En la última muestra de este espacio expositivo que ofrece un mirador de los cerros orientales se toma una frase del himno bogotano para en dos miradas, pieza y ventanal, comentar causas y sugerir paisaje. Alude al deseo del fin de la lógica de la hostilidad del diario vivir ciudadano, en un lapso especulativo, Bacatá, colonia, república y alguna otra posible en donde felizmente no estemos.
Si viajeros ilustradores y fotógrafos nos mostraron un pasado, el trazado de la actual ciudad, de crecimiento “ilimitado” y planificación en base al deseo de acumulación que incrementa la desigualdad perjudicando barrios obreros, no sustentable, de ausente curaduría urbana, metro elevado, la del olor a bazuco y meados soleados, el escaso e invadido espacio público y competido lugar para el ejercicio de los derechos básicos como al aire limpio, el silencio o la movilidad pública digna es una reimaginación para volver a algo.
Un futuro sin ciudad en donde la naturaleza venza al antropoceno, hecho devenir natural geográfico sin huellas nuestras; un archivo imposible, una tesis de ciencia ficción y/o el mal chiste del resignado que rechaza los tendidos eléctricos visibles. Es proponer paisajes como los Pintores de la Sabana; la observación contemplativa, lo bucólico y la sorpresa de encontrar líneas, formas y luz. El “ordenamiento en torno al agua” promovido por el progresismo podría terminar como cree la derecha: un desastre, un diluvio exterminador de sus bienes, una escena en donde en caso de sobrevivir necesitarían la segunda visita de Bochica para desinundar. Una cartografía no medible, en tiempo no cuantificable.
Despidámonos.
–Luis Hernández Mellizo

