Una andanada de fantasmas

Una andanada de fantasmas. Ghosts, de Felipe Lozano

Ghosts, del artista bogotano Felipe Lozano es un proyecto extraño. Pero no porque su autor le haya aplicado una deriva esteticista al protocolo GAN (esos algoritmos que fabrican imágenes de rostros humanos casi tan falsos como los de verdad); o porque haya redundado en la pregunta sobre la veridicción en un mundo lingüístico; o porque se haya enredado con la idea de que la inteligencia artificial va a pensar por sí sola en cualquier momento. Lo es porque su autor decidió resolverlo al óleo.

Antes de 1980, cualquier sujeto que ingresara a la sociedad del trabajo sabía que dependía de su labor para subsistir, difícilmente saldría de la rutina a que le condenaba su profesión, habría de tener una o dos o tres enfermedades laborales y su jefe seguramente se comportaría como su padre —qué asco. Es decir, el fordismo. Un paraíso de neurosis diferida donde se trabajaba con las manos hasta perderlas y era imposible hacer planes con la propia vida.

A partir de 1980, toda persona que haya abierto sus ojos al mercado laboral —legal— ha enfrentado el hecho de que su trabajo no la hará espiritualmente mejor, imprescindible dentro de un organigrama, candidatizable a un cargo mejor o la sacará de la clase donde nació —qué asco. Es decir, el postfordismo. Un paraíso de neurosis permanente donde se trabaja poco con las manos y es imposible hacer planes económicos más allá de un año.

Desde esta perspectiva, la diferencia entre ambos modelos depende del uso de los apéndices de las extremidades superiores humanas: si el trabajador tiene callos en sus manos o no. Este asunto para Felipe Lozano es primordial. Por una parte, porque su proyecto involucra el machine learning no para alelarse en sus resultados, sino para alterar su lógica: sabe que una red neuronal GAN depende de que alguien se la haya pasado metiéndole daticos a un programa para entrenarlo, éste se pusiera a corregir sus errores y siguiera produciendo más daticos. Es decir, un asunto aparentemente poco vinculado al mundo material que, sin embargo, posee plusvalor. En este sentido, Lozano, literalmente, metió la mano en ese bucle de retroalimentación para aprovecharse de los errores que contaminaban al algoritmo. Los detuvo en el tiempo, los sacó del intercambio y les aplicó el tratamiento analógico de la pintura sobre superficie.

No es casual que aquí Lozano complejice su trabajo como pintor superando los logros de  series como Los jóvenes mártires. En Ghosts introduce una mirada desde la tradición artística para reflexionar manualmente sobre la imagen contemporánea. No es casual entonces que hubiera recurrido al óleo ni que hubiera hecho retratos. Como bien se sabe, este es un procedimiento que exige paciencia y destreza; pero también, que produce sorprendentes efectos de ilusión  al traducir los tonos de la piel humana.

En breve, el artista decidió no mirar como tecnófilo centennial sino más como renacentista flamenco para ofrecernos detalles de la superficie de esos bits que son seres de bits. Dio una serie de pasos hacia atrás en la aparente evolución de la tecnología hacia su desmaterialización para recordarnos que en el universo visual siempre hay caminos de ida y vuelta.

 

Guillermo Vanegas
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