres con esa luz marcándoles los rasgos»:

«Postularse, en nuestros términos, la demanda de los organizadores de la Bienal de Venecia, a saber arte de contestación en la década de los setentas, me alejaba definitivamente de las artes más tradicionales, de la pintura o la escultura, del grabado o del dibujo, o de incluso algunas de esas inclasificables manifestaciones del arte conceptual, a menudo contestatarias, pero siempre limitadas a un grupo de iniciados; y me alejaba porque no podía adoptar como válidamente contestatarias las expresiones de inconformidad y los testimonios comprensibles de unas minorías.» (4)

 

Es decir, Jaramillo quería que en su curaduría se demostrara que sabía hacer caso (pero tenía el gusto engodado) o que le gustaría incluir reivindicaciones políticas (pero sin reivindicaciones políticas). Sigue:

«No son los mecanismos letrados, en un país iletrado los que plantean las preguntas convenientes, las más convincentemente contestatarias; en definitiva, es en el escenario donde brotan las preguntas; y desde ese testimonio puede organizarse el juego, ordenando las fotografías como una baraja, dejándolas decir, confusa o límpidamente, con su lenguaje de luz y sombra, con su tiniebla o su resplandor sin sonido ni aroma, las preguntas más secretas, las más cómicas, las más triviales, las más heladamente contestatarias.» (5)

 

Toda una gesta de la curaduría nacional este trabajo de un funcionario de comienzos de la década de 1980. Con redefinición del oficio y todo: curar es seleccionar imágenes al albur de no tener qué decir, pero sin perder de vista que la condición sociológica del contexto de donde éstas procedan debería aparecer apenas enunciado.

Es aquí donde Ruiz y Salazar parecieran querer reparar esa lamentable acumulación de pifias curatoriales. Asumiendo subrepticiamente lo que podrían haber hecho de ser los responsables de esa decisión lanzan preguntas como: ¿con qué capítulos hubiéramos organizado la narración? ¿Habríamos propuesto una narración? ¿Habríamos privilegiado la blandura narrativa o habríamos mostrado la producción menos complaciente? ¿Será que el acervo que mostramos podría anunciar la pornomiseria que después marcó la decadencia de lo mejor de la fotografía y cine documentales de Colombia para el período 1960-1980?

 

Tercera ucronía: imagine a un Jose Darío Gutiérrez niño mirando revistas Life, Selecciones  y los cuadernillos dominicales de El Tiempo y El Espectador. Póngalo a recortar los segundos (a las revistas las cuidaba con mayor esmero). Déjelo crecer y permita que a sus manos llegue la Gaceta de Colcultura donde Jaramillo Agudelo destilaba verborrea pseudocuratorial. Impídale dañar su aprendizaje con esos párrafos jediondamente redactados. Acompañe su sorpresa al ver de nuevo las imágenes del listado de fotógrafos que venía acumulando pero que ahora parecían seguir otro programa iconográfico. Sonría mientras lo ve tratando de comprender el valor de uso de una misma imagen cuando se la pone en contextos diferentes —que una cosa es la foto de cuerpo entero de un adulto mayor que posa adelantando la pierna izquierda con elegancia mientras mira de frente y pone sus manos sobre una cámara de retratar antigua en la prensa política de la época y otra que esa misma imagen haga parte de una revista dedicada a la cultura. Abandónelo confundido por aún no poder mensurar el potencial de esas imágenes. Regrese décadas más tarde y note su interés por reconocer el modo en que su actividad como coleccionista  le permite incluso construir hipótesis sobre el arte que ha venido acopiando. Váyase y déjelo pensando —la idea aún no cuaja. Vuelva después de la pandemia, mírelo escuchando a un grupo de jóvenes investigadores que operan bajo un nombre que es un lema. Entre a la exposición «Un supuesto fotográfico» y pregunte si tiene catálogo. Regrese el 9 de abril siguiente. Fin.

 

 

 

Ediciónesréplica (José Ruiz y Arturo Salazar)

Un supuesto fotográfico: The Family of Man en Bogotá

Con la participación de: Guillermo Angulo, Fran Antman, Jaime Ardila, Henri Maurice Berni, Anthony Boccaccio, Peter Bock-Schroder, Carlos Caicedo, Helder Camora, Fernando Cano, Francisco Carranza, Efraín Cárdenas, Martin Chambi, Alfredo Correa, Jack Delano, Hernán Díaz, Efraín García, Abdú Eljaiek, Orlando Fals Borda, Georges Friedemann, Paolo Gasparini, Rob Gerstmann, Nepomuceno Gómez, Álvaro González, Ernesto Guhl, Eugene Harris, Girón Henríquez, José María Henríquez, Manuel H., Lewis Hine, Olga Lucía Jordán, Erwin Kraus, Dorothea Lange, Rusell Lee, Leopoldo III de Bélgica, Lezama, Nereo López, Luis Alberto Lunga, Camilo Lleras, Leo Matiz, Julia Elvira Mejía, Jorge Mario Múnera, Viki Ospina, Jorge Obando, Luis B. Ramos, Carlos Rivodó, Miguel Antonio Rodríguez, León Ruiz, Osvaldo Salas, Mady Samper, Sánchez, Arnaldo Santos, Fernando Scianna, Fabio Serrano, Kurt Severin, Ben Shahn, Felix Tisnés, Ricardo Tisnés, Sergio Trujillo, Francisco Urbin y Ray Witlin

Espacio el Dorado

19 de febrero – 9 de abril 2022

Bogotá

 

 

Notas

1.- ¿No sabe qué es una ucronía? Deléitese aprendiéndolo en The Plot Against America, de Pillip Roth. Sabrosura de pesadilla política que menos mal no sucedió.

2.- Véase MoMA Master Checklist. Listado tomado de https://assets.moma.org/documents/moma_master-checklist_325962.pdf?_ga=2.68026322.2132461626.1648585153-703376056.1648585152

3.- Véase, Guillermo Vanegas, «Shifra Goldman, «Perspectivas artísticas del continente americano», disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=_caRSDGF5jc

4.- Darío Jaramillo Agudelo. (1981). «Colombia en blanco y negro», en Hagamos cultura #1, Colcultura, Bogotá.

5.- Ibíd.

Guillermo Vanegas
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