Geografías humanas

Por el sobreentendido humanista, el título de esta muestra admite la ironía: ¿acaso la geografía no es marca de lo humano sobre el territorio? ¿La topografía no la trazan quienes habitan/dominan/explotan/especulan/hacen bienales en el territorio?

Sin embargo, en el trabajo que Deisy Beltrán, Adriana Pachón, Salomé Rojas y Luisa Vélez realizaron durante esta corta residencia, partieron de esa misma redundancia para subrayar las consecuencias de la repetición de actos humanos sobre/contra el ecosistema de Ciudad Bolívar. Con ello, identificaron su particular configuración urbana, sus ciclos convivenciales y su vínculo/no-vínculo con el espacio rural inmediato.

Cada una se comprometió a fondo con esa premisa. No tanto para ir hasta la orilla opuesta del antihumanismo —«somos culpables del progreso debemos morir, etc.»— o el posthumanismo —«esta vaina sólo la salva la IA»—, sino para entender que lo suyo era habitar un territorio por horas y contarnos qué percibían. Más que ponerse a la defensiva con la movilidad de una Localidad repleta de carros en calles estrechas o quedarse en la preocupación individualista por las cotas de contaminación a que se vieron expuestas, expresaron su respeto hacia un territorio atacado desde múltiples flancos y donde se anuncia con claridad el futuro de Bogotá: en dos décadas toda ella será una gran Ciudad Bolívar.

Nada fácil interpretar semejante oráculo. Menos, hacerlo sin caer en la lamentación ecofascista o el pesimismo inmovilista. Todo lo contrario, en esta exposición las artistas produjeron obras multifunción que pudieran ser también máquinas del tiempo: etapas de sensibilización que podrán —o no— ser tenidas en cuenta —o no— por quienes las apreciamos —o no— para decidir si metemos la mano —o no. Por ejemplo, si nos interesa interpretar los epifenómenos de la construcción estratificada de una ciudad (Deisy Beltrán); si queremos ilustrar el dolor que produce una montaña esculpida con desechos (Adriana Pachón); si de una vez por todas empezamos a pensar la convivencia como El asunto de nuestra vigencia social (Salomé Rojas); si volvemos a mirar las fronteras construidas en nuestro territorio para definir sus razones y, quizá, su modificación (Luisa Vélez).

Estamos ante cuatro obras que quieren ser puntos de vista desde los cuales empezar a cancelar la deriva capitalocénica de Ciudad Bolívar. Para reclamar el derecho a reflexionar desde la propia fisiología y plantearnos alternativas. En este caso: cuatro cuerpos humanos vinieron de otras Localidades a ver, respirar, caminar. Buscaron comprender las implicaciones ideológicas de algunos hechos económicos idiosincrásicos, utilizaron tecnología para dar forma a su mirada y, finalmente, midieron el ecocidio perpetrado por una Alcaldía Mayor enamorada de la discriminación de clase. No por nada desde la mitad del siglo anterior se desterritorializó por decreto el lugar de procedencia de la materia que configura a la ciudad. No por nada la paleta de colores de esta exposición va del blanco al ocre pasando por el gris. No por nada cada obra habla de la tierra amarilla o de quienes trabajan en ella.

—Guillermo Vanegas Flórez

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