Segunda carta abierta a Gustavo Petro

 

Futuro presidente, juega con mis sentimientos. Me quedé esperando que confirmara a la hija del introductor del neoliberalismo en Colombia como su fórmula vicepresidencial. Quiero pensar que lo está pensando. Mejor, quiero pensar que va a decirle «no» a la idea más boba de la historia colombiana desde la Patria Boba.

 

Continuando la misiva donde le hablaba sobre la importancia de promover y proteger al arte de base del país, sigo con lo referente al «cumplimiento de los acuerdos de paz en su capítulo de impulsar una libre y sostenida producción de memoria histórica.»

Creo que ha notado que FEDEGAN, ha estado muy juiciosita en su tarea de convertir al Centro de Memoria Histórica en otro lote de engorde. Y que lo ha hecho con todas las de «su» ley: mayordomo propio, masacre laboral permanente y relato personal.

Aquí todo tiene que ver con el fenómeno que atraviesa la historia colombiana: hacer memoria en medio de una guerra civil eterna. Una situación altamente problemática, pero como ya le he dicho no irresoluble. Deje de creerle en eso también al uribismo, Presidente. Olvídese de la idea que implantó ese régimen de extender hasta el infinito su contrarreforma agraria a partir de un afán de venganza asesina.

Todo lo contrario, le recomiendo volver a fundar las bases de un nuevo republicanismo, donde el Estado recupere la confianza de su ciudadanía y ésta vuelva a entender que sus problemáticas obtendrán allí una escucha afectiva.

Hay una filósofa colombiana de quien le recomiendo todo. Entrevistas, ciclos de conferencias, libros editados, libros propios. Se llama María del Rosario Acosta. Ha trabajado los asuntos de memoria, historia, conflicto y arte. Sí, sí, acepto que en lo último tampoco supera el canon restreposalcediano (por José Alejandro Restrepo y Doris Salcedo), pero ese es un asunto menor.

Por ahora le sugiero prestar atención a la muy interesante manera en que propone acometer la labor de tratar de representar el terror en medio del conflicto sin caer en la revictimización de las personas afectadas ni en la glorificación de sus responsables.

Acosta propone una metodología denominada Gramáticas de la escucha, que parte de la idea de que en contextos «donde la violencia atraviesa de manera profunda y radical la posibilidad misma de la producción de sentido» es necesario repensar la manera de producir «una experiencia real de la escucha». Es decir, que para responder al desastre físico, psíquico y simbólico que trae la violencia sobre las poblaciones más pobres del país, hay que detenerse no tanto en su relato de los hechos como en su dificultad para narrarlos. Por esa vía se podrán reconocer tanto la enormidad de las agresiones y su progresivo perfeccionamiento del nivel de daño en sucesivos episodios de nuestra historia reciente (la «abominable originalidad» que Acosta retoma de Arendt), como una posibilidad para reconstruir la realidad a partir, casi, de cero.

La filósofa señala que poner en juego una gramática de la escucha implica permitir la construcción de sistemas que den, de nuevo, significación a lo aparentemente inenarrable. Canales de interpretación «capaces de enfrentarse al quiebre completo del sentido producido por la violencia [así] como a la posibilidad de comunicar y encontrar posibilidades alternativas de representación.»

Toda una propuesta donde, además, ni el artista, ni el filósofo o, como en su caso, ni el político, o, como sucederá luego de que gane las elecciones, ni el Estado que oye habrá de meterse a hablar por los demás. Es decir, donde el intérprete deberá asumir que ése, precisamente, es su papel: funcionar como intermediario pasivo, oído que no interpela, escucha generosa. Porque de más estaría que se quiera dar la palabra para terminar silenciando a la persona y empezar a hablar por ella.

Ya llevamos dos décadas de arte contemporáneo que se ha metido y perdido por esos meandros, Presidente. Acuda a Acosta y entenderá cuál podría ser la alternativa.

O sea, sí, por favor, en la noche de su elección llámela a saludarla y convénzala de venir a reconstruir el Centro de Memoria. Seguro lo hará bien.

Atentamente,

Guillermo Vanegas
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