LA LEY NARANJA NO SERÁ TU MEDIA NARANJA

La cultura y el espectáculo deben empezar a tener diferenciaciones en Colombia, en tanto que las construcciones intelectuales y populares de la cultura distan del modelo mercachifle de alienación cultural producido por la farándula mediática. Esa discusión está por darse y debería darse en una democracia pluralista y pluricultural.

La llamada “Economía creativa Ley naranja No: 1434 de 2017” presenta en principio, una serie de fórmulas que usan los términos propios de las artes y la cultura sin siquiera entender de qué trata, en qué consiste y para qué es la cultura. Más aún: en un país con las dimensiones de resiliencia y memoria que requiere Colombia el uso ambiguo de los términos de la cultura es irresponsable. Tampoco se tiene en cuenta que la institucionalidad cultural del país tiene apenas 20 años (cumplidos el año pasado), que es una infraestructura institucional débil y presupuestalmente vergonzosa e irrisoria para la cultura de un país. El presupuesto de la cultura en Colombia debería darle vergüenza a la clase dirigente tradicional y la ley naranja presenta en principio graves incongruencias, falencias teóricas y técnicas frente a la realidad del desarrollo precario de la cultura en Colombia usando de manera irresponsable los términos propios de la construcción del campo cultural.

Y es que esa clase política tradicional que en Colombia ha gobernado en las últimas décadas, es la misma de la apertura neoliberal iniciada en el gobierno de César Gaviria y que han continuado sus sucesores, pero que concreta la más devastadora crisis interna de país durante el gobierno de Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos a través de los TLC´S, que uno promovió y otro firmó: no le tembló el pulso. Nos quebraron el agro, nos quebraron el campo, y por otro lado, al concentrar el presupuesto nacional principalmente en la guerra, tienen al borde de la quiebra a las universidades públicas del país que literalmente se están cayendo a pedazos. Así mismo ocurre con la red pública hospitalaria, mientras tanto la cultura y el deporte sobreviven con la raspadura de la olla del presupuesto nacional. ¿Acaso la intelectualidad, artistas, gestores culturales, deportistas y agentes sociales del país no pagamos impuestos, para merecer tan vergonzosa  inversión?. En un país decente no ocurre eso: la educación, la cultura, la salud y el deporte están en los primeros renglones de inversión de los dineros públicos.

Asistí en el año 2016 al Gran Debate sobre la Cultura en Colombia organizado por la Revista Semana. Entre los diversos panelistas, el investigador sobre Políticas Culturales en América Latina, César Castellanos arrojó un dato demoledor, que artistas y gestores culturales colombianos debemos poner en el debate público: “El Ministerio de Defensa gasta en cuatro días la misma cantidad de presupuesto equivalente al que recibe el Ministerio de Cultura para un año”. Anexo un dato más: existe un tratado internacional en el que Colombia se comprometió a llevar el presupuesto de la Cultura al 3.0% del PIB, y sin embargo ha incumplido, el presupuesto de la Cultura nacional no llega ni siquiera al 0,2% del PIB.

Dicho esto, sobre la llamada Ley naranja hay que ver cómo, desde las formaciones santistas-uribistas surge un joven que maneja un pensamiento atado al siglo pasado: al siglo XX, no al del siglo XXI y que se muestra cómo “renovación”. Iván Duque, hijo del exministro de “desarrollo” Iván Duque Escobar, por supuesto, de pensamiento neoliberal y perteneciente a la misma clase que siempre ha gobernado. Se dice entre pasillos que el joven-dudosamente-joven Duque se le volteó al Presidente Santos al inicio de su gobierno cuando no le dieron el puesto que él quería: el Ministro de Cultura o el de Hacienda. Y que se fue con el Centro Democrático, partido que por cierto, tiene fuerte aversión a los intelectuales. Tal anécdota Ministerial fue señalada por el columnista Ramiro Bejarano. De allí, Duque se va a trabajar al BID y empieza a mezclar aspectos de los modelos económicos que promueven los intereses de ese órgano poniendo a la cultura dentro de ese costal. Desde allí, aplica en su caso, el famoso dicho: confunde y reinarás, que luego aprendió siendo parte de la bancada del centro democrático cuyo jefe es Álvaro Uribe, conocedor práctico de ese refrán.

Allí, en un documento en el que se usan de manera vaga e irresponsable los términos propios del campo de la cultura, tramitan la Ley naranja. Ley que por demás, fue INCONSULTA con el sector cultural en los territorios del país y se limitó a algunos allegados de farándula y uno que otro artista de derecha. Una anécdota curiosa e incoherente del inexperto Duque es que, curiosamente, cuando lanzó su libro de Economía Naranja, lo hizo en un centro comercial de la élite bogotana más no en un Centro Cultural de la capital o de alguna región. Uno pensaría que un libro sobre cultura se lanza en un centro cultural con un evento de debate de ideas, debate que ni ocurrió ni ha ocurrido.

Y esto se soporta en el hecho de que quiénes hemos sido Consejeros de Cultura en los años recientes en las diversas regiones del país -entiéndase órganos consultivos de la cultura en departamentos, municipios y distritos dados a través de la Ley General de Cultura de Colombia, Ley 397 de 1997-, no se nos hizo partícipes y no fuimos consultados sobre dicha ley. ¿Se trata de algún tipo de engaño a la cultura pública por parte del hoy presidente?…

La Ley Naranja tiene varios aspectos preocupantes, que por lo breve del texto solo enunciaré dos: el Artículo 5 – Punto 2: Que habla de “Industria Cultural y Creativa” y donde, de manera irresponsable se plantea un genérico en el cual no hay una caracterización básica que defina los supuestos mezclados entre lo público y lo privado, es decir que no se traza una línea de diferenciación entre la cultura de acceso público y la cultura de acceso privado, lo cual tendría repercusiones en el acceso a la cultura por parte de las clases sociales medias y bajas que en la realidad colombiana encarnan la lucha por la subsistencia básica y no tienen, como en otros países, un salario digno con el cual la cultura llega a ser parte de la canasta familiar semanal.

Otro aspecto preocupante a enunciar son el Artículo 7- Punto 12 y el Artículo 11: Correspondientes a la financiación de tales “emprendimientos”, término que se usa para vender humo de manera politiquera y que en algún debate merece revisarse de manera profunda. El asunto es que la financiación de tales proyectos y programas tendrían una base de préstamos o créditos con Findeter y Bancoldex. ¿Quiere esto decir que la cultura en Colombia ahora va a mutar su funcionamiento para pasar a hacer cultura a crédito deuda con bancos?¿Un gobierno neoliberal empobrecerá más los exiguos recursos públicos del Ministerio de Cultura sacándole el cuerpo a aumentar su inversión?. Este tema de acceso y riesgo de privatización de la culltura con la ley naranja lo pueden consultar en algunos artículos de prensa (1).

Puedo decir con la experiencia que desde las universidades advertíamos años atrás, que el modelo neoliberal quebraría varios sectores de la economía y anexar ahora que la Ley Naranja es un apéndice de esa economía que ya quebró el campo colombiano, la educación y la salud. Y pondrá en enorme riesgo a la cultura de los territorios del país, favorecerá a unos pocos mercaderes de la farándula, la logística y organizadores de shows de entretenimiento como los que se ven en los canales de televisión privados del país, o lo que se escucha en las emisoras conocidas como música de cantina o música para emborracharse. Y no digo que estos géneros no deban existir.

Se debe empezar a identificar y caracterizar ¿Qué es la cultura en Colombia y qué pasa con el Estímulo a los Procesos de Investigación, Creación, Formación y Circulación de las Artes y la Cultura?, que deberían ser el deber prioritario, con una inversión que multiplique 30 veces todas las becas y premios de las Carpetas de Estímulos y Concertación nacionales y se creen nuevos programas en las áreas artísticas y culturales. Otro dato que hay que dar aquí, es que la Ley General de Cultura 397 de 1997 establece la creación de Estampillas Pro Cultura en municipios, departamentos y distritos del país para financiar los estímulos mencionados y en un diagnóstico de conversación entre artistas y gestores culturales se visibiliza que de esos recursos, la mayoría se gastan en ferias y fiestas de pueblo dejando sin financiar durante el año el Estímulo a los procesos artísticos y culturales. Hay que decir en este punto que en el Ministerio de Cultura se han hecho los de la vista gorda, que quién escribe, lo ha cuestionado directamente en el Ministerio: pónganse pilas gente del MinCultura con este punto específico. Es en serio; aplaudo y saludo su ardua labor, pero atiendan este asunto.

Finalmente quiero expresar aquí una conversación e hilo que escribí en el twitter de la activista Mafe Carrascal, quién compartió e hizo un cuestionamiento a un video de la actual campaña del candidato Iván Duque; crítica que es muy importante en tanto que aparecen una serie de cantantes y personas de la farándula colombiana apoyando al candidato y aplaudiendo el genérico embeleco de la ley naranja:

¿Dónde están los académicos, intelectuales, científicos, Premios Nobel, movimientos sociales, activistas, los artistas de verdad que hacen teatro y música que transforma, la gente decente, quienes luchan contra la corrupción? Ah, están con @petrogustavo y @angelamrobledo.”

A esa opinión de la activista, aporté en su twitter un hilo de ideas del cual pongo aquí dos comentarios de dicho hilo:

Mafe, este video demuestra la absurda, limitada y sesgada visión que tiene Duque sobre el arte y lxs artistas. Hoy ante todo: ser artista es ser investigador (a) de la realidad y a partir de allí crear y agenciar procesos culturales y sociales. (…)

@IvanDuque debe responder a Artistas y Gestores Culturales Nacionales: ¿Por qué su trámite de la Ley de Economía Naranja a la Cultura y el modelo que propone ha sido una ley INCONSULTA con el sector cultural de los territorios en Colombia y se redujo a un grupo de sus allegados?”.

Por todo lo anterior, la ley naranja no es mi media naranja. Prefiero buscar media parte de aguacate y el vuelo de las abejas, mi voto es por la Colombia Humana que representan Gustavo Petro y Ángela María Robledo. Somos millones de “api-cultores”.

Santiago Gonzalez
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