Los 15 mejores en el campo del arte colombiano de 2020

Como el coronavirus llegó para ralentizarlo todo, éste conteo no alcanzó a las consabidas 18 postulaciones de años anteriores. Sin embargo hubo asuntos del campo artístico colombiano durante este increíble 2020 que no mencionarlos sería de una mezquindad digna del actual Ministerio de Cultura:

 

15.-La penosa agonía de ArtBo. Todo lo que podían hacer mal, lo hicieron peor (y en formato webinar)

14.Los archivos de Beatriz González. Con curaduría de  Natalia Gutiérrez y José Ruíz, esta selección de imágenes complementaba con mesura la ansiedad por la canonización en vida de la Retrospectiva dedicada a la Misma Autora en la Misma Institución al Mismo Tiempo: una egoteca enorme, un proceso creativo de décadas, la comprensión de cierta genealogía del arte contemporáneo nativo y la explicación al absurdo de que González haya decidido enredarse con la pandilla de artistas colombianxs pornoconflictivxs. Le sobran las cortinas leylacardenasescas.

13.-#SGRPROMO. El sistema de promociones que la galería SGR implementó para responder a su manera a la crisis del mercado artístico durante la cuarentena. Modelo —mal— copiado después por ArtBo y otras galerías que supo demostrar su eficacia porque su responsable, Steven Guberek, linkeó oportunidad y rapidez con precios bajos en una agresiva campaña de redes que logró mantenerlo a salvo (mientras el resto de marchantes rolos acudían en procesión a la sede de la feria de arte uribista, creyendo que allá había una cabeza que les ofrecería ayuda o, por lo menos, algo).

12.- APP. Cooperativa de artistas impulsada por Ada León, Angélica Teuta y Gabriel Zea para responder a la crisis desatada por la pandemia a la vez que recuperar el control en la tasación y venta de objetos de arte en el campo artístico local. Portafolio de artistas reconocidos o no tan reconocidos que se desmarca del habitual centralismo de este gremio, para abrir su oferta a autorxs ubicados allende Rolotá.

11.- Historia de La Caricatura en Colombia (Tomos I, II & III), de Beatriz González. Una recopilación cara, sí, y forrada en imitación de seda, sí. Pero que con su apariencia de sufragio con el que se amenazaba periodistas durante la Primera guerra contra las drogas y sindicalistas y profesores durante el uribato, conceptualiza la situación de riesgo constante que ha amenazado este ejercicio de opinión en nuestra sociedad. Una ardua indagación que exige paciencia para abarcar sus casi mil páginas y notar las sutiles idas y venidas que da su autora para perfeccionar su evaluación de esta delicada labor de narrativa histórica.

10.-La carta de los artistas. El 20 de abril del presente año, 900 agentes del campo artístico local dirigieron una sentida carta a Duque y su pseudoMinistra de Cultura, buscando hacerles entender las tremendas condiciones económicas que como gremio estaban enfrentando a comienzos de la cuarentena. Por supuesto, ese par jamás comprendió de qué se trataba, el Ministro de Cultura (Fascista) Felipe Buitrago se le atravesó a la misiva impidiendo una respuesta clara desde su despacho y como castigo fusionó todas las convocatorias artísticas para 2021 en el adefesio conocido como Ley Reactivarte.

9.-Otra Victoria así y estamos perdidos. Ana María Montenegro presentó en Espacio Odeón un agudo ensamblaje visual que involucraba ucronía, reinterpretación histórica y cinefilia. Partiendo de que la película que reconstruía el asesinato de Rafael Uribe Uribe —y que inauguró la carnicería política en nuestra amada tierra—, desapareciera luego de un dificultoso estreno —como no podía ser menos en esta parroquia—, Montenegro lanza una serie de hipótesis rompiendo la cuarta pared, para explicar el absurdo de que en este país la oposición ideológica deba existir bajo permanente amenaza de muerte.

8.-Pogo de manos. Segundo libro del dibujante caleño Luto, con el que demuestra que lo suyo es la narración en secuencia analítica, postirónica y antipolíticamente correcta. ¿Por qué? Porque sus relatos no sólo se configuran a partir de una diagramación deliberada capaz de proponer sorprendentes énfasis temporales, porque entiende que los tropos que han atosigado la discusión pública durante los últimos años terminaron secuestrados por polarizadores profesionales —más sus ad láteres— y porque la actitud políticamente correcta es la verdadera traducción de la hipocresía política. ¡Leedlo!

7.- Narcolombia. Con diseño, diagramación y curaduría de Paula Leuro y Andrea Infante, este fanzine presenta los avances de una investigación (encabezada por Omar Rincón, Lucas Ospina, X. Andrade, con coautoría de Gabriel Linares, Fernando Salamanca, Ana Catalina Correa, Mateo Gómez Pinto, Mauricio Salinas Rozo, Nicolás Galindo y el Semillero de Antropología Visual del Departamento de Antropología de la Universidad de los Andes), que augura una exposición imprescindible para darle forma a la historia del país a partir del asesinato del Ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla; entender el auge del uribismo (y a la plaga que lo ha sostenido durante los últimos veinte años); comprender la desastrosa economía del país (y que aún continúe); o saber por qué nunca ha habido un mercado del arte sostenible en este lodazal. Por supuesto, gratis.

6.- La cuenta de Instagram de @niconsuegra. ¿Quiere saber qué pasa realmente en nuestro microcampito? ¡Carpetazo a Reemplaz0 y esfera! Cada día su responsable enlaza historia del arte contemporáneo nativo con interpretaciones del arte hegemónico más críticas al santoral boomer y Gen X local (los fieles de las congregaciones Flora y Oración Fuerte a AburriDoris) mediante rigurosa enumeración de sus prominentes mañas institucionales. Todo aderezado con humor semiescatológico, juegos de palabras à la Ad Reinhard y memes inquietantes.

5.- Saltando Matones. Repite Nicolás Consuegra, esta vez como motor de la maquinaria que impulsó la edición/impresión/distribución/complejización-del-aura de la obra que hicieran Juan Mejía y Wilson Díaz en 1996 y que constituyera un aporte seminal —nunca mejor dicho—, al arte postmoderno colombiano. Además de integrar múltiples decisiones gráficas para enriquecer la edición, Consuegra aporta un complejo ensayo en el que analiza la obra de Mejía y Díaz desde, por lo menos tres enfoques teóricos, más una excelente banda sonora a pie de página.

4.- La línea editorial sobre arte contemporáneo colombiano que reeditó (Halim Badawi, Historia urgente del arte en Colombia), puso a precio serio (Martín Nova, Conversaciones con el fantasma), o distribuyó mejor (Santiago Rueda, Plata y plomo. Una historia del arte y de las sustancias (i)lícitas en Colombia) Editorial Planeta. Saludable pero extraña apuesta en nuestro panorama local por lo atrevida y concentrada, que al mismo tiempo revela la ansiedad de su editor por convertirse en el Quinto Evangelista. PD: Adolece de una generalizada repulsa al buen diseño gráfico.

3.- Escaleras futuras en la Galería Santa Fe. Breve pero sustancioso paneo al postinternet nativo que valdría la pena itinerar y complementar para poner a prueba su sabor local. Sólida presentación en sociedad de MSD (Daniela Gutiérrez, Sebastián Mira) como equipo curatorial dispuesto a tomar el relevo.

2.- Departamento temporal de los objetos. Cultura material doméstica en Colombia 1950-2020. Otra más en la Galería Santa Fe (¿vieron que sí hacia falta?), esta vez curada por Liliana Andrade, José Sanín, Giovanni Vargas y Bernardo Ortiz. Si el título no le invita, por lo menos permítase disfrutar una selección ecléctica de cultura material endémica-hibridizada-customizada-artistizada articulada como muestra de diseño tipo MoMA. Imperdibles los comerciales en pequeñas pantallas a lo largo del recorrido y la línea de tiempo que más que nostalgia incita al empute por contabilizar todo lo que echó a perder la Apertura Económica del mandato de César Gaviria (y su ralea).

1.- La pandemia. ¿Resetear la burbuja que tenía empendejadx a tantx artistx, galeristx, curadorx, profesore de arte, Facultades, roticos anexos y amanecederos? ¡No se diga más!

Guillermo Vanegas
Guillermo Vanegas on FacebookGuillermo Vanegas on Instagram