Eyal Weisman, «Teoría letal»

Traducción: Guillermo Villamizar
Corrección de estilo: Guillermo Vanegas

Izq. Shimon Naveh, der. Aviv Kochavi. Fotografías del video: Nadav Hare! y Eyal Weizman, 2004.

 

El uso de la teoría contemporánea por parte del componente militar no es, por supuesto, nada nuevo. Desde Marco Aurelio hasta Robert McNamara (1), el poder siempre ha encontrado formas de utilizar teorías y metodologías concebidas en otros campos. El «soldado-poeta-filósofo» es también una figura central de las mitologías sionistas. En la década de 1960, cuando la educación académica se convirtió en el componente estándar de una carrera en el ejército israelí, los oficiales de alto rango que regresaban de sus estudios en Estados Unidos invocaban filosofías para describir el campo de batalla, a veces literalmente el concepto Spinoziano de «extensión» con respecto a las batallas de ocupación de 1967.

El uso militar de la teoría para fines distintos de los que debía cumplir no es diferente de la forma en que se aplicaron las ideas progresistas y transgresoras para organizar los sistemas de gestión posmodernos en las empresas y como indicadores de eficiencia en la cultura tecnológica.

La educación en humanidades, que a menudo se cree que es el arma más poderosa contra el imperialismo capitalista, podría igualmente ser apropiada como una herramienta del propio poder colonial. Esta es una demostración particularmente escalofriante de lo que Herbert Marcuse advirtió ya en 1964:

«… con la creciente integración entre los diversos aspectos de la sociedad, «la contradicción y la crítica» podrían ser igualmente subsumidas y hechas operativas como herramienta instrumental por la hegemonía del poder —en este caso, la absorción y transformación de la teoría postestructuralista e incluso postcolonial por el estado colonial. (2)

No se trata de culpar a los teóricos y artistas radicales de la reciente agresión israelí, ni de cuestionar la pureza de sus intenciones. Tampoco es mi objetivo tratar de corregir imprecisiones y exageraciones en la «lectura» militar sobre el uso e interpretación de teorías específicas. Lo que me interesa es comprender las diversas formas en que la teoría, sacada de su contexto ético y político, puede actuar en el ámbito militar.

La función práctica o táctica de la teoría, el alcance con que influye en las tácticas y maniobras militares, está relacionado con cuestiones más generales sobre la relación entre teoría y práctica.

Sin embargo, si las nuevas tácticas de las F.D.I. (Fuerzas de Defensa Israelí) son resultado de una traslación directa de la teoría posmoderna a la práctica, deberíamos esperar que estas tácticas supusieran una ruptura radical con las tradicionales. Sin embargo, constituyen más bien una continuación de muchos de los procedimientos y procesos que históricamente han formado parte de las operaciones militares urbanas. Describir los actos de guerra como algo nuevo, sin precedentes, o afirmar que la estrategia militar está profundamente arraigada en la filosofía contemporánea o antigua, ilustra cómo el propio lenguaje de la teoría puede convertirse en un arma en el conflicto contemporáneo y las ecologías institucionales que los sustentan. Aunque los conceptos de «atravesar muros», «enjambre» y otros términos que hacen referencia a la no linealidad militar pueden implicar, en efecto, algunos cambios estructurales en la organización militar, las afirmaciones de que estos desarrollos constituyen transformaciones radicales son, en gran medida, exageradas.

Esto, en sí mismo, debería poner en tela de juicio el lugar real de la teoría como fuente generadora de las transformaciones reales de la práctica militar.

Los defensores de la Comuna de París, al igual que los de la Kasbah de Argel, Hue, Beirut, Jenin y Nablus, navegaron por la ciudad en pequeños grupos poco coordinados, moviéndose a través de aberturas y conexiones entre casas, sótanos y patios, utilizando rutas alternativas, pasadizos secretos y trampas. La película de 1966 de Gilio Pontecorvo La batalla de Argel, y el libro de Alistair Horne sobre Argelia, A Savage War of Peace (3), describen dichas maniobras y ambos forman parte ahora de los planes de estudio del ejército estadounidense y de las F.D.I.

La técnica de atravesar muros fue recogida por primera vez por escrito en el manual militar del mariscal Thomas Bugeaud de 1849, La Guerre des Rues et des Maisons, en el contexto de las tácticas contrainsurgentes utilizadas en las batallas urbanas de clase del París del siglo XIX. ¿Son las barricadas demasiado fuertes para ser derribadas por los tirailleurs [infantería ligera, generalmente formada por soldados procedentes de las colonias francesas]? Entonces se entra en las primeras casas que se alinean a ambos lados de la calle y es aquí donde el detonador es una gran ventaja porque logra rápidamente el objetivo. Se sube al último piso y se atraviesan sistemáticamente todas las paredes, logrando finalmente pasar la barricada. (4)

Al otro lado de las barricadas y una década más tarde, Louis-Auguste Blanqui escribió esta maniobra micro-táctica en sus Instructions pour une prise d’armes (5). Para Blanqui, la barricada y la ratonera eran elementos complementarios empleados para la protección de los enclaves urbanos autónomos. Esto se consigue mediante una inversión completa de la sintaxis urbana. Los elementos de circulación —los adoquines y los carros— se convirtieron en elementos de bloqueo (barricadas), mientras que los elementos de bloqueo existentes —los muros— se convirtieron en rutas. La lucha en la ciudad y por la ciudad, se equiparó así a la capacidad de interpretarla y reinterpretarla.

La ciudad ya no es sólo el lugar de la guerra, sino que se convierte en su medio y, finalmente, en su aparato. Del mismo modo, la idea de atravesar los muros, como el arquitecto israelí Sharon Rotbard insistió, se ha inventado de nuevo en casi todas las batallas urbanas en la historia y en respuesta a las necesidades locales y a las condiciones de la batalla. (6)

En Palestina puede haberse utilizado por primera vez durante la batalla en abril de 1948 para la ocupación de Jaffa por el lrgun sionista o «banda de Begin», como lo llamaban los británicos. Sus zapadores despejaron «túneles subterráneos» entre los muros de las casas a través del tejido construido contiguo a la ciudad, plantando explosivos a lo largo del camino y haciéndolos estallar para hacer una amplia franja de escombros hasta el mar, aislando al vecindario del norte de Jaffa, Manshiya, del resto de la ciudad. (7)

Las afirmaciones sobre la «no linealidad» y la «ruptura de las jerarquías verticales» en la guerra contemporánea son también muy exageradas. Más allá de la retórica de la «auto organización» y el «aplanamiento de las jerarquías», los entramados militares siguen anclados en gran medida en las jerarquías institucionales tradicionales, las unidades siguen recibiendo órdenes, y los planes y calendarios se siguen cumpliendo. El enjambre no lineal se realiza en el extremo táctico de un sistema inherentemente jerárquico. (8)

En el caso de Cisjordania, algunas maniobras no lineales podrían llevarse a cabo porque el ejército israelí sigue controlando todas las líneas de suministro lineales: las carreteras dentro de Cisjordania y las que la conectan con sus grandes bases dentro de Israel, así como la multiplicidad cada vez mayor de barreras lineales que ha construido por todo el terreno. De hecho, lo que los militares denominan «redes» (que implican una cooperación no jerárquica de partes dispersas) deberían denominarse técnicamente «sistemas», que son estructuras distribuidas con mando centralizado.

Además, el «enjambre» y el «atravesar muros» pueden tener éxito sobre todo cuando el enemigo es relativamente débil y desorganizado y especialmente cuando la balanza de la tecnología, el entrenamiento y la fuerza está claramente del lado de los militares. Durante los años de la Intifada, las fuerzas de ocupación siguieron imaginando el ataque de guerrillas palestinas mal armadas y los ataques a civiles asustados en sus destartaladas casas, como «batallas», presumiendo de sus logros como importantes realizaciones militares. La arrogancia de quienes se coronan como héroes de estas operaciones sólo puede ocultar temporalmente el propio estancamiento y la inutilidad a largo plazo de esta estrategia, la estupidez política, la crudeza militar y el despilfarro de vidas y dignidad.

Los años dedicados a atacar a las débiles organizaciones palestinas, una especie de Gran Juego para las F.D.I., fueron sin duda una de las razones de la incompetencia demostrada por los mismos soldados y oficiales israelíes cuando se enfrentaron a los más fuertes, mejor armados y bien entrenados combatientes de Hezbolá en el Líbano durante el verano de 2006.

De hecho, los dos oficiales más implicados en estos fallos, tanto en Gaza como en el Líbano, no son otros que los dos «niños genio» militares israelíes graduados en la O.T.R.I. y veteranos de los ataques de Balata y Nablus de 2002, Aviv Kochavi (en el verano de 2006 comandante de la División de Gaza) y Gal Hirsh (en el verano de 2006 comandante de la División 91 del Norte de Galilea). El secuestro, en junio de 2006, de un soldado israelí por parte de guerrilleros palestinos que hacían un túnel bajo las fortificaciones de las F.D.I. se produjo cuando Kochavi estaba al mando y el secuestro por parte de Hezbolá de dos soldados israelíes al mes siguiente se llevó a cabo en el puesto de zona de mando de Hirsh.

Kochavi, que dirigió los ataques punitivos contra Gaza que siguieron, insistió en mantener su lenguaje ofuscado: «pretendemos crear un caos en el lado palestino, saltar de un lugar a otro, abandonar la zona y luego volver a ella… utilizaremos todas las ventajas de la «incursión» en lugar de la “ocupación”». (9)

Aunque consiguió infligir cientos de bajas civiles y destruir infraestructuras esenciales, el ataque no consiguió hacer regresar al soldado ni poner fin al lanzamiento de cohetes palestinos. En un notable eco del frente del Líbano, Hirsh también pidió «incursiones en lugar de ocupación», ordenando a los batallones recién adscritos a su mando (y no acostumbrados al lenguaje que adquirió en la O.T.R.J.) que «pulularan» e «infestaran» las zonas urbanas del sur del Líbano. Sin embargo, sus oficiales subalternos no entendían lo que significaban estos términos y no sabían lo que debían hacer. Tras la guerra de 2006 en Líbano, Hirsh fue criticado por su arrogancia, su «intelectualismo» y su falta de sensibilidad y se vio obligado a dimitir del servicio militar.

Al reflexionar sobre los resultados, el propio Naveh admitió públicamente que «la guerra en el Líbano fue un fracaso y yo tuve una gran participación en él. Lo que he aportado a las F.D.I. ha fracasado». (10)

La campaña israelí en el Líbano fue realmente un caos. Los continuos e intensos bombardeos del cada vez más frustrado ejército israelí fueron transformando los pueblos libaneses y las ciudades fronterizas en una topografía irregular de hormigón roto, cristal y metal retorcido. Dentro de este paisaje extraño las colinas de escombros estaban llenas de cavidades con habitaciones enterradas, que ofrecían más cobertura a los defensores. Los combatientes de Hezbolá, que pululaban efectivamente entre los escombros y los detritos, a través de los sótanos subterráneos y los túneles que habían preparado, estudiaban los movimientos de los soldados israelíes y los atacaban con armas antitanque precisamente en el momento en que entraban en el interior de las casas e intentaban atravesar los muros de la forma en que estaban acostumbrados en las ciudades y los campos de refugiados de Cisjordania.

Conflictos institucionales

Aunque, como he mostrado antes, los militares israelíes apenas necesitaron a Deleuze para atacar Nablus, y en la realidad de las operaciones militares, como Paul Hirst remarcó una vez sarcásticamente, «las máquinas de guerra funcionan con gasolina y carbón» (11) y los «cuerpos sin órganos» denotan bajas, la teoría, en el caso de la transformación contemporánea en las F.D.I., sí proporcionó a los militares un nuevo lenguaje con el que hablarse a sí mismos y a los demás. Ha ayudado a articular nuevas ideas y sensibilidades, pero se utilizó principalmente para ayudar a explicar, justificar y comunicar ideas que surgieron de forma independiente en campos dispares de la experiencia militar y el conocimiento práctico. Si dejamos de lado por el momento el aspecto operativo de la teoría basada en la práctica, podemos quizás entender la forma en que el uso del lenguaje teórico por parte de los militares se refleja en el propio ejército como institución.

A este respecto, una de las respuestas de Naveh a mi pregunta en la entrevista fue reveladora. Cuando le pregunté a Naveh sobre la incompatibilidad de los fundamentos ideológicos y políticos de las teorías que emplea, respondió:

«Debemos diferenciar entre el encanto, e incluso algunos valores dentro de la ideología marxista y lo que se puede extraer de ella para su uso militar. Las teorías no sólo persiguen un ideal sociopolítico utópico con el que podemos estar o no de acuerdo, sino que se basan en principios metodológicos que buscan perturbar y subvertir el orden político, social, cultural o militar existente. La capacidad disruptiva en la teoría [en otro lugar Naveh habló de la «capacidad nihilista de la teoría»] es el aspecto de la teoría que nos gusta y utilizamos… Esta teoría no está casada con sus ideales socialistas».

Cuando Naveh invoca los términos disruptivo y nihilista para explicar su uso de la teoría, está en juego algo más que un ataque a los palestinos. La teoría funciona aquí no sólo como un instrumento en el conflicto con los palestinos, sino principalmente como un instrumento en las luchas de poder dentro del propio ejército. La teoría crítica proporciona a los militares (como lo ha hecho a veces en el mundo académico) un nuevo lenguaje con el qué desafiar las doctrinas militares existentes, romper las doxas osificadas e invertir las jerarquías institucionales, con su «monopolio» del conocimiento.

A lo largo de la década de 1990, cuando los ejércitos occidentales se sometieron a una reestructuración y especialización mediante el uso de alta tecnología y gestión informatizada, así como la transformación promovida por neoconservadores como Donald Rumsfeld, se enfrentaron a una fuerte oposición desde el interior de sus respectivas instituciones. Desde principios de la década, las F.D.I. también ssufrieron conflictos institucionales en el contexto de su desarrollo y transformaciones. Es en el contexto de estos conflictos institucionales donde se utilizó el lenguaje de la teoría postestructuralista para articular la crítica del sistema existente y argumentar a favor de las transformaciones para pedir nuevas reorganizaciones.(12) Naveh lo admitió cuando afirmó que la O.T.R.I. «empleó la teoría crítica principalmente para criticar a la propia institución militar —sus bases conceptuales fijas y pesadas—…»

Algo de estos conflictos internos dentro de las F.D.I. se expuso en el contexto de la controversia mediática que rodeó el cierre de la O.T.R.I. en mayo de 2006, y la suspensión de Naveh y su codirector Dov Tamari semanas antes de que estallara la guerra del Líbano y que culminó con la dimisión de Hirsh meses después. Estos debates sacaron a la luz las fisuras existentes dentro de las F.D.I., entre los oficiales asociados a la O.T.R.I., para quienes Naveh funcionaba como una especie de gurú, y los otros oficiales que se resistían a él, a sus métodos y a su lenguaje.

Oficialmente, la suspensión de Naveh fue la respuesta del Jefe de Estado Mayor Dan Halutz a un primer borrador del informe del Contralor del Estado Michael Lindenstrauss sobre el estado de la formación de los oficiales de las F.D.I. El informe acusaba al personal de la O.T.R.I. de entregar su enseñanza de forma oral, en conferencias y seminarios, sin publicar un libro o un léxico de términos que facilitara la comprensión de su complicada y ambigua terminología y que por tanto sus conceptos permanecían vagos y corrían el «peligro de recibir diferentes interpretaciones y confusiones»…, (lo que podría interpretarse como un cumplido implícito a los estudiosos posmodernos). Otras secciones del informe acusaban a Naveh y a Tamari de algunas irregularidades en la gestión, de las que más tarde fueron absueltos. (13) El cierre del instituto tuvo mucho que ver con el hecho de que O.T.R.I. estaba asociada con el antiguo Jefe del Estado Mayor (y rival de Halutz) Moshe Ya’alon, que había colocado el instituto en el centro del proceso de formación de las F.D. I.

Halutz no se enfrentó directamente a los conceptos teóricos producidos por el O.T.R.I., pero la crítica fue articulada por el antiguo comandante de los Colegios de Defensa Nacional, Ya’akov Amidror. Amidror, ahora analista de seguridad en la vida civil, fue uno de los primeros generales de las F.D.I. afiliados al movimiento nacional-religioso y al movimiento de colonos de derecha. La posición de Amidror sobre el control territorial es diametralmente opuesta a la de O.T.R.I.: repite que «no hay forma de luchar contra el terror sin la presencia física y el control del territorio» (14), y, por tanto, se opone sistemáticamente al retiro territorial en los Territorios Ocupados.

Con respecto a la O.T.R.I., creía que la «complejidad teórica» estaba en absoluta contradicción con la lógica operativa del poder: «es bueno que el instituto [O.T.R.I.] haya cerrado, porque sus efectos sobre el militar eran catastróficos… hablaba mumbo-jumbo (tonterías) en lugar de un lenguaje claro… no estaban dispuestos a diferenciar lo verdadero de lo falso según lo mejor de la tradición posmoderna que introdujo en las F.D.I. … Realmente envidio a cualquiera que consiga entender [lo que enseñan], ya que eso está muy por encima de mi capacidad». (15)

En opinión de Naveh, Amidror personifica, por el contrario, la «idealización del empirismo militar de las F.D.I., el rechazo del valor del estudio teórico y la investigación crítica… la impaciencia por el discurso conceptual, el desprecio por la teoría literaria y la intolerancia por el discurso filosófico». Independientemente de otras razones que pudieran estar en juego, Naveh presentó su despido como «un golpe contra la O.T.R.I. y la teoría». (16)

Este debate militar estaba, por tanto, ligado a las diferencias políticas actuales dentro de la sociedad israelí en general. Naveh, junto con la mayoría de sus antiguos colegas de la O.T.R.I., se alinean con lo que en Israel se denomina la «izquierda sionista», que apoya las retiradas territoriales. Kochavi, que aceptó con entusiasmo el mando de la operación militar de evacuación y destrucción de los asentamientos de Gaza, se entiende igualmente como un oficial de «izquierda», independientemente de las atrocidades de las que se le acusó en Gaza al año siguiente. Algunos de los conflictos sobre la teoría dentro de las F.D.I. resonaron así con los políticos dentro del ejército.

 

Un desfile en Gaza. La maqueta está a punto de ser quemada. Fotografía: Reinhard Krauss, 2001.

 

Pero los lectores no deben confundir a los funcionarios israelíes de «izquierda» con un alter ego esperanzador de la brutalidad de las F.D.I.  en general; de hecho, puede ser lo contrario. A la comparación entre los dos ataques de 2002, el de Yenín y el de Naplusa, podría revelar la paradoja que puede hacer más destructivo el efecto global de los oficiales «desterritoriales» e «inteligentes»: un agujero en la pared puede no ser tan devastador como la destrucción completa del hogar, pero si las fuerzas de ocupación no son capaces de entrar en los campos de refugiados sin tener que destruirlos como han hecho en Yenín, y teniendo en cuenta la oposición local e internacional, lo más probable es que eviten atacar los campos de refugiados, o al menos no los ataquen con tanta frecuencia como lo hacen ahora que han encontrado la herramienta para hacerlo «a bajo precio», lo que actualmente es casi a diario. De este modo, la lógica militarista de la izquierda israelí ha presentado al gobierno una solución táctica a un problema político.

Uno de los principales objetivos de las nuevas tácticas desarrolladas por la O.T.R.I. es liberar a Israel de la necesidad de estar físicamente presente dentro de las zonas palestinas, pero seguir siendo capaz de mantener el control de la seguridad. Según Naveh, el paradigma operativo de las F.D.I. debe tratar de sustituir la presencia en las zonas ocupadas por la capacidad de moverse por ellas y producir en ellas lo que él denominó «efectos», que son «operaciones militares como ataques aéreos o incursiones de comandos… que afectan al enemigo psicológica y organizativamente». Las tácticas desarrolladas en la O.T.R.I. y en otros institutos con los mandos de las F.D.I. tienen, por tanto, el objetivo de proporcionar herramientas para sustituir el antiguo modo de dominación territorial por uno más nuevo «desterritorial», que la OTRI denominó «ocupación por desaparición».

Las condiciones previas de Israel para cualquier compromiso territorial —retirada parcial y trazado de líneas fronterizas temporales—, como ha demostrado la reciente invasión de Gaza tras su evacuación, se basan en poder anularlo y entrar en los territorios en caso de una situación que considere de emergencia. Según los términos de los Acuerdos de Oslo, la retirada israelí de las ciudades y pueblos palestinos iba acompañada de una cláusula de excepción que garantizaba su derecho, en determinadas circunstancias que él mismo podía declarar, a la «persecución en caliente», es decir, a irrumpir en las zonas controladas por los palestinos, entrar en los barrios y en las casas en busca de sospechosos, y llevar a estos sospechosos bajo custodia para interrogarlos y detenerlos en Israel. (17)

Sobre el Muro que puede crecer para marcar la frontera de un Estado palestino fragmentado y temporal, Naveh afirmó que «cualquier camino que ellos [los políticos] puedan acordar para construir la valla [Muro] me parece bien, siempre y cuando se pueda cruzar esta valla. Lo que necesitamos no es estar allí, sino… [poder] actuar allí … La retirada no es el final de la historia».

La condición previa de las F.D.I. para la retirada —articulada por el comentario’ de Naveh: mientras pueda cruzar esta valla»— implica una retirada condicional que podría anularse tan inmediatamente como se lleve a cabo. Sin duda, esto deshace gran parte de la percepción de la naturaleza simétrica de las fronteras, encarnada por la iconografía del muro de Cisjordania, y en toda la reciente retórica diplomática que querría considerar cualquier sistema de gobierno que permanezca (por muy fragmentado que esté) al otro lado de este Muro como un Estado palestino.

Mientras el Muro se considere constantemente permeable y transparente desde un solo lado, Israel debería seguir considerándose soberano en los territorios palestinos, aunque sólo sea porque es el propio Israel el que puede declarar la excepción que le permitiría anular el estatus legal de esta «frontera». En este sentido, el gran «muro del Estado» se ha conceptualizado en términos similares a los muros de las casas que se encuentran en los territorios: un medio transparente y permeable que permite a los militares israelíes moverse «sin problemas» a través de él. Cuando Kochavi afirma que «el espacio es sólo una interpretación», y que su movimiento a través de los tejidos urbanos reinterpreta los elementos arquitectónicos (paredes, ventanas y puertas), y cuando Naveh afirma que aceptaría cualquier frontera siempre que pudiera atravesarla, ambos están utilizando un enfoque teórico transgresor para sugerir que la lucha en la guerra ya no consiste en la destrucción del espacio, sino en su «reorganización». La «geometría inversa» que fue concebida para poner la ciudad «al revés», dividiendo sus espacios privados y públicos, ahora doblaría de forma similar al Estado palestino dentro de las concepciones de seguridad israelíes y lo sometería a constantes transgresiones que busquen desmantelar el muro.

 

Notas

1.- Robert McNamara es de particular interés en este contexto, porque bajo la administración de JFK de los llamados «mejores y más brillantes» académicos y directores de empresas, varios de ellos fueron promovidos al poder ejecutivo. Con McNamara como Secretario de Defensa, la teoría de la gestión tecnocrática se convirtió en el lenguaje omnipresente para todos los asuntos militares en el Pentágono durante la década de 1960. Guiados por «modelos» teóricos, análisis de sistemas, investigación operativa, «teoría de juegos» y gestión basada en números, el grupo de «niños prodigio» de McNamara creía que la guerra era un negocio racional de costos, beneficios e índices de mortalidad proyectados, y que si estos pudieran maximizarse, se podría ganar la guerra. Aunque el Pentágono bajo McNamara puso mucho esfuerzo en modelar y luego luchar de acuerdo con estos modelos, las guerrillas vietnamitas se negaron a actuar como «consumidores eficientes» en la economía de mercado del Pentágono, o como «oponentes racionales» en las «teorías de juegos» de RAND; de hecho, la opinión es que este enfoque condujo a la prolongación innecesaria de la guerra de Vietnam. Paul Hendrickson, The Living and the Dead, Nueva York, Vintage Books, 1997; Yehouda Shenhav, Manufacturing Rationality, Oxford: Oxford University Press, 1999.

2.- Con la creciente integración de la sociedad industrial, estas categorías están perdiendo su connotación crítica y tienden a convertirse en términos descriptivos, engañosos u operativos. Confrontada con el carácter total de los logros de la sociedad industrial avanzada, la teoría crítica se queda sin la razón fundamental para trascender esta sociedad. El vacío desocupa la estructura teórica misma, porque las categorías de una teoría social crítica se desarrollaron durante el período en el que la necesidad de rechazo y subversión se encarnaba en la acción de fuerzas sociales efectivas. Herbert Marcuse, One-Dimensional Man, Studies in the Ideology of Advanced Industrial Society, Boston, MA: Beacon, 1991 [1964].

3.- Alistair Horne, A Savage War of Peace: Algeria 1954- 1962, New York: Viking, 1978.

4.- Mariscal Thomas Bugeaud, La Guerre des Rues et des Maisons, París: J.-P. Rocher, 1997. El manuscrito fue publicado en 1849 en la finca de Bugeaud en Dordoña, después de que no lograra controlar rápidamente los acontecimientos de 1848. No logró encontrar un editor para el libro, pero distribuyó una pequeña edición entre sus colegas. En el texto, Bugeaud sugiere ampliar las calles parisinas y eliminar los edificios de las esquinas en los cruces estratégicos para permitir un campo de visión más amplio. Estas y otras sugerencias fueron implementadas por Haussmann varios años después; ver Sharon Rotbard, White City, Black City, Tel Aviv: Babel, 2005, p. 181. [Hebreo]. Ver también Thomas Bugeaud, The War of Streets and Houses, Capítulo 3: ‘Offensive against the Riot’ en http://www.cabinemagazine.org/issues/22/bugeaud.php.

5.- Auguste Blanqui, Instructions pour une Prize d’Armes, París: Société encyclopédique française, 1972; véase www.marxists.org/francais/blanqui/1866 /instructions.htm.

6.- Rotbard, White City, Black City, p. 178.

7.- Benjamin Runkle, «Jaffa, 1948, Urban Combat in the Israeli War of Independence», in Col. John Antal and Maj. Bradley Gericke (eds) , City Fights, New York: Ballantine Books, 2003, p. 297.

8.- Sobre esto, ver Ryan Bishop, «The Vertical Order Has Come to an End: The Insignia of the Military C3I and Urbanism in Global Networks», en Ryan Bishop, John Phillips y Wei-Wei Yeo (eds), Beyond Description: Space Historicity Singapore, Architext Series, Londres y Nueva York: Routledge, 2004, pp. 60-78.

9.- Hannan Greenberg, «El Comandante de la División de Gaza: Los palestinos están en estado de shock», Y net, 7 de julio de 2006, www.ynet.co.il.

10.- Amir Rapaport, «Dan Halutz is a Bluff, Entrevista con Shimon Naveh», Ma ‘ariv, Suplemento de Yom Kippur, 1 de octubre de 2006.

11.- «Las redes generalmente están anidadas en jerarquías, los nómadas se limitan a montar camellos y saquear y las máquinas de guerra funcionan con carbón y gasolina». Paul Hirst, Space and Power: Politics, War and Architecture, Londres: Polity, 2005, p. 4.

12.- Naveh lo explicó con una metáfora del mundo de la teología judía: es un «conflicto institucional entre Hassidim y Mitnagdim…» Mitnagdim, hebreo para «oponentes», es un término usado para referirse a los judíos ortodoxos asquenazíes que se opusieron, desde finales del siglo XVIII, a las nuevas prácticas religiosas del judaísmo jasídico. El término se usa comúnmente para referirse a conflictos institucionales internos dentro de un contexto judío entre innovadores y conservadores.

13.- El contralor del estado pidió explicaciones por el hecho de que Naveh también trabajaba a tiempo parcial en la Universidad de Tel Aviv, y por el alto salario que recibían los investigadores por horas extras. Una investigación realizada por el subcomandante de recursos humanos de las F.D.I. luego despejó a la O.T.R.I. de tales sospechas, pero el Estado Mayor filtró información sobre la investigación a la prensa. Véase Caroline Glick, «El momento estalinista de Halutz: ¿Por qué fueron despedidos Dovik Tamari y Shimon Naveh?», Jerusalem Post, 17 de junio de 2006 y Rapaport, «Dan Halutz is a Bluff». Actualmente, Naveh es empleado del Comando de Desarrollo del Cuerpo de Marines de EE. UU. como mentor principal (sabio) para su experimento operativo «Guerrero Expedicionario».

14.- Yaakov Amidror, «No hay guerras a control remoto», Ha’aretz 4 de julio de 2006.

15.- Yaakov Amidror, «Catastophe to Military Thought», Makor Rishon, www.makorrishon.co.il;

http://www.makorrishon.co.il/show.asp?id=13186.

16.- Rapaport, «Dan Halutz is a Bluff».

17.- En una conferencia de prensa sobre el Acuerdo de Hebrón, se citó al ex primer ministro Benjamin Netanyahu: la persecución en caliente es un tema secundario. Es un caso específico de un tema genérico, y el tema genérico es la libertad de acción de Israel para proteger a sus a dondequiera que estén. Y contra cualquier amenaza que emane de cualquier parte”. Ministerio de Relaciones Exteriores, www.mfa.gov.il.

Guillermo Villamizar
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