Informe Mesa Ampliada de Artes Plásticas y Visuales, 2do. día

 

«Cuando la tecnicidad es captada en el nivel de los elementos la evolución técnica se puede llevar a cabo según una línea continua. Hay una correlación entre un modo de existencia molecular de la tecnicidad y una velocidad continua de la evolución de los objetos técnicos.»

Gilbert Simondon

 

Más personas que en la jornada anterior. Más damas. Más BIPOC. La ecuación universidad pública-universidad privada claramente desproporcionada a favor de la segunda. Gente de ArtBo. Menos artista viejo, poco artista joven. Lo mismo de la vez pasada: ¿y los jefes? 

Mientras se instalaba el segundo día de la Mesa Ampliada para las Artes Visuales recibí comunicación de parte de personas de la Universidad de Los Andes preocupadas porque no entendían esto último. ¿Cómo se había conformado esa mesa y por qué no habían sido tenidos en cuenta? Además de confirmarles que yo tampoco entendía el motivo de su ausencia, les comentaba que ese fenómeno se me hacía más raro al notar la alta densidad de javeriano por centímetro cuadrado que había en esa etapa de la reunión.

Comenzamos el encuentro repasando lo que habríamos de comentarle a la Ministra. Durante la conversación hubo dos guiños raritos de parte de Andrés García La Rota hacia Claudia Salamanca, quien había venido en modo Directora de Artes Visuales de la Javeriana. «¿Será que el mal aliento de Andrés Gaitán comenzará a percibirse por ese lado?», pensé. «Ojalá no. Sería la confirmación de que en el Área de Artes Visuales del Ministerio seguirán haciéndolo todo mal».

Para quienes no lo tienen claro: es necesario recordar que Gaitán estuvo durante años en el mismo puesto de Salamanca en la Javeriana. Y que —aventurando una explicación al enigma de Los Andes ausentes—, García había mantenido una relación de largo aliento con esa misma entidad. Juego de tronos gomelo.

Volviendo a los guiños García-Salamanca: el primero tuvo que ver con una mención respecto a la infraestructura de la Javeriana y su posible apoyo en algunas de las acciones del Área de Artes del Ministerio. Uno de los asistentes a la reunión, vinculado con la Universidad Nacional en Medellín, recordaba medioemputado que esta universidad tenía de nueve a once sedes en todo el país y que su acción se extendía a territorios que otras organizaciones ni siquiera pretendían abarcar. Le dí la razón en el grupo donde me encontraba añadiendo que era hípernecesario sacar de los mandos medios de la cultura la mentalidad neoliberal que veía al Estado como administrador de platas para los privados mientras estos —los funcionarios y los privados— se creían el chiste de que estaban reemplazándolo con proyectos que, sí y sólo sí, pagaba el Estado —o sea, nosotros.

Segundo guiño: comentario de García recordando su experiencia como curador y su conocimiento de la obra de Salamanca. No entendí muy bien, pero lo que sí recordé de ella fue su texto sobre autoría distributiva y decapitaciones en internet. Al tiempo, me miró y sentí (mucho) miedo. Durante el resto del encuentro hice lo imposible por evitar cualquier tipo de contacto visual con la zona donde ella estaba, pero no podía evitarlo y siempre que lo hacía ahí estaba: redistribuyéndome con su mirada.

Poco antes de la llegada de la Ministra otros protagonismos se hicieron evidentes. Edinson Quiñones aprovechó —con bastante razón hay que decirlo—, para reiterar que este tipo de encuentros no solo debían hacerse en Bogotá sino que podrían pensarse en escenarios del sur de país. En ese punto recordé la vocación por la internacionalización que existe entre muchos colectivos de artistas expertos en conocer el desprecio de las anteriores Asesorías de Artes Visuales —basadas en el centro del país y a cargo de rolos. Sobre todo, volví a la sofisticada manera en que esas comunidades entienden que más vale no perder tiempo tratando de hacerse oír en una ciudad donde igual los omitirán (a no ser que se dejen sacar fotos pacíficamente) y que es mejor comenzar a aprender/enseñar otros idiomas para hacerse notar en el exterior. «Y lo bien que les ha ido», concluí.

Arribó Patricia Ariza, le repetimos lo conversado hasta el momento, ella hizo como que nos escuchaba y luego empezó a vendernos la moto «arte = graffiti» bajo el mantra «que qué bueno que hubiera un mural en cada colegio». Mientras yo decía en el grupo donde estaba que «mejor un performance (salía más barato porque no había que conservarlo)», alguien me preguntó qué elegiría si me dieran a escoger entre ArtBo o murales. Estremecido de asco traté de hacer rimar el conocido «regalado hasta un puño». No pude. 

Retomo los epígrafes que abren los dos informes que publiqué sobre este evento. Ambos provienen del clasicasasazo El modo de existencia de los objetos técnicos  y los empleo aquí para extender la metáfora que aplicara Gilbert Simondon en su momento para tratar de darle algún sentido a su tiempo. En él hablaba de la evolución de herramientas y máquinas como individuos técnicos, poco después de que el ejercito estadounidense totiara porque sí dos ciudades japonesas a punta de fisión atómica. 

Según mi lectura, Simondon tuvo la intención posthumana de entender el devenir de la especie no a partir de la comprensión de las voluntades de los sujetos con poder de decisión sino de la integración de aquellas decisiones operativas que tomamos sobre la materia para convertirla en herramientas y dispositivos que nos permitan algo más que la supervivencia, pero que, por el camino, nos joden. Recupero una de las afirmaciones de Pablo Rodríguez en el prólogo que le hace al libro, al señalar que nos acoplamos o desajustamos respecto de los sistemas técnicos «creando fantasías de liberación o de sojuzgamiento que dependen de la tonalidad afectiva de la época». 

Volviendo a la Mesa Ampliada de Artes Visuales: esta época tiene una tonalidad afectiva  distinta. Menos paraca. Y por ese cambio de psicología, mucha gente no sabe muy bien hacia dónde dirigirse. O si puede confiar en el gobierno actual. De hecho, recuerdo que varias personas me preguntaban al principio de la reunión y hasta el final de la primera jornada, «¿será que esto vale la pena?» Yo no dejaba de decirles que sí. 

Yendo más allá de los sesgos javerianoides o el querer muralizarlo todo, me atrevía a responder que sí, sobre todo porque ésta era la primera mesa de ese estilo en lo que va del siglo: la última de que tengo memoria fue una de 1999, sobre la que leí en el libro Post: reflexiones sobre el último Salón nacional donde, básicamente, se discutía no si el Salón Nacional dejaba de ser concurso de artistas para ser concurso de curadores, sino cuándo. Y ya. Lo que vino después fue el monopolio de Jaime Salón en cada una de las instancias de decisión de ese evento y cinco años más tarde ArtBo, hija boba y perdida del Área de Artes Visuales. Cero conversación, menos debate.

Entonces, sí. Hubo un cambio: a pesar de todo, la Mesa Ampliada se hizo. Que continúe será otro cantar. Que sea más inclusiva depende de quien trabaje en este campo. Que no siga haciéndose en roliandia, también. Que quienes hagamos parte la veamos como una herramienta que nos va a subyugar o a liberar depende de si queremos entrar a discutir —dentro o fuera del Área de Artes, siendo de la Javeriana o no— para dónde va o para dónde debería ir. Que incluya a otres, también. 

También se trata de un llamado a que, sí, puede que el Área de Artes esté empezando a ver a luz después de la muerte de Viky Benedetti y haya decidido volver a respetar a un sector que venía acosando de lo lindo. O, también, un llamado para aplicar la definición de trabajo desde la postura simondoniana más que desde la fanática cristiana. Dejar de  pensar «el trabajo es un castigo» y su correlato «sufrir-me-tocó-a-mí-en-esta-vida», para convencernos de que trabajar es pensar y que hacerlo «es una demostración de inteligencia práctica que hay que teorizar».

En este caso, que al trabajo que implica ser/actuar como artista no sólo hay que añadirle el de dejarse ver/caer en algún sitio de colegas, sino el de comprender la necesidad de discutir el perfil institucional del campo y dar a conocer los resultados de esas discusiones.

Adicionalmente, a Andrés García le queda por delante el difícil, pero a largo plazo redituable, trabajo de darle clases de historia del arte colombiano a Patricia Ariza y su séquito. Para que note que el campo artístico, a pesar de toda la evidencia empírica, no es ese que va a aguantar frío a ArtBo. Que, en cambio, se trata de una comunidad de agrupaciones que permanente e inteligentemente estudia su propia evolución técnica. Que le mete empeño a la tarea. Que lo hizo a pesar de las Áreas de Artes del pasado. Que, por supuesto, posee «una línea continua» pero que ella no es únicamente la del graffiti. Que es tan complejo que siempre resulta difícil medir en él la «existencia molecular de [su] tecnicidad y [la] velocidad continua de la evolución de [sus] objetos técnicos.» En otras palabras, que no somos arte y circo.

Guillermo Vanegas
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