La imposibilidad de una política real* **

Por: Nihal El Aasar

*Traducción: Guillermo Villamizar

**Tomado de: Africa is a Country

Tras la Primavera Árabe, la izquierda africana quedó desmoralizada y desorganizada. Sin embargo, un libro reciente sostiene que la revolución continúa en la vida cotidiana.

Han pasado doce años desde la Primavera Árabe y tanto Egipto como Túnez se enfrentan a una dura crisis económica. Ambos se encuentran actualmente a merced de programas de ajuste estructural extremadamente desfavorables impuestos por el Fondo Monetario Internacional, dependen en gran medida de las importaciones de alimentos, están sumidos en la deuda y se enfrentan a tasas de inflación históricas con subidas sin precedentes en los precios de los alimentos. Esta grave situación económica se ve agravada por la incesante escalada de medidas autoritarias en ambos países. El ambiente reinante indica que la contrarrevolución se ha impuesto y que las vías a una posibilidad de emancipación se han reducido casi hasta desaparecer.

Sin embargo, cada año, cuando se acerca el aniversario de las revueltas de enero surge el pavor, no sólo porque nos incita a reflexionar sobre la derrota, sino también por el constante aluvión de análisis que nos inunda abordando las mismas cuestiones cada año y revelando un deseo insaciable de responder a preguntas de las que probablemente ya conocemos las respuestas. Abundan las preguntas sobre el horizontalismo o el verticalismo, liderazgo o falta de liderazgo, que se remontan a la ruptura entre Stalin y Trotsky, y que han dividido eternamente a los del bando de 1917 frente a los del bando de 1968. Espontaneidad contra organización ad infinitum.

Sin embargo, un libro que destaca en este género es el libro Revolution Without Revolutionaries: MakingSense of the Arab Spring, de Asef Bayat. Publicado en 2017, se ha convertido en uno de los más citados en este campo. En él, el sociólogo iraní-estadounidense lidia con la idea de lo que significa la revolución en una era posterior a la Guerra Fría. Bayat —correctamente en mi opinión— atribuye el fracaso de los levantamientos de enero, a pesar de su extraordinaria movilización y resistencia, a la falta de visión revolucionaria, de organización política y de articulación intelectual por parte de sus líderes. Lo hace comparándolas con las revoluciones de la década de 1970, cuando el concepto de revolución se basaba en gran medida en el socialismo y el antiimperialismo. Por el contrario, los levantamientos de enero, afectados por la OeNe+Gización del mundo, parecían más preocupados por la democracia, los derechos humanos y la rendición de cuentas.

Apartándose del enfoque que adoptó en Revolution Without Revolutionaries, Bayat —en su sexto y último libro, Revolutionary Life: The Everyday of the Arab Spring, publicado en 2021—decide centrarse en lo granular más que en lo estructural, centrándose en los «no movimientos», como él los denomina, dando primacía a «lo que la revolución significó para la gente común y corriente». Centrándose en Egipto y Túnez, el argumento de Bayat es que los acontecimientos de 2011 pusieron algo en movimiento, y trajeron un conjunto diferente de relaciones sociales en la vida cotidiana. El libro es rico en ejemplos de esta resistencia cotidiana en ambos países, que abarcan diferentes categorías.

Con el concepto subalterno como punto de partida, Bayat intenta investigar la relación entre lo «ordinario» y lo «extraordinario», o lo «mundano» y lo «monumental». Evocando a Antonio Gramsci y al antropólogo y anarquista estadounidense James C. Scott, se centra esta vez en la sociedad civil y la resistencia cotidiana, frente al enfoque macro que utilizó en Revolution Without Revolutionaries, con el objetivo de encontrar la conexión entre ambos enfoques. También pretende dar a los subalternos «agencia» en relación con los momentos revolucionarios. Esto se pone de manifiesto incluso en la denominación de los capítulos del libro (los pobres y la plebe, las mujeres, los hijos de la revolución, etc.), asignando una experiencia propia a cada grupo. Con ello intenta hacernos reflexionar sobre el significado de la revolución, proporcionándonos una narrativa alternativa que no cae bajo el binario de el «éxito» y la «derrota». Su fuerza reside en que rechaza el paradigma derrotista en que se ha convertido la narrativa predominante respecto de los levantamientos.

«Una revolución “fracasada” puede no serlo del todo si tenemos en cuenta las transformaciones significativas que pueden producirse en el plano de lo “social”», sostiene. Podría decirse que este enfoque responde a una especie de optimismo teórico que se niega a rendirse ante la derrota. Sin embargo, nos incita a reflexionar sobre lo sombrío de la realidad actual tras la contrarrevolución, en el que estas resistencias cotidianas —que se puede argumentar que son universales y están presentes en todas las sociedades, no sólo aquellas que han sufrido transformaciones políticas recientes— son algo que hay que celebrar.

Aunque el intento de replantear la revolución desde la óptica del «fracaso» o la «derrota» es notable, la propia premisa del libro es indicativa de la imposibilidad actual de la política real, ya sea en Egipto o en Túnez. Su ausencia justifica la celebración y la necesidad de documentar las minucias de estos actos cotidianos.

Los capítulos del libro, muy bien documentados, están divididos temáticamente y cada uno aborda un aspecto demográfico diferente de la revolución. Aunque estos capítulos rebosan de ejemplos, la elección de dividirlos en categorías que sin dudarlo son consignas liberales, expresa bien esta ausencia de política por defecto a la hora de reproducir los sujetos culturales. ¿No preferiríamos desarrollar posiciones de clase que atraviesen estas categorías sociales en lugar de tener significantes como «los pobres» o «los niños»?

En el capítulo Madres e Hijas de la Revolución, Bayat menciona al menos tres ejemplos diferentes de mujeres que se han quitado el hiyab como ejemplo del cambio de actitudes sociales. Un ejemplo es el de una mujer que dejó su trabajo de publicidad en el sector empresarial para trabajar en la sociedad civil y los derechos humanos y se quitó el hiyab. Otro fue el de una mujer que se quitó el hiyab y se casó con un defensor de los derechos humanos; otra se armó de valor para viajar sola y también se quitó el hiyab. Aunque estos ejemplos no constituyen la mayoría de los ejemplos de resistencia cotidiana que se dan en el libro, sugieren una dependencia excesiva de la experiencia anecdótica y presentan como resistencia lo que son actos de rebelión extremadamente individualizados.

No obstante, Bayat explica que entiende que estas categorías son más complejas que sus títulos y que pueden dividirse en función de la clase o la raza. Sin embargo, se muestra cauteloso ante un «marxismo reduccionista» que tiende a «reducir las múltiples fuentes de disidencia subalterna», y hace hincapié en la importancia de la formación de la sociedad civil, invocando la utilización que hace Gramsci de la sociedad civil como forma de contrarrestar el vanguardismo leninista (entendido como un pequeño grupo de élite que dirige la revolución en nombre de la clase obrera). En el sentido gramsciano, el método a través del cual la clase obrera puede desafiar esta dominación hegemónica es a través de la creación de instituciones culturales envueltas en movimientos populares de amplia base que se desarrollarían orgánicamente a través de la sociedad civil. Sin embargo, no creo que esto se traduzca en el concepto de sociedad civil tal y como se utiliza hoy en día.

Como sostiene Adam Hanieh en Lineages of Revolt, la idea de sociedad civil la defienden sobre todo las organizaciones internacionales y las instituciones financieras internacionales, vinculándola a las políticas económicas de libre mercado como baluarte contra el autoritarismo. Para Hanieh, «la dicotomía Estado/sociedad civil sirve para “conceptualizar” el problema del capitalismo desagregando la sociedad en fragmentos, sin una estructura de poder global, sin una unidad totalizadora, sin coacciones sistémicas; en otras palabras, sin un sistema capitalista, con su impulso expansivo y su capacidad para penetrar en todos los aspectos de la vida social». En su lugar, propone que la clase se utilice como la «categoría social clave desde la que comprender la dinámica de cualquier sociedad, distinta de la noción general de sociedad civil (tal y como se entiende convencionalmente)».

Bayat también se refiere a la obra de James C. Scott como una desviación necesaria de este «economicismo» marxista a la hora de pensar en la resistencia, y le atribuye el concepto de resistencia cotidiana.

Sin embargo, Bayat sostiene que existe cierto reduccionismo en la obra de Scott al centrarse únicamente en la resistencia cotidiana como estructura para el cambio, y en este libro pretende salvar la brecha entre el estudio de la resistencia cotidiana y el estudio de las revoluciones utilizando un enfoque combinado para analizar la Primavera Árabe. Scott acuñó el término «resistencia cotidiana» en su libro de 1985 Weapons of the Weak [Armas de los débiles] para describir los actos cotidianos de resistencia que no son tan impactantes u obvios como otras formas de articulación organizada y colectiva de la resistencia, como las revoluciones.

La resistencia cotidiana o infrapolítica, como él la denomina a veces, está más dispersa y no es tan visible para la sociedad o el Estado. Aunque Scott concibe la resistencia como un acto o actos que podría tomar un colectivo, su concepción de un colectivo es meramente la de un grupo de individuos no organizados. En esta concepción de la resistencia como la experiencia vivida por individuos dispersos con agravios específicos que deciden actuar al margen de una acción colectiva calculada, es poco probable que esta resistencia se convierta en una disidencia política más amplia que pueda conducir a una acción más organizada.

Mientras que «la idea, el ideal y la memoria de la Revolución necesitan mantenerse», como Bayat mencionó en una entrevista en diciembre de 2017 en Open Democracy, la idea de una revolución inacabada o un proyecto inacabado es una con la que estoy de acuerdo en gran medida. Sin embargo, estas formas de resistencia que Scott y en este caso Bayat plantean, desafían los relatos marxistas de las teorías de la revolución al insistir en que la acción política también puede ocurrir a menor escala —renunciando así a los factores más materiales y estructurales. Y aunque Bayat reconoce en la introducción que estos factores estructurales y macroscópicos existen y que Revolution Without Revolutionaries estaba enteramente dedicado a ellos, el reconocimiento del hecho no explica esta romantización de lo cotidiano en La vida cotidiana al estilo de Scott. Esta visión horizontalmente determinada de la política es difícil de cuadrar con el análisis más estructural que ofrece en Revolution Without Revolutionaries y brinda un potencial menor políticamente emancipador para que surjan movimientos revolucionarios. Nos conduce a un lugar despolitizado, incapaz de conceptualizar cómo se ejerce la agencia política a nivel estructural.

Podemos incluso llegar a argumentar que esta resistencia cotidiana es una reacción instintiva a las contrarrevoluciones que tuvieron lugar y que, por lo tanto, son defensivas y reactivas. No ofrece un proyecto político transformador y está más interesada en afirmar la elección y la autonomía individuales que en reunir y canalizar la capacidad colectiva de actuar para producir efectos políticos. Por supuesto, esto no es un defecto de los individuos mencionados sino que demuestra lo sombrías que son las perspectivas políticas en la actualidad y lo que han sido desde las contrarrevoluciones.

La espontaneidad de la resistencia cotidiana puede dar una idea de cómo funcionan las sociedades opresivas. Sin embargo, para derribar estas estructuras, es poco probable que las acciones separadas y defensivas de los individuos supongan una amenaza real para el statu quo. Dicha resistencia es demasiado dispar y dispersa, por lo que es incapaz de afectar materialmente a la sociedad. Lo que tenemos que pensar aquí, lo que tenemos que priorizar, es el proyecto de construir colectividad: la reestructuración radical de la sociedad en lugar de actos de agencia individual.

¿Es realmente necesario diferenciar entre «la vida cotidiana» y «la revolución»? Si la teoría del cambio de Bayat es que los actos dispersos de protesta pueden tener un efecto multiplicador y acumularse en un poder colectivo, entonces sin duda el objetivo es construir este último. En última instancia, debe existir algún grado de organización política que pueda movilizar a actores dispares. Para ello, la resistencia cotidiana en sí misma es ineficaz y sólo puede mitigar las condiciones sociales existentes.

En la introducción, Bayat dice que intenta «establecer un vínculo analítico entre lo cotidiano y la revolución». Sostiene que «las luchas cotidianas subalternas confluyeron en los levantamientos árabes para forjar una fuerza colectiva y contenciosa que se unió a las movilizaciones políticas iniciadas en gran medida por jóvenes activistas». Sin embargo, vimos que esto no era suficiente.

Bayat afirma: «un sorprendente momento revolucionario puede surgir de la parte inferior en sociedades que parecen seguras». ¿Existe siquiera una relación causal entre lo macro y lo popular? Se da por sentado que la pluralidad de formas organizativas es un hecho, y que esta pluralidad de formas tiene en sí misma un valor inherente. En todo caso, la historia nos ha demostrado que no todas las formas de resistencia pueden formar bloques para transformarse en macrorresistencia, especialmente en épocas de delgadez política y de ausencia de una verdadera organización política.

Si la resistencia se encuentra realmente en la vida cotidiana —pero no evoluciona ni da cuenta de mayores ramificaciones políticas en términos de organización más allá de sus cualidades moralizantes—, todo lo que implica es una concepción individualista de la política o una afirmación de la política como identidad o afirmación; una concepción que pone de manifiesto el adelgazamiento de la formación política en la región más que una resistencia que pueda equivaler a una transformación política tangible. La visión combinada de Bayet se piensa o no existe. De hecho, la política en este contexto puede ser, en el mejor de los casos, un medio para reconciliarnos con nuestras precarias condiciones, más que una forma de salir de ellas.

Los momentos macro y revolucionarios tienen sus propias transformaciones micropolíticas que surgen en tándem. No hay que buscar la emergencia de las segundas por sí solas; de hecho, las primeras a menudo informan a las segundas. No hay que plantear una falsa disyuntiva entre lo micro y lo macro o lo estructural. ¿No sería mejor buscar un cambio estructural informado por las posibilidades de la política? La atención a lo micro es útil cuando se inserta en un proyecto político más amplio, y cuando puede considerarse que desarrolla la conciencia política y cambia la orientación hacia lo colectivo.

Aunque la resonancia es grande y el recuerdo de 2011 permanece, debemos ser cautelosos a la hora de apoyar un reformismo cauto y defensivo, disfrazado de resistencia cotidiana y carente de los antagonismos de la lucha política y de los procesos exitosos de cambio social.

Vida revolucionaria: The Everyday of the Arab Spring (2021), de Asef Bayat, está disponible en Harvard University Press.

Sobre la autora: Nihal El Aasar es una investigadora independiente egipcia que vive en Londres.

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