Minculturitis

 

En la tarde del 27 de febrero de 2023 nos enteramos que Patricia Ariza se enteraba de que ya no hacía parte del gabinete de Gustavo Petro. Su salida por la puerta de atrás reconfirmaba la letanía aquella de las-artes-como-cenicientas-de-la-política-de-gobierno, y de que el campo artístico debería seguir como siempre: esforzándose el doble por justificar su pertinencia. Sin embargo, volviendo sobre lo que se hizo desde esa administración hacia el sector, hay puntos a destacar. El primero: la convocatoria a una mesa de trabajo con agentes del mismo. El segundo: la salida de boomers del Área de Artes Plásticas y Visuales. El tercero: la enunciación de la redacción de unos estatutos para el campo. De allí derivaron varias situaciones: 

La Dirección de Artes Visuales se enteró de que el campo artístico no sólo mira con ansiedad lo que se programe mal desde ArtBo, también opera en circuitos complejos, exige representación dentro del organigrama del Ministerio, entiende cuando le aplican desprecio institucional y presiona —a su modo.  Fue en ese escenario donde se escuchó la necesidad de que alguien reemplazara al desvanecido Andrés Gaitán Tobar al frente de ese puesto y se prometió un nombramiento.

Luego, se presentó al nuevo Asesor en una segunda Mesa Ampliada. Allí, Andrés García La Rota se quedó a tomar nota de lo que se iba proponiendo, reforzando la actitud de escucha percibida durante la sesión anterior y dio a entender que lo suyo no iba a  ser la destrucción de un vínculo recién recuperado con los agentes artísticos. De ahí que atendiera la exigencia de planear nuevas Mesas en otras ciudades del país y con mas participantes (y a que empezara a resolver la agenda de encuentros que venía armando Ariza con otros sectores, tratando de recuperar los seis meses de retraso que provocó Gaitán).

Otro punto a destacar es que se abandonó la estrategia rola de obstruir artistas por ninguneo. Es decir, que si usted es funcionario de un ministerio de cultura le va mejor si entiende que pierde menos tiempo —y respeto— si no sataniza organizaciones artísticas ni redacta listas negras con los nombres de sus participantes, ni censura a quienes cuestionen su gestión o a quienes trabajen en colectivo por mejorar sus condiciones materiales de existencia. Es mas, si se tiene en cuenta que Colombia es un país que durante generaciones luchó por ganarse el primer lugar en persecución y amenaza de sindicalistas, no deja de recibirse con optimismo —y por mi parte, con una enorme sorpresa— que a este tipo de encuentros se hubiera invitado a una agrupación sindical que desea operar en el campo. En este punto me pregunto, ¿un sindicato de artistas le habría parecido lo suficientemente sexi a Carolina Ponce, Jaime Salón o Andrés Gaitán, el del dron, como para coincidir en público con ellos bajo un mismo techo? Conociendo su clasismo y accionar administrativo, seguramente no. O sí:  los habrían invitado a una reunión —pero con nadie, en otra dirección y donde no hubieran cámaras—, para luego cancelarlos.

Lo más paradójico de este microperíodo administrativo de Ariza fue que sirvió para demostrar que a veces es bueno que la gente no te ponga tanto ciudado. O trate de entender qué necesitas y te dé otra cosa. Me explico: a pesar de que cayó mal su simulacro de consideración cuando llegó al final de la segunda Mesa Ampliada con el sector, lo dicho por quienes participamos en esa sesión llegó hasta donde debía llegar. De lo contrario, podrían haber pasado cositas más o menos jartas. Por ejemplo, la reversión del lanzamiento del Portafolio de estímulos a una semana de su lanzamiento (inspirada por una epifanía de teoría del arte contemporáneo mediante la cual Ariza comprendía, súbitamente, que había vida más allá del arte urbano y que podría instrumentalizar la técnica artística que quisiera.)

 

Quienes defienden la gestión privada como único soporte de generación de riqueza en el país, pasan por alto que el Estado no sólo está para pedirle a los empresarios que paguen impuestos por usar recursos e infraestructura pagada por todos, o para darle puesto a sus hijos o para que los rescate cuando se perrateen la plata de sus propios negocios. De ahí que en una perversión proveniente de ese  voluntarismo de mantenidos con ínfulas de emprendendores, es que sueñen con regularse a sí mismos y que la ley no les cobija. O sí, pero para matar más de hambre a las bases obreras que mal-contratan. 

Trayendo esta situación al campo artístico, una de las actuaciones que más enfatizó Ariza fue la de actualizar una legislación que abarcara la gestión de los distintos campos del país. De hecho, para el de las artes visuales es poco lo que se conoce y bien podría aprovecharse la coyuntura de su salida para empezar a comunicar desde la oficina del Asesor de Artes Plásticas y Visuales qué se alcanzó a discutir, qué se tenía presupuestado, con qué cronogramas y a quiénes se buscaba beneficiar.

En otras palabras, si se iba a seguir dándole atención/dinero a negocios que no tuvieran que ver con arte ni estimularan a nadie más que a sus dueños, o si se iban a implementar más políticas para que los artistas permanecieran en la miseria o de qué modo se les iban a complicar las ya onerosas reglas del juego a que viven sometiéndose. Sobre todo porque la porquería de la Ley naranja sigue ahí y nadie quiere untarse recogiéndola.

Lo otro que olvidan los evangelistas de este neofeudalismo para las artes visuales es que la regulación de procesos a niveles de mercado, tributación y contratación laboral contribuye a reemplazar la lógica neoliberal de que todo es tierra de nadie donde gana quien explote mejor, amenace más a sus pasantes o haga que no conoce las normas. Es decir, que los protocolos claramente consensuados, mejor redactados y suficientemente conocidos son una de las modalidades de la democracia.

Finalmente, la sacada de Ariza revivió el fantasma muermo de Maria-incaPaz. Sobre todo por la fotico  desafortunada de la reunión Petro-Gaviria-Toro. No obstante, la evolución alcocerista de los acontecimientos lleva a pensar en un plot twist donde, de todas formas, el campo artístico quedará cojo: léase el perfil de «Adriana Mejía Aguado», en Artesanías de Colombia, recuérdese que la dama dirigió durante un ratico la Alzate durante la alcaldía del hoy presidente, desde ese puesto contrató la fabricación de un Obelisco  de palo que habría de itinerar por la ciudad  y fíjese con mayor preocupación que más que darle clases de piano a las hijas de Gustavo, es su abogada. Así que, ajá: qué miedo. 

Guillermo Vanegas
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