Asamblea

Desde que comenzó 2020 las cosas han cambiado en Bogotá. Al contrario de la psicología configurada desde el periodismo prepago local, hay una gratificante sensación de mayoría de edad: la ciudadanía de esta urbe pasó del embrutecimiento autoculpable —por haberse encartado a sabiendas con Enrique Peñalosa—, al enamoramiento rápido con su flamante alcaldesa y de ahí al cuestionamiento constante de varias de su decisiones—ambigüedad frente al ESMAD, continuidad del plan de movilidad del mandato anterior, la obligación de permitir la carnicería a cielo abierto en la Plaza de Santamaría, por decisión saliente del alcalde anterior.

De otra parte y contra la retórica que ha tratado de construirse respecto al Paro Nacional, éste no comenzó por iniciativa de un extrañísimo —por paracaidista y desconectado— “Comité de paro”. Lo fue porque esta ciudad estaba bajo la férula de un alcalde impráctico que se negó a ver que tenía una universidad ahogada en corrupción. Lo fue porque los estudiantes de esa entidad se enteraron y se movilizaron obstruyendo su normalidad académica. Lo fue porque ese alcalde impráctico los mandó gasear mientras les acusaba de cosas que él mismo hacía (destruir la ciudad —dejando obras sin terminar—, impedir una movilidad regular —con trancones de diseño—). Lo fue porque sus estudiantes se tomaron la sede administrativa de la universidad para detener su operativididad administrativa, mientras el alcalde impráctico no los tomaba en serio. Lo fue porque en su afán de hacer pedagogía de la extracción ocular con los estudiantes, éste funcionario desencadenó la violencia del ESMAD llegando a afectar a los miembros de una universidad vecina (cuyo hospital también fue gaseado porque sí). Lo fue porque las reivindicaciones del estudiantado consistían en mejorar la gobernabilidad de su centro de estudios.

No hay que olvidarlo: el actual Paro nacional comenzó en la Universidad Distrital.

Ahora, con la llegada de Claudia López a la cabeza de la Alcadía Mayor, los integrantes de un Consejo Superior Universitario experto en estorbar la movilización estudiantil siguiendo la inoperancia de su jefe anterior, decidieron ahora sí escuchar. Se iniciaron las negociaciones y los miembros de ese ente comenzaron —de mala gana, todo hay que decirlo—, a dejar transmitir las sesiones donde al fin se vio representada la Alcaldía Mayor y empezaron a escuchar. Así, este 31 de enero se terminó aprobando la solicitud largamente postergada de una Asamblea Universitaria.

Con ello se demostró que la lógica del paro, equivalente a hacer lo que no se espera de una comunidad en normalidad académica (no estudiar, manifestarse masivamente), y tal y como viene sucediendo desde hace siglos, los mecanismos de presión efectivos dentro de un entorno necesitado de la regularidad permiten que las reivindicaciones se den.

Por esto. Por haber sostenido una movilización durante varios meses, por organizar efectivamente a grupos de base para localizar la protesta, por la justicia en las reclamaciones, por la estratégica presencia de algunos de sus representantes en medios generalistas, es posible decir que, en esta oportunidad, hacer nada sirvió.

Y aquí, mas que una reivindicación de la pereza como dispositivo, se trata de ver cómo un grupo decidió comprender la situación que enfrentaba en un momento específico y dar una respuesta contextualizada. Valga decir además, que durante este proceso y ante la creciente presencia de voces contrarias a la detención de actividades dentro y fuera de la universidad, la población estudiantil supo responder con aquello que ha demostrado poseer en repetidas ocasiones: capacidad de análisis, de organización y de resistencia. Ha sido tan sólido su accionar que introdujeron un novedoso modelo de trabajo al interior de un ente habitualmente ajeno a sus peticiones y que bien podría, en medio de un gobierno nacional caracterizado por perseguir la expresión cultural, constituir una nueva época de cultura política práctica.

Ahora sigue la implementación de esta Asamblea. Asunto delicado, sobre todo si se recuerda la historia de burlas e irrespeto por parte de otros gobiernos hacia los acuerdos firmados con los estudiantes universitarios. Sin embargo al día de hoy, tampoco hay que olvidarlo, la población estudiantil de la Universidad Distrital tiene mucho que celebrar. Y entender que en este momento también debe comprender la situación que enfrenta y dar una respuesta contextualizada. Es decir, ¡organizar una gran fiesta antes de retomar!

Guillermo Vanegas
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