Alfonso Suárez, Autoterapia

Alfonso Suarez dejó una imagen indeleble en la conciencia colectiva del arte colombiano con Visitas y apariciones (1994), fabuloso performance en el que emergía en lugares inesperados vestido como el Santo venezolano José Gregorio Hernández, una obra que conectaba lo milagroso, lo inmaterial, lo efímero y lo sobrenatural, una síntesis del arte de procesos del Caribe colombiano y de su identidad anfibio-momposina.  Visitas y apariciones es la obra culminante de un largo proceso colectivo hacia la desmaterialización del objeto artístico que inicia en Barranquilla a mediados de los años 70 y que alcanza su cenit al final de esa década e inicios de la siguiente.

Su primer performance Autoterapia (1982) se da en el momento mas intenso de ese proceso y, para él, fue el primer paso con el que empezó a  «cruzar esa barrera intangible entre el arte y la vida», tomando prestadas las palabras de su mentor Álvaro Herazo.

El arte en Barranquilla vivía su momento. Surgían Espacio alterno Sara Modiano, dirigido por la propia artista, y la galería Nómada, sin sede fija —una idea bastante común hoy— dirigida por otro de los artistas del caribe conceptual, el recientemente fallecido Víctor Sánchez. El centro Colomboamericano inauguraba un nuevo evento para artistas jóvenes, convocando a 16 de ellos a participar. Un jurado compuesto por Álvaro Herazo, Alberto Sierra y Miguel González dio el primer premio a Autoterapia, el segundo galardón lo recibió Rosa Navarro con registros fotográficos de performances íntimos en los que armaba juegos semánticos con la imagen y su nombre —rosa— recordando al lucero espiritual de los jóvenes artistas de la Puerta de oro, Marcel  Duchamp —¿Por qué no estornudar Rrose Selavy?. El tercer premio fue para Javier Iván Barrios, alter-ego de Álvaro, con El Pollock que le gustaba a Pluto.

En Autoterapia Suárez aparecía vestido como «un soldado de kaki, un soldado amoroso» en sus propias palabras, precedido de un estallido sonoro, una serie de sonidos que el mismo grababa en las calles de Barranquilla —pitos de buses, perros ladrando, vidrios que se quiebran, la bajada de un inodoro, llaveros, puertas chirriando, el tic tac de un reloj-bomba, máquinas de escribir, gritos—, para dibujar con tizas sobre cartulinas las onomatopeyas de estos sonidos: Bung, bunnn, banng, tan, rinnng!!! Se desnudaba y acercaba a dos grandes ánforas que contenían un polvo blanco y «homologando su cuerpo en mármol» en palabras de Miguel González, asumía la pose de seis obras de escultura clásica, desde el David de Miguel Ángel al Hércules borracho, para, como éste último, tomar su pene con una mano y soltar «un chorro poderoso» de orina.  Era la primera vez que Suárez se desnudaba en público y estar cubierto de  mármol le servía tanto para superar el pudor, como para juguetear con un lugar común del performance, la casi obligatoria empelotada.

Posar alegóricamente no era algo ajeno para él. Había sido el modelo del Martirio de San Sebastián de Álvaro Barrios y los Torsos de Eduardo Hernández. Con el tiempo, asumir la personalidad de otro y crear personajes se volvería su sello personal y así vendrían posteriormente la novia ataviada de La boda, el ángel caído de H.Q.V.P.J.X.,  el hombre anfibio de Las pesadillas del hombre rana, el penitente de Hombre de dolores, la farota de El ribereño y el «médico de los pobres» José Gregorio Hernández.

Pero en 1982 el soldado en uniforme kaki y gafas oscuras de Autoterapia y su diagrama esquizoide reflejaban, aunque no fuera su intención directa, la pesadilla narcótica de la «Operación fulminante»: la militarización de la Sierra Nevada y la Guajira para ponerle fin al tráfico de marihuana, una acción represiva qué género una ola de violencia inédita en el litoral caribe colombiano.

Relativamente alejada del conflicto, Barranquilla aún disfrutaba de los dólares de la bonanza marimbera, que ayudaban a desarrollar el negocio del arte en la ciudad. Para la inauguración de la nueva sede de la galería Quintero, una de las más poderosas del país, Álvaro Barrios enseñó su particular versión de El gran vidrio de Duchamp, en esta ocasión (¡) blindado (!) e incrustado en un pórtico sobre un piso de baldosas negras brillantes y custodiado por plantas exóticas. En la misma tropicalización de la historia del arte, Antonio Ingino Caro encendió  «una recreación de la proporción áurea de Leonardo da Vinci llevada a los fuegos artificiales» según Miguel González, quien además observaba que «en los jardines exteriores de esta sorprendente galería se levanta una reciente escultura de Edgar Negret , “Metamorfosis”, única escultura pública, abstracta en la ciudad de Barranquilla.»

Volviendo a Suarez, es importante señalar que compartía con A.I. Caro el interés por la transmutación de la materia, lo efímero de la existencia y el ritual religioso, en el caso de éste último fabricando esculturas de cera y parafina como Ave María inviolati, La mano poderosa, El becerro de oro y El pan de cada día, que se consumían con fuego. De otra parte, Herazo le había enseñado a Suárez el trabajo de Gilbert & George y era cercano, como se dijo anteriormente, al Eduardo Hernández de la inolvidable La letra con sangre entra.

Quizá la clave para empezar a conocer a Suárez no esté en el arte contemporáneo sino en su esencia caribe. Este «hombre de agua dulce» como solía autodefinirse, venía del mundo «aislado, húmedo y vibrante de la depresión momposina». Personificó el activismo del hombre anfibio que caracterizó Fals Borda en Historia doble de la Costa, básicamente, un activismo que se expresa «en la forma como ha logrado defender los valores de la costeñidad —la apertura a lo nuevo, la curiosidad intelectual, la alegría y el sentido del humor, la alergia a la violencia, la franqueza (..)— a pesar de las malas circunstancias materiales del diario vivir.»

La obra del ribereño Alfonso Suárez,  casi desconocida, sigue invitándonos generosamente a conocer ese legado de un ser que se formó en el mestizaje de pueblos, de sangre y cultura.

 

Nota

Para escuchar a Alfonso Suarez recomiendo escuchar su conversación con Jaider Osrini, Susana Bacca y Diana Cansalins en https://www.mixcloud.com/FundacionDivulgar/la-vida-en-un-performance-entrevista-con-alfonso-su%C3%A1rez/. O también la entrevista que realizara para Errata Nestor Martinez en https://revistaerrata.gov.co/autor/alfonso-suarez

Santiago Rueda
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