Carta abierta a lxs artistas de la cancelación políticamente inútil

 

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Estimada artista joven sin trabajo, estimado artista joven afro con un trabajo que desde ya lo está matando, estimade artista gay que va al médico para recibir una cita de urgencias para dentro de seis meses, estimado artista/profesor adulto sobre-explotado, estimado artista mayor sin pensión, cordial saludo.

Hace mucho vengo observando desde el privilegio concedido por mi situación de precariedad laboral permanente sus más recientes procesos de politización. He notado cómo les encanta invertir tiempo en concienzudos grupos de estudio y reuniones privadas para evitar referirse a la cantidad de plagas que les agobian. Es decir, para jugar al «si no lo veo no me ve» como mecanismo de defensa donde creen que no mencionar sus deudas impagables, su desprotección en salud, su imposibilidad de acceder a la independencia económica o los ataques recibidos desde el aparato institucional en contra de sus obras, prácticas y procesos, ni el endeudamiento, la vulnerabilidad fisiológica, la dependencia ni la censura existen. Y sí,  la idea es linda, pero como es mágica, no altera lo que sucede en el mundo real.

A cambio, se dedican a reescribir el viejo «he visto a las mentes más lúcidas de mi generación…» en clave de frustración personal redirigida a campañas de destrucción de colegas. Como les aburre sindicalizarse, movilizarse u organizarse, prefieren intercalar su mala lectura de traducciones mal hechas de la academia estadounidense de la superioridad moral —blanca— con jornadas de estalkeo-envidia hacia/contra quienes consideran que de algún modo han logrado algo.  

Chévre volvieran a sus PDFs de Historia del arte y recordaran que una de las prerrogativas asumidas por la producción artística desde que se instalara lo menos peor del pensamiento moderno en Occidente, ha sido la de poner en tensión no sólo sus condiciones de existencia, sino el efecto de sus productos en la interpretación de esa misma cultura. No por nada, los movimientos revolucionarios más exitosos han contado con el acompañamiento, si no la inspiración, de personas que operaban dentro de lo que hoy se consideraría campo artístico. Es más, dentro del mismo universo de esa cultura global, quienes integran este reducido grupo han lanzado algunas de las más agudas imprecaciones contra sus peores desgracias: artistas representaron con mayor claridad las masacres desencadenadas durante la etapa de acumulación de capital europeo en América, artistas denunciaron con efectividad las peores consecuencias de la industrialización europea —pagada con recursos americanos—, artistas imaginaron utopías que posteriormente buscaron su materialización, artistas fueron sometidos a deportación, encarcelamiento y asesinato por poner en imagen su esperanza.

En ese sentido, no entiendo por qué ustedes dejaron de imaginar un mundo donde pudieran tener un modo de sostenerse autónomamente, contar con salud de verdad, vivir de su obra y jubilarse. Ah sí, porque, como tiene que ver con el mundo real, es aburrido.

O por qué no se atreven a concebir esa empresa y lo que implicaría realizarla. O por qué repiten de manera tan juiciosa el mantra de la derecha global que ordena no imaginar un más allá del (sistema de explotación del) capitalismo. ¿De verdad es tan difícil llevarle la contraria a un cis-hetero muerto como Mark Fisher? 

Siento que su problema no es que ese ejercicio mental les lleve a entender lo complicado de pensar una alternativa al modelo económico vigente. Su problema es que comprendan que el modelo de vida actual es una desgracia, pero una desgracia chévre. Porque les permite estar. Me explico: nuestro espacio de interacción permite defender y promover identidades individuales como las que ustedes forjan en sus guetos de creatividad.  De hecho, éste mundo quiere que ustedes sigan existiendo, siempre y cuando no midan, busquen, definan y cuestionen las circunstancias político-económicas reales de su propia existencia. Mientras no pongan problemas, a este status quo que les odia ustedes le gustan demasiado. 

Imaginen que, por el contrario evidencian y enfrentan cada una de las problemáticas que cada día les hacen decir: «sigo jodido». Y dedican su activismo a analizar y oponerse a cada una de ellas como derivadas de un aparato que les controla obligándolos a vivir en miseria. O que dejan de pensar en nutrir su carrera individual a punta de campañas de cancelación inútiles y se dedican a construir redes de apoyo. O que dejan de trabajar para ese sistema al que le fascina verlos destruirse entre sí para que terminen (más) exhaustos —y cancelados.

Porque, pongámoslo claro. El lío para nuestro gremio a nivel global no es andar muertos de hambre. El lío es que andamos muertos de hambre y dedicándonos a construir perfiles que permitan andar mirando a todo el mundo por encima del hombro, mientras desde nuestra cámara de eco —que creemos autoconstruída— irradiamos una superioridad moral tan impresionantemente idiota que es capaz de convertir a todo aquel que no esté conectado a ella en la nada. Una distopía aquí y ahora.

El problema con quienes, como ustedes, se dedican a localizar prácticas de comportamiento anatematizables a partir del rumor es que además de, como ya se ha dicho, contribuye al debilitamiento de comunidades enteras y termina agrediendo a quienes en realidad tienen justicia por reclamar frente a prácticas de acoso, violencia basada en género, racismo, clasismo y capacismo. El problema con ustedes como sujetos canceladores es que terminan fabricando enemigos de clase, etnia o género inspirados en unas buenas intenciones individualizadas y actuando como aliades de un sistema al-que-no-saben-más-que-divertir.

Sobre todo porque la conclusión de sus acciones de señalamiento, no es demostrar interés en la promoción y materialización de una justicia social de fondo, sino que actúan según les ordena ese mismo sistema al-que-no-saben-más-que-divertir, para dislocar los verdaderos —y necesarios— activismos, las verdaderas —y necesarias— reivindicaciones. 

Movilizarse es imprescindible. Y emocionante. Pero hacerlo para sacrificar de manera irresponsable a amigos, colegas y conocidos a punta de un modelo moral colonizado y mal entendido no sirve tanto. De hecho, ese modus operandi termina por convertirlos en inquisidores cool, expertos en políticas de afirmación redactadas por think-tanks ubicados en universidad hegemónica blanca y replicadas infinitamente por mass-mierda autoritarios.

En ese sentido, les sugiero —si quieren— revisar este formato de discusión que han  decidido implementar enérgicamente para entender por qué hasta ahora no les ha funcionado. O por qué les ha funcionado tan mal. O por qué sólo ha servido para posicionar agendas peores. 

Atentamente, 

Guillermo Vanegas
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