Andrea Fraser, Hacia una resistencia reflexiva I* ** ***

 

*Traducción: Guillermo Villamizar

Corrección de estilo: Guillermo Vanegas

**Tomado de Artists Writes No. 2 revista X–TRA, invierno 2018. Disponible aquí

 

En esta segunda entrega de Artist Writes, presentamos el ensayo de Andrea Fraser «Hacia una resistencia reflexiva». Parte de la programación del vigésimo aniversario de X-TRA, Artist Writes es una serie de ensayos y programas públicos encargados a cuatro artistas contemporáneos que escriben: A.L. Steiner, Andrea Fraser, Martine Syms y Pope. L. X-TRA publica sus textos en serie en el volumen 20 y cada autor presentará un acto público correspondiente en Los Ángeles.

Artist Writes se basa en la misión de X-TRA de proporcionar una plataforma para que los artistas definan sus propios términos de compromiso y hagan contribuciones significativas a los campos de la crítica y la teoría. Esta serie cuenta con el generoso apoyo de la Michael Asher Foundation, la Andy Warhol Foundation for the Visual Arts, la Isambard Kingdom Brunel Society of North America y la Pasadena Art Alliance.

-Shana Lutker

 

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Pero acusar al antiintelectualismo, que casi siempre se basa en el resentimiento, no exime al intelectual de esta crítica a la que todo intelectual puede y debe someterse o, en otro lenguaje, de la reflexividad, que es el requisito absoluto de toda acción política de los intelectuales. El mundo intelectual debe emprender una crítica permanente de todos los abusos de poder o de autoridad cometidos en nombre de la autoridad intelectual.

Pierre Bourdieu, «Hacia un saber comprometido» (1999) (1)

 

Nunca he echado más de menos a Pierre Bourdieu en los quince años transcurridos desde su muerte, que en los meses que sucedieron a las elecciones de 2016. Imagino que Bourdieu estaría especialmente preparado para dar sentido al desastroso y aparentemente incomprensible ascenso de Donald Trump y la derecha populista. Como activista en la lucha contra el neoliberalismo, sería capaz de revelar el vínculo entre el populismo de derecha y el fundamentalismo del libre mercado y mostrar el camino de la resistencia. Como investigador y teórico del papel que desempeñan la cultura y la educación en la estratificación social y las luchas simbólicas en las disputas sociales, sería capaz de descubrir el secreto del éxito de la guerra cultural que la derecha ha librado con tanta eficacia. Sobre todo, Bourdieu sería capaz de aplicar su «sociología reflexiva» para cribar todas las representaciones que han acompañado este desastre global, desde la derecha hasta la izquierda pasando por el centro, no sólo para analizar sus verdades y falsedades relativas, sino también para revelar la verdad de las estructuras y dinámicas sociales que promulgan, produciendo y reproduciendo el mismo mundo que aparentemente aborrecen.

Al leer los análisis de las elecciones desde la izquierda hasta la centro-derecha (no me atrevo a leer la prensa de extrema derecha), me acuerdo de la apreciación de Bourdieu de que ni la «sociología de los intelectuales», que es tradicionalmente el negocio de los «intelectuales de derecha», ni la crítica del «pensamiento de derecha», la especialidad tradicional de los «intelectuales de izquierda», no son más que una serie de luchas simbólicas que «coinciden tácitamente en dejar oculto lo esencial, a saber, la estructura de las posiciones objetivas» desde las que se libran y a partir de las cuales impugnan sus respectivas representaciones del mundo social. (2) Para ir más allá de estas luchas simbólicas y pasar a la resistencia efectiva sería necesario escapar de la trampa de la «lucidez mutua y la ceguera reflexiva» para reconocer la complicidad entre las posiciones sociales y las «tomas de posición» tanto de la izquierda como de la derecha; entre las estructuras sociales y los modos de percepción y los sistemas de clasificación interiorizados a través de los cuales se entienden y se representan.(3)

Muchas de las posiciones adoptadas desde las elecciones de 2016 parecen oponerse a la reflexividad y la resistencia. Me vi incapaz de añadir mi nombre a una declaración de académicas feministas que circuló poco después de las elecciones y que fue firmada por más de 1000 mujeres, entre ellas Judith Butler, Donna Haraway y muchas otras notables académicas y artistas feministas. Podía estar de acuerdo en que «nuestra prioridad número uno es resistir». No podía estar de acuerdo con que «también debemos rechazar los llamamientos al compromiso, a la comprensión o a la colaboración». (4) Creo que es esencial entender a Trump y a la gente que le ha votado. Creo que es aún más esencial entendernos a nosotros mismos, reflexivamente, y a las formas ocultas de colaboración y compromiso que pueden contribuir a la producción de votantes proTrump, incluyendo la retórica y las representaciones de las circunscripciones antiTrump que han sido utilizadas por Trump y sus partidarios en la movilización efectiva a través de la cual han reclamado el poder político.

 

«¿Quiénes son estas personas que han votado por Trump?»

En la apertura de su poderosa declaración postelectoral, Judith Butler captó lo que estaba torturando a muchas de nuestras mentes el 9 de noviembre. «Hay dos preguntas que se hacen los votantes de la izquierda moderada en Estados Unidos: ¿Quiénes son estas personas que han votado a Trump? Y ¿por qué no nos preparamos en absoluto para esta conclusión?» (5) Responde: «No sabíamos lo extendido que está el enfado contra las élites, lo profundo que es el enfado de los hombres blancos contra el feminismo y el movimiento por los derechos civiles, lo desmoralizada por la desposesión económica que está mucha gente, lo exaltada que está la gente por el aislacionismo.» Pero, continúa, «ahora estamos viendo cómo la misoginia y el racismo anulan el juicio y el compromiso con los objetivos democráticos e inclusivos». Estos son los «odios desatados», las «pasiones sádicas, resentidas y destructivas que impulsan a nuestro país».

Butler expresó mis propios sentimientos de devastación y miedo tras las elecciones, a la vez que articulaba la sensación generalizada de que el ascenso de Trump fue impulsado por hombres blancos pobres, misóginos, racistas, homófobos y xenófobos. De hecho, las opiniones virulentamente racistas, xenófobas, homófobas y misóginas de muchos partidarios de Trump han desfilado desde antes del inicio de su candidatura. Sin embargo, al analizar las encuestas a pie de urna y otros datos, la suposición de que el ascenso de Trump a la Casa Blanca fue impulsado por estos votantes se vino abajo rápidamente. Las comparaciones entre los votantes por Trump de 2016 y los de Romney en 2012 revelaron que Trump no obtuvo mejores resultados (y, según algunos, ligeramente peores) entre los votantes blancos que Obama en 2012. Más sorprendente aún, Trump obtuvo mejores resultados que Romney entre los votantes negros, latinos y asiáticos por 7, 8 y 11 puntos respectivamente. Puede que la misoginia se sostenga mejor para explicar la ventaja de Trump en el Colegio Electoral, pero su ganancia de cinco puntos sobre Romney entre los hombres no parece haber sido decisiva. (6)

Los mayores cambios de 2012 a 2016 estuvieron relacionados con la educación y los ingresos. Entre las personas con estudios universitarios, Clinton amplió la ventaja de Obama de dos a nueve puntos, la mayor diferencia que se remonta a 1980. Aunque Clinton siguió perdiendo entre los blancos con estudios universitarios, mejoró en 10 puntos a Obama en ese grupo. Trump, sin embargo, mejoró en 14 puntos a Romney entre los blancos sin estudios universitarios. Clinton sí ganó en los tramos de ingresos más bajos, pero por 16 puntos menos que Obama en 2012, mientras que sólo ganó 9 puntos entre los votantes de mayores ingresos.(7) Lejos de ser víctimas de la globalización y la desindustrialización, la renta media de los hogares entre los partidarios de Trump era de casi 82.000 dólares al año. (8)

Analizando los datos sobre los niveles de educación y de ingresos en condados clave con poblaciones superiores a los 50,000 dólares, el estadístico Nate Silver encontró un particular descenso del apoyo a Clinton en relación con Obama en los 50 de estos condados con los niveles de educación más bajos. Silver comparó los condados predominantemente blancos con niveles de ingresos altos y de educación media contra los condados blancos con niveles de ingresos medios y de educación alta, encontrando que mientras los primeros se desplazaron hacia Trump (la única gran victoria de Clinton en esta categoría fue Napa, California), los segundos se desplazaron hacia Clinton. Controlando aún más la raza y la etnia, comparó los condados de baja y alta educación con mayoría de «minorías» encontrando, una vez más, que los primeros se decantaron por Trump mientras que los segundos lo hicieron por Clinton. Silver concluyó que «los niveles educativos son el factor crítico» que predice los cambios en el voto que «hicieron ganar a Donald Trump la presidencia». (9)

 

«La revuelta contra las élites» (10)

Entre los partidarios de Trump, estos datos sobre los niveles de ingresos y educación se han aprovechado para confirmar la opinión de que su ascenso representa una revuelta popular de los que no tienen educación universitaria contra la «odiosa arrogancia» de los liberales e izquierdistas con educación universitaria «que los han tratado con condescendencia durante décadas». Entre quienes se oponen a Trump, estos datos se evocan con mayor frecuencia para confirmar la opinión de que, como decía el título de un artículo de la revista Foreign Policy, «Trump ganó porque los votantes son ignorantes, literalmente»(11) y esta «ignorancia» explica por qué tantos partidarios de Trump de bajos ingresos «votaron en contra de sus propios intereses y, especialmente, de sus intereses económicos».(12) Más a la izquierda, los datos sobre la educación se ignoran en gran medida, mientras que los datos sobre los ingresos se abrazan para apoyar una serie de interpretaciones. Para algunos, confirma que «no fue la economía, sino el racismo y la xenofobia, lo que explica el ascenso de Trump.» (13) Para otros, exonera a la clase trabajadora, confirmando que «la noción de que los trabajadores blancos eligieron a Trump es un mito que conviene a la clase dominante».(14) Para otros aún, confirma el carácter autoritario del fenómeno Trump, ubicando su apoyo en «la verdadera base del fascismo: la pequeña burguesía.» (15)

Cuanto más se aleja la izquierda y la derecha, más acuerdo se encuentra en al menos un punto clave: las élites son las culpables. Sin embargo, la izquierda y la derecha definen a estas élites de forma antagónica. En la izquierda, la élite se define sobre todo como la élite económica: el 1%, los plutócratas multimillonarios, la clase dominante cuyo dominio está garantizado por la propiedad de los medios de producción y la monopolización de la riqueza y los recursos, y a veces también la «clase profesional» que gestiona «varios segmentos de la economía financiarizada». (16) Si estas élites son «liberales», son fundamentalmente neoliberales, con su liberalismo social y cultural de los derechos individuales considerados como limitados a lo que fomenta sus intereses económicos de la nueva economía. En la derecha, la élite se define casi exclusivamente como la élite cultural, o la élite educada, o la élite meritocrática, o la élite cognitiva, (17) cuyo «despotismo permanente de expertos, burócratas y académicos» (18) se impone mediante el control de las instituciones culturales —sobre todo las universidades, los medios de comunicación de «noticias falsas» y la industria del entretenimiento. (En la izquierda, la caracterización de las élites por parte de la derecha como élites culturales y educativas se descarta en gran medida. En uno de los primeros esfuerzos por desentrañar este componente de la retórica de la nueva derecha, Thomas Frank describe las representaciones de la derecha sobre la «élite liberal» como nada más que un «rediseño de clase» [repackaging of class] que «se desmorona bajo cualquier tipo de escrutinio sistemático». Sostiene que la «guerra cultural» fue creada por la derecha para sustituir y reprimir la guerra de clases. La guerra cultural es, por supuesto, en sí misma una guerra de clases, pero una en la que «los intereses materiales se suspenden en favor de vagos agravios culturales» y la base económica real de la clase social está sujeta a un «borrado sistemático». (19)

Sin embargo, el éxito de la guerra cultural de la derecha y su identificación del estatus y la dominación de la élite con la cultura y la educación, más que con la riqueza y los ingresos, puede residir en el grado en que capta la percepción y experiencia de un gran número de personas y es, al menos en parte, cierta. Si es así, es cierto no sólo en el sentido de que describe un aspecto de la realidad social, sino también porque ha producido esta realidad con la ayuda significativa de algunos dentro de la izquierda. De hecho, gran parte de la propia izquierda estadounidense hace tiempo que dejó de definir la dominación social exclusivamente por medio del poder económico. Las luchas contra la opresión basada en la raza, el género y la orientación sexual a menudo se han centrado más en los aspectos culturales que en los económicos de la dominación basada en la identidad, una tendencia que otros miembros de la izquierda lamentan porque hace que la «política de la identidad» sea segura para las élites económicas y empuja a la clase trabajadora blanca hacia el populismo de derecha.

 

De la guerra de clases a la guerra de clasificaciones

Puede que Bourdieu sea más conocido por sus investigaciones que vinculan clase y estatus social —y dominación social— con las disposiciones y prácticas culturales que desarrolló en su monumental estudio, Distinction: A Social Critique of the Judgment of Taste (1979). Esta obra no ha sido ampliamente retomada por la izquierda estadounidense, sin embargo, mientras trabajaba en este ensayo, su obra fue evocada por uno de los más comprometidos guerreros de la cultura de Estados Unidos, David Brooks, cuya contribución a la teorización de «la nueva clase alta» incluye el término bobo [burgués bohemio – bohemian bourgeois]. (20) Brooks continuó con un editorial en el que denunciaba la insensibilidad cultural de «la clase educada en la universidad» (21) ofreciendo una glosa de la teoría de Bourdieu sobre el capital cultural y la distinción para apoyar sus caracterizaciones de las jerarquías de clase definidas por la cultura y la educación. (22)

Sin embargo, en Distinción y otros lugares, Bourdieu sostiene que todas las formulaciones de clase basadas en poblaciones y atributos definidos de forma sustantiva son presa de una falacia intelectualista: la confusión de formulaciones conceptuales con fenómenos concretos. Los científicos sociales, los encuestadores, los expertos e, incluso, los aficionados como yo podemos «separar clases en el sentido lógico de la palabra», es decir, personas «situadas en condiciones similares y sometidas a condicionamientos similares». Sin embargo, estas «clases sobre el papel» no existen necesariamente como grupos subjetivamente experimentados, y mucho menos políticamente constituidos. Más bien, las clases en este sentido se producen a través de «actos de clasificación» activos y continuos que las personas realizan «incesantemente, en cada momento de la existencia ordinaria, en las luchas en las que [se] enfrentan por el significado del mundo social y su posición en él, el significado de su identidad social.»(23) En este sentido, «lo que los individuos y los grupos invierten en el significado particular que dan a los sistemas clasificatorios comunes… es infinitamente más que su “interés” en el sentido habitual del término; es todo su ser social, todo lo que define su propia idea de sí mismos, el contrato primordial y tácito por el que definen “nosotros” en contraposición a “ellos”, “otras personas”, y que es la base de las exclusiones… y las inclusiones que realizan.» (24) Estos sistemas y categorías clasificatorias son «lo que está en juego, por excelencia, en las luchas políticas, la lucha inextricablemente teórica y práctica por el poder de conservar o transformar el mundo social conservando o transformando las categorías a través de las cuales se percibe.» (25)

Lejos de afirmar las representaciones de clase ofrecidas por los guerreros culturales de la derecha como Brooks, la teoría de Bourdieu sugiere que la guerra cultural emprendida por la derecha como instrumento de movilización política es eficaz precisamente porque es menos una guerra de clases que una guerra de clasificación: una guerra por los propios atributos que subyacen a los principios de división, diferenciación y distinción social, que, como los propios sistemas clasificatorios cotidianos, abarcan mucho más que el estatus económico y la estratificación. (26) Más fundamentalmente, la teoría de Bourdieu sugiere que estos atributos son en sí mismos armas en las luchas simbólicas que se libran en torno a la distribución del poder social que realizan en primer lugar pero que sólo describen en segundo lugar. Y estas luchas en sí mismas atestiguan que no sólo está en juego el poder económico.

 

De la clase dirigente al campo del poder

Si la teoría del mundo social de Bourdieu se basa en el rechazo de las definiciones sustantivas de clase, también se basa en el rechazo de cualquier sustancia particular como principal forma para definir la clase, ya sea la riqueza, la ocupación o la educación. En su lugar, Bourdieu entiende el mundo social como un espacio multidimensional organizado a través de todos los principios activos de diferenciación y todas las propiedades capaces de conferir poder y otros beneficios dentro de él.

Identifica cuatro «especies» básicas de capital, entre las que se incluyen —junto con el capital económico, social y simbólico— los conocimientos, las habilidades y las competencias que, en la medida en que están distribuidos de forma desigual y confieren beneficios sociales, funcionan como capital cultural.

Para dar cuenta de estas diferentes formas de poder social y sus interacciones, Bourdieu sustituye el concepto de una clase dominante singular por el de un campo dominante o «campo de poder». Uno de los relatos más concisos de Bourdieu sobre el campo de poder se encuentra en su estudio sobre las escuelas de élite, The State Nobility (1996):

El campo del poder es un campo de fuerzas estructuralmente determinado por el estado de las relaciones de poder entre formas de poder, o diferentes formas de capital. Es también, e inseparablemente, un campo de luchas de poder entre los titulares de las diferentes formas de poder… en el que aquellos agentes e instituciones que poseen suficiente capital específico (económico y capital cultural en particular) para poder ocupar las posiciones dominantes dentro de sus respectivos campos se enfrentan utilizando estrategias destinadas a preservar o transformar estas relaciones de poder… (principalmente a través de la defensa o crítica de las representaciones de las diferentes formas de capital y su legitimidad). (27)

 

El poder de la «clase dominante» sobre las «clases dominadas» todavía puede entenderse en términos de concentración de capital, pero todas las clases sociales están sujetas a divisiones internas o «fracciones de clase» según el tipo de capital del que disponen, y todas existen en un continuo social en que las divisiones, fronteras y jerarquías dentro de ellas y entre ellas están sujetas a una contestación continua. Bourdieu sugiere que la más disputada de estas fronteras es la que existe entre los campos económico y cultural dentro del campo del poder. (28)

La teoría de Bourdieu sobre el campo del poder nos permite reconocer las representaciones contrapuestas de las «élites» ofrecidas por la izquierda y la derecha —élites culturales frente a económicas, clases «educadas» frente a «dominantes»— como representaciones de las luchas clasificatorias entre las «fracciones de clase dominantes» sobre la base del poder social y sus propias posiciones dentro de sus jerarquías. (Y, por supuesto, las propias definiciones de «la izquierda» y «la derecha» están sujetas a una intensa contestación similar, lo que hace que mi uso de los términos en este ensayo sea en gran medida un marcador condicional de posiciones relativas, no una caracterización concluyente de individuos, grupos o ideologías).

Bourdieu desarrolló por primera vez su teoría del campo del poder para dar cuenta de las características particulares de los campos artístico y literario. Como lugar principal de concentración de capital cultural, así como de enorme riqueza financiera, el campo artístico puede situarse firmemente dentro del campo del poder. Sin embargo, también observó una tendencia en el campo artístico a rechazar los valores económicos e incluso a invertir los principios económicos de jerarquización. Esto le llevó a teorizar que el campo del poder se organiza como una estructura quiástica en que las jerarquías definidas por el capital económico y las jerarquías definidas por el capital cultural aparecen invertidas al enfrentarse en el espacio social. (29) También descubrió que esta inversión funciona de forma más amplia en una serie de ocupaciones, entre aquellos cuya posición depende del capital económico, normalmente heredado, como los empresarios, y aquellos menos dotados de capital económico, cuya posición depende principalmente del capital cultural, como los artistas y los profesores. (30) También encontró esta estructura quiástica operando en la orientación política, ya que «la propensión a votar a la derecha aumenta con el volumen global del capital poseído y también con el peso relativo del capital económico» en comparación con el capital cultural, mientras que «la propensión a votar a la izquierda aumenta en la dirección opuesta».(31)

 

*** Andrea Fraser es artista y profesora de arte en la Universidad de California en Los Ángeles y ha recibido un premio de la Foundation of Contemporary Arts Grants to Artists de 2017. Su libro 2016 in Museums, Money, and Politics, coeditado por Westreich Wagner Publications, Wattis Institute of Contemporary Art y MIT Press, se publicará en 2018.

 

Notas

1.- Este discurso de apertura por Pierre Bourdieu, emitido por video en la Reunión de la Asociación de Lenguas Modernas en Chicago, en diciembre de 1999, se cita del libro de Pierre Bourdieu Firing Back: Against the Tyranny of the Market (Londres: Verso, 2003).

2.- Pierre Bourdieu, Distinction: A Social Critique of the Judgment of Taste (Cambridge, MA: Harvard University Press, 1984), 12–13.

3.- Bourdieu, Distinction, 12. Para la mejor introducción a la sociología reflexiva de Bourdieu, véase Pierre Bourdeiu y Loïc Wacquant, An Invitation to Reflexive Sociology (Chicago: University of Chicago Press, 1992).

4.-  “Declaración de las académicas feministas sobre la elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos»,https://docs.google.com/document/d/15m_4zMfvp1x2ADkJVOfd1rlGXyqXvHkhSdD1NfAxc0M/edit

5.- «Una declaración de Judith Butler», e-flux, noviembre

https://conversations.e-flux.com/t/a-statement-from-judith-butler/5215

6.- Jon Huang y otros, «Election 2016: Exit Polls», New York Times, noviembre 8, 2016,

https://www.nytimes.com/interactive/2016/11/08/us/politics/election-exit-polls.html

7.- Alec Tyson y Shiva Maniam, «Behind Trump’s Victory: Divisions by Race, Gender, Education», Pew Research Center, Noviembre 9, 2016.

https://www.pewresearch.org/fact-tank/2016/11/09/behind-trumps-victory-divisions-by-race-gender-education/

8.- JoAnn Wypijewski, «La política de la inseguridad», New Left Review 103 (enero-febrero de 2017), 11.

9.- Nate Silver, «Education, Not Income, Predicted Who Would Vote for Trump», FiveThirtyEight, noviembre de 22 2016.

https://fivethirtyeight.com/features/education-not-income-predicted-who-would-vote-for-trump/. Silver señala que no tiene forma de saber qué votantes se pasaron a Trump en estos condados de minorías-mayorías con bajo nivel educativo, aunque otros estudios sugieren que el voto blanco a Trump se concentró en las zonas más homogéneas desde el punto de vista racial.

10.- P. J. O’Rourke, «The Revolt Against Elites, and the Limits of Populism», The Weekly Standard, 3 de febrero de 2017.

https://www.washingtonexaminer.com/tag/donald-trump?source=%2Fweekly-standard%2Fthe-revolt-against-the-elites

11.- Jason Brennan, «Trump ganó porque los votantes son ignorantes, literalmente», Foreign Policy, noviembre 10 de 2016.

https://foreignpolicy.com/2016/11/10/the-dance-of-the-dunces-trump-clinton-election-republican-democrat/

12.- Paul R. Pillar, «Foreign Policy in an Ignorant Democracy», 12 de Noviembre de 2016, The National Interest, https://nationalinterest.org/blog/paul-pillar/foreign-policy-ignorant-democracy-18392

13.- Germán López, «Encuesta: «La clase trabajadora blanca pobre era, en todo caso, más propensa que los ricos a votar por Clinton”», Vox, mayo 9 de 2017, https://www.vox.com/policy-and-politics/2017/5/9/15592634/trump-clinton-racism-economy-prri-survey

14.- Paul Street, «La noción de que los trabajadores blancos eligieron a Trump es un mito que conviene a la clase dominante», Truthdig, 7 de julio de 2017, https://www.truthdig.com/articles/the-notion-that-white-workers-elected-trump-is-a-myth-that-suits-the-ruling-class/

15.- Jesse A. Myerson, «Trumpism: It’s Coming from the Suburbs», The Nation, 8 de mayo de 2017, https://www.thenation.com/article/archive/trumpism-its-coming-from-the-suburbs/

16.-  Peter Lavenia, «La venganza de clase y la muerte del Partido Demócrata», Counterpunch, 16 de noviembre, 2016, https://www.counterpunch.org/2016/11/16/the-revenge-of-class-and-the-death-of-the-democratic-party/

17.- Nicholas Lehmann ofrece un útil panorama de la aparición de estas representaciones en «A Cartoon Elite», The Atlantic, noviembre DE 1996. https://www.theatlantic.com/magazine/archive/1996/11/a-cartoon-elite/376719/

18.-  Andrew Sullivan, «La tentación reaccionaria: una investigación abierta sobre la ideología cerrada como fuerza política dominante de nuestro tiempo (y que ya no se puede ignorar)», New York Magazine, 2030, de abril 17, https://nymag.com/intelligencer/2017/04/andrew-sullivan-why-the-reactionary-right-must-be-taken-seriously.html

19.- Thomas Frank, ¿Qué pasa con Kansas? (Nueva York: Picador, 2004), 114-15, 121, 127.

20.- David Brooks, Bobos en el paraíso: La nueva clase alta y cómo llegaron allí (Nueva York: Simon & Schuster, 2000).

21.- David Brooks, «How We Are Ruining America», The New York Times, 11 de Julio de 2017, https://www.nytimes.com/2017/07/11/opinion/how-we-are-ruining-america.html

22.- David Brooks, «Getting Radical About Inequality», The New York Times, 18 de julio de 2017, https://www.nytimes.com/2017/07/18/opinion/inequality-pierre-bourdieu.html?_r=0.  Brooks malinterpreta a Bourdieu de varias maneras, entre ellas describiendo el capital cultural y el capital simbólico como subconjuntos del capital social (para Bourdieu son distintos) y esencializando y moralizando el «impulso de crear desigualdad» como un «pecado social endémico».

23.- Pierre Bourdieu, «El espacio social y la génesis de los grupos», Teoría y Sociedad 14, nº 6 (noviembre – 1985): https://www.nytimes.com/2017/07/18/opinion/inequality-pierre-bourdieu.html?_r=0

24.- Bourdieu, Distinción, 478.

25.-  Bourdieu, «El espacio social y la génesis de los grupos», Teoría y Sociedad 14, No. 6, 729.

26.- «Durante décadas, los demócratas han tratado a negros, hispanos, asiáticos, mujeres, judíos y casi todos los demás grupos étnicos y sexuales como un bloque de votos independiente… Trump fue el primer candidato republicano importante que vio a los votantes blancos sin educación universitaria como un bloque de votos distinto». Ben Shapiro, «The Lessons from-and the Myths about-Tuesday Night», National Review, 10 de noviembre de 2016, https://www.nationalreview.com/2016/11/donald-trump-election-victory-myths-lessons/

27.- Pierre Bourdieu, La nobleza del Estado: Las escuelas de élite en el campo del poder (Stanford: Stanford University Press, 1996), 264- 65.

28.- Bourdieu sostiene que las posiciones y los posicionamientos sociales sólo pueden entenderse teniendo en cuenta al menos tres ejes que se cruzan: no sólo el volumen y la composición del capital, sino también la trayectoria. La trayectoria es el punto en el que el espacio social se cruza con el tiempo social: el tiempo de las aspiraciones realizadas y no realizadas y la movilidad social que se extiende a lo largo de la vida e incluso a través de las generaciones. Subrayó que la trayectoria es especialmente importante para entender la orientación política, que a menudo se basa en una oposición entre una orientación hacia el futuro y una orientación hacia el pasado, entre trayectorias ascendentes y descendentes. En estos términos, los votantes de Trump podrían caracterizarse como las fracciones amenazadas y en declive de la pequeña burguesía. Véase Bourdieu, «El efecto específico de la trayectoria», Distinción, 453-59. Para una visión general de la teoría de la clase de Bourdieu, véase Loïc Wacquant, «Symbolic Power and Group-Making: On Pierre Bourdieu’s Reframing of Class», Journal of Classical Sociology 13 No. 2 (mayo de 2013): 274-291, 1-18; y Elliot Weininger, «Foundations of Pierre Bourdieu’s Class Analysis», en Erik Olin Wright, ed., Approaches to Class Analysis (Cambridge: Cambridge University Press, 2005), 82-118.

29.- Bourdieu elabora esta teoría en varios textos, entre los que destacan «The Field of Cultural Production, or: The Economic World Reversed» y «Campo de poder, campo literario y hábito», El campo de producción cultural (Nueva York: Columbia University Press, 1993).

30.- Bourdieu, Distinción, 115.

31.- Ibíd, 438.

Guillermo Villamizar
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