Protocolo

En un intento de cierre del capítulo “Resolver-todo-a-punta-de-ESMAD” del mandato anterior (cuyo corolario fue el lamentable asesinato de Dilan Cruz), la alcaldesa Claudia López ha decidido apelar al uso de la inteligencia empática -o de la inteligencia a secas- y estrenó este 16 de enero un procedimiento de control social que vale la pena analizar.

Lo que se ha dado en llamar Protocolo de manejo de la protesta es, básicamente, un manual de buenas prácticas dirigido a los agentes de policía de Bogotá para recordarles que lo suyo es defender –no asesinar ni sacar los ojos, ni desaparecer, ni golpear porque sí– a los ciudadanos que pagan sus sueldos y pensiones.

La segunda y tercera etapas de este dispositivo siguen una dirección inédita en el panorama político del país. Dejando de lado el gaseoso recurso al que apeló como primera expresión de rechazo hacia quienes alimentaran acciones de “ruptura del espíritu pacífico de la movilización” (1), la alcaldesa también presentó a un cuerpo civil de intervención integrado por progenitoras de manifestantes y agentes del ESMAD, al que llamó Madres Gestoras de Paz. De la misma forma, destacó a las Secretarías de Gobierno y Cultura como entes encargados de gestionar las manifestaciones visuales que emergieran de las movilizaciones.

Respecto al grupo de Madres la incomodidad no tardó en aparecer. En principio, porque su presencia condujo a pensar en la instrumentalización del vínculo familiar propio de la idiosincracia colombiana (“madre no hay sino una”, “a la mama se respeta”, etc.). Sin embargo, ese tema (pobremente ilustrado en frases tipo regaño-tomado-de-la-vida-real impresas en las carteleras que portaban las mujeres que acompañaron a la alcaldesa durante el evento), resulta menor si se piensa en la delicada logística que exige la participación de estas ciudadanas durante una manifestación: más allá de que se harán presentes en las manifestaciones queda poco claro el organigrama dentro del que operarán o el apoyo que recibirán cuando sean víctimas de agresión durante los bloqueos o se vean afectadas psicológicamente por ser testigo de, digamos, el asesinato a sangre fría de un manifestante por parte de un agente del ESMAD.

Ejemplo: una Madre Gestora de Paz encuentra en una marcha a un tierno ciudadano que grita con ira infinita “¡Plomo es lo que hay!” Como es de esperarse, enternecida tratará de calmarlo mientras le invita a regresar al reino de la cordura. Pero, nada. El hombre se envalentona al ver a una mujer que le habla y la ataca.

En este punto cabe preguntar ¿cómo habrá de reaccionar la agredida? Es decir, al tratar con especímenes en tales niveles de psicosis mística, ¿contará con la ayuda de personas que garanticen su integridad? Ahora bien, si el paso al acto del hombre es respondido con una defensa exitosa por parte de la Madre ¿qué norma del Código de policía la cobijará en caso de denuncia penal por parte del energúmeno o abogados del bufete De la Espriella? Incluso, de ser perseguida y amenazada por parte de familiares y amigos del sujeto una vez concluyan las marchas ¿qué protocolo de protección habrá de salvaguardarla?

Los practicantes del performance más serios saben que 1.- esa expresión artística no se realiza con la improvisación como eje articulador, 2.- el performance es una práctica que apunta directamente hacia la democratización de la experiencia visual, valga decir a que cualquier persona, sabiendo cómo hacerlo, sea partícipe del acto creativo; y, 3.- el performance es una actividad extremadamente compleja, que exige una cuidadosa producción.

Es decir que la cuestión con las Madres va más allá de unas frases cotidianas sacadas de contexto al mejor estilo de la publicidad contemporánea. En realidad, se trata de un performance supremamente complicado. Sobre todo porque introduce en entornos complejos a personas que quizá no estén lo suficientemente preparadas como para responder a los riesgos que enfrentarán. Es decir, esta propuesta pareciera haberse afianzado, sobre todo, en un enorme pilar de buenas intenciones. Y, como las buenas intenciones no garantizan la seguridad física, desde la Alcaldía Mayor se debería pensar con detenimiento si antes de sacar a estas Madres a calmar infiltrados en las manifestaciones. Valdría la pena capacitarlas antes para que sepan cómo manejar situaciones de crisis. Es más, de llegar a existir ese procedimiento de capacitación civil, no sólo debería convocarse a las madres sino a la ciudadanía en general.

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En el caso de la díada de Secretarías de apoyo a la protesta, hay que sumar al optimismo porque las expresiones artísticasal fin– son tenidas en cuenta por al Administración distrital como parte de la construcción de tejido social, las posibles contradicciones de este mecanismo.

Del mismo modo a como le sucedió a la alcaldía de Gustavo Petro tras el asesinato del grafitero Diego Felipe Becerra, en este caso surge la misma pregunta sobre el límite que habrá de tener la manifestación visual derivada de las movilizaciones o el modo en que ésta habría de expresarse. Sobre todo porque, como el grafitti, la protesta depende en gran medida de la acción deliberada y de oposición. Adicionalmente, porque intervención directa y autocontrol suelen ir por separado.

En otras palabras: resulta de interés que la actual Alcaldía esté a favor de la movilización y permita, como se dijo, preservar los derivados culturales de ese fenómeno social. Lo interesante ahora es saber el modo en que se implementará esta importante propuesta: ¿se iniciará la gestión de un Museo de la Protesta? (como proyecto sería señero en el campo cultural nativo -tan dado al revisionismo de derechas, tan dado al olvido estratégico-); ¿este Museo sería una galería a cielo abierto? (con lo que se renovaría la triste presencia de tanta escultura republicana y/O modernista embellecida de grafitti, pero carente de contexto -del grafiti y de su emplazamiento-(2)); ¿desde qué cartera se garantizarán los fondos suficientes para que esa preservación sea visualmente digna?; como en el caso de la Casa-Museo Doris Salcedo, la gestión de este proyecto también incluirá sin mayor argumentación la presencia de la Cámara de Comercio y ArtBo?

Son muchos los interrogantes que abriga tan interesante manera de acercarse a la manifestación social. Pero, al mismo tiempo, es posible notar que el talante de la actual administración permitirá ir más allá de la interlocución basada en el terror -tipo el mandato pasado-, o el galimatías estúpido -tipo el mandato pasado-, o la agresión instantánea, -tipo el mandato pasado.

Notas

1.- Sin definirla claramente ni profundizar en su formato y/o implicaciones derivadas, apenas mencionó la necesidad de aplicar una “sanción social”.

2.- Al respecto vale la pena leer de Paula Matiz, Escultura en Bogotá. La poética de la ciudad, libro publicado por el IDPC, el año anterior.

Guillermo Vanegas
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