¿Desarticulados pero felices? La Universidad de Bogotá no fue invitada a la Bienal

Fachada de la Facultad de Artes ASAB – Palacio de la Merced, Bogotá. Captura de Google Maps

Que la única universidad de Bogotá administrada directamente por la Alcaldía y el Concejo de la ciudad —la Universidad Distrital Francisco José de Caldas— no aparezca articulada en la Bienal de Arte Contemporáneo BOG25 no es un fracaso exclusivo de la Alcaldía, la Secretaría de Cultura y el mismo equipo curatorial de la Bienal, sino también de la administración de la Universidad y de su Facultad de Artes. Recordemos que tanto la universidad de Bogotá (La Distrital), como la de Cundinamarca (Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca), son las únicas universidades públicas de administración local, ambas fundadas en la década de 1940 y que desde entonces han manifestado problemas críticos de financiación y desatención estatal. En el caso de la Distrital, estas faltas se traducen en un déficit histórico de infraestructura y en la dispersión de sus sedes por la ciudad: una fragmentación que, entre otras cosas, desarticula. Y la universidad, al final, termina reflejando en pequeña escala las mismas problemáticas de la ciudad que dice representar. Ahora, cuando revisamos la lista de aliados académicos de la Bienal, encontramos:

  • UTADEO
  • Universidad de los Andes
  • UNIMINUTO
  • Facultad de Creación, Universidad del Rosario
  • Centro Colombo Americano

Pantallazo de la página oficial de la Bienal BOG25

Mientras que, no aparece la Universidad Distrital, ni la Facultad de Artes ASAB, ni la Sala de Exposiciones ASAB por ningún lado. Y esto es absurdo: la ASAB no solo enlaza lo académico con lo artístico a través de la investigación-creación, sino que es reconocida como una de las mejores facultades de artes del país. ¿Por qué, entonces, la Facultad de Artes de la ciudad no está articulada como eje fundamental de la Bienal, mientras que otras universidades (en su mayoría privadas) ostentan el título de “aliados académicos” principalmente porque ofrecen espacios expositivos? El contraste parece claro. La ASAB si cuenta con escenarios propios como la Sala de Exposiciones en el Palacio de la Merced o incluso los Sótanos de la Jiménez, que podrían albergar fácilmente parte del evento. Pero parece que cruzar la carrera Décima y acercarse a la Caracas podría no resultar estético para los intereses de la Bienal, más aún con las obras del metro justo al lado recordándonos la infelicidad de movilizarnos por la ciudad. Quizá si la ASAB tuviera una sede que estuviera en un sector “más amable para el turismo”, con mejores accesos y mantenimiento, sería visible para la Bienal (aunque al menos para el Palacio de la Merced se invierte más en la conservación de la pintura que para el Palacio San Francisco). Pero, la cuestión no se reduce, sin embargo, a la negligencia de quienes administran la ciudad. La misma comunidad académica contribuye, en parte, a esta desarticulación. En programas como Arte Danzario, la comunidad debe rebuscarse espacios para articularse con la vida cultural de Bogotá, porque básicamente no tienen espacios propios, ni muchas veces las condiciones mínimas. Mientras que en Artes Plásticas y Visuales la desconexión es total: la formación se limita a visitas esporádicas a exposiciones, sin vínculos activos con espacios distritales como la Secretaría de Cultura, la Galería Santa Fe, la Cinemateca de Bogotá o la Fundación Gilberto Alzate Avendaño. Así, la universidad parece reducirse a una maquinaria que se dedica a conferir títulos de “alta calidad” desvinculados del contexto artístico local. Las cifras revelan la paradoja. Tras la pandemia, el programa de Artes Plásticas se convirtió en el de mayor demanda de toda la universidad, con más de 700 aspirantes para apenas 35 cupos en alguna ocasión. Ese es un síntoma de pertinencia social, lo mismo que la propia Bienal, que bajo el lema de la “felicidad” confirma que para la ciudad el arte (así sea como concepto abstracto) importa. Pero entonces, ¿cómo explicar que el gobierno distrital permanezca desconectado de su universidad, y que la misma Facultad de Artes de la Distrital esté desconectada de la ciudad a la que se debe?

Un ejemplo paradigmático es el festival Casabierta, que cada octubre abre las puertas del Palacio de la Merced a la ciudadanía desde hace más de veinte años. Talleres, conversatorios, exposiciones y conciertos —con invitados del nivel de Aterciopelados o Systema Solar— lo han convertido en un evento fundamental para Bogotá. Sin embargo, para el presente año su presupuesto se redujo en un 25 % respecto al año anterior, lo cual no es extraño teniendo en cuenta que para la administración es más importante dar al menos media jornada de clase durante esa semana, que articular los procesos académicos del año en el proyecto de gestión más grande de la Facultad; y como era de esperarse ni la Bienal ni la Universidad buscaron articularse. El peso del festival recae otra vez en el esfuerzo de unos pocos estudiantes (los de siempre) y docentes (los mismos dos), mientras el resto de la comunidad parece indiferente, y se conforman a lo sumo y al igual que con la Bienal, a asistir; aunque en muchos casos ni siquiera a eso.

Imagen tomada de la cuenta oficial de Instagram de Casabierta (@casabierta_asab)

Así, una pequeña comunidad artística y académica, hacinada en un claustro del centro de Bogotá, refleja en escala mínima la desarticulación a nivel distrital causada por el desinterés institucional. La Bienal invoca la “felicidad” como concepto abstracto, pero la universidad pública de la ciudad no tiene cabida en esa celebración. Tal vez dentro de dos años se elija otra palabra: “unidad”, por ejemplo; ojalá para entonces hayamos aprendido de la Habana y de Sao Paulo; con las universidades públicas presentes en la discusión.

– Julio Manjarrés

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