25 situaciones (de la peor a la mejor) más destacadas de la cultura colombiana en 2025

25.- El escándalo preelectoral y la desprotección institucional contra el Colectivo Minga Prácticas Decoloniales por su obra «Secuestro cultural por la dignidad caucana Nuyxisa Lechewke, un gobierno chiquito, propio». Sume: Paloma Violencia de candidata + infragestión de su Procurador + jalabolas escupiendo desde los medios de homogenización + oficinas culturales del Estado autosilenciadas. Falso positivo de manual contra artistas a las que el Área de Artes Visuales del MinCulturas aplicó el mismo silenciamiento racista al que sometió al último Salón Nacional: nada se sabe del evento (sin página web ni catálogo, ni folletos y desapareciendo a diario en stories mal editadas); nada sobre protocolos de ayuda psico-jurídica activados desde esa oficina para darle apoyo al Colectivo. Ojalá no les enchufen la toxicláusula de la fundación Arteria ni les refrieguen la lamentable aunque rigurosamente autodescriptiva frase de esa oficina: «¡que lleven por contratistas!». Cancelación (y abandono institucional) en desarrollo.

24.- La candidatura pseudocultural de derechas de María Paz Gaviria. Amiga, si suma este chiste al grave asunto anterior ¿necesita más razones para esconderle la cédula a sus familiares uribistas más gomelos el día de elecciones? La aspirante a pasar de cobrar $35´000.000 por hacer nada en la Cámara de Comercio a $52´000.000, por lo mismo desde el Congreso, es puro estudio de caso: nepobaby autora de aforismos cínicos («el poder nunca fue una herencia que pesara»), parece que hizo Maestría en Historia del arte en una universidad gringa pero sin tesis sabida. Lo que sí se le conoce es un papá pusilánime que se concentró en cagar a fondo la industria nacional, darle Catedral por cárcel a Pablo Escobar, destruir su partido y ser inca-Paz de seguir moviendo la carrera de su otro vástago iletrado. ¿Será que todos los esfuerzos que puso Gaviria hija en llevar hasta su casi desaparición a la Feria de Arte de Bogotá se reflejarán en su gestión política? Sí. Aquí apostamos por una larga carrera de calentar silla en el Congreso ¡Salud, Roberto Gerlein 2!

23.- La invasiva ceremonia de entrega de la Medalla Orden Civil al Mérito en el grado de Comendador de la Alcaldía Mayor de Bogotá a la artista Beatriz González ¡en el apartamento de Beatriz González! Como parte de la campaña de ansiedad institucional de la actual desAlcaldía, entre el para-gestor de la Tadeo, Santiago Trujillo, y su jefito, pensaron que sería buenísimo metérsele a la dama para quitarle la paz y chantarle una medalla porque nidea. En serio: mire en el perfil de Trujillo un post del 5 de abril, titulado «En Bogotá tenemos un Gobierno y un alcalde @carlosfernandogalan, etc…». Allí podrá destruirse el oído con 5 minutos 35 segundos de un sentido homenaje que éste le hace a su patrón, quien entre ronquido y ronquido, le saca fotos para después hacerle stickers y memes —todos flojos, seguro. Atención al mocasín respingón de Trujillo en los staccatos.

22.- Santiago Reyes, roloteño, o ¿cómo perder de una el XIII Premio Luis Caballero? La cuestión va así: blanco escultor uniandino maquetió calle rola sin mugre, ni pobres en la Galería Santa Fe. Con cuquerías tipo huequito y charco o robusto plan de medios, el hombre se creía el seguro vencedor. Pero en plena vuelta, fue denunciado por artistas justificadísimamente emputados de la costa Caribe, quienes demostraron que desde Bogotá le dieron al cachaco un premio destinado hacia allá. A la sorpresa siguió la desafección tras conocerse los descargos pletóricos de roloteñidad del opor-turista: exquisiteces tipo el-pobr´es-pobre-porque-quiere («el problema no está en la participación de artistas de otras regiones, sino en la falta de mecanismos que prioricen y protejan a los artistas locales») o, no-eres-tú-es-el-antropoceno («esta es una propuesta que, más allá de intereses económicos o de lucro, está motivada por un interés genuino en abordar, desde el arte, las problemáticas ambientales que afectan al Caribe colombiano»).

21.- La museografía de la Bienal BOG 25. Ejemplarizada en los arrumes de chiquero que se activaron durante toda la exposición de Mónica Mayer en el García Márquez. Síntoma predecible del costalado de chambonadas que alentó Crítica sin crítica —a.k.a. Elkin Rubiano— desde la contracuraduría de ese ciclo expositivo: artista fundamental del performance latinoamericano es invitada con el proyecto «Soy tan, pero tan vieja…» Pero para instalárselo de manera tan, pero tan paila que parecía insulto misógino. El problema con la obra no fue la altura en que pusieron los estados de Ig donde la dama reflexiona sobre su vejez, sino la dejadez en la producción del proyecto: frente a la sala, regueros de basura e insumos de montaje; al fondo, paneles cochinos embutidos y tapados a medias; en medio, sobrantes de nylon de muestras pasadas tiernamente entorchados. Como que a Mayer poco le gustaron estos detalles de vagancia; como que los directivos de la Bienal del Minion ni se enteraron.

20.- La juandavidcorreada de trastear pinturas de Débora Arango del MAMM paisa a un banco rolo. Raro que un museo que no lo ha hecho nada mal en su ciudad demuestre la falta de luka de forma tan poco medellinense. Pero esta deaccession a la maldita sea se explica al enterarnos de que su inspirador fue nada menos que el exMinCulturas, Juan David Correa. Antes de continuar, el término refiere a una práctica de museo privado que ante la ausencia de denarios pedacea colección. Dicho esto ¿en serio, la élite antioqueña iba a seguirle la disociación a Correa y dejarle zafar a su ciudad dos piezas de Arango? ¿Sobre todo ante «justificaciones» como esta?:

«entiendo la preocupación de quienes creen que esto sentaría un precedente a que se abra la puerta a más ventas. Pero eso conduce a cerrar a cal y canto la obra de una artista que no le pertenece a una ciudad, sino a la humanidad […] a Débora no le molestaría que su colección fuera patrimonio de todos los colombianos. La venta no era a un grupo saudí ni se estaba haciendo a escondidas. Era al Banco de la República».

Esque´sagentenoentiende.

19.- Comienzan las clases de curaduría. Sobre sinceridad coleccionista: el texto de José Darío Gutiérrez en el catálogo de «Liturgias del cuerpo». Siempre odiaré la venta de La Bachué a la colección de un rico argentino durante la 60a bienal de Venecia, pero no por ello he de cancelar a su expropietario: el hombre compró y ofreció a entidades y, magia-magia, durante el mandato del Correa de arriba, nadie se movió en el MinCulturas y ella partió. Extraño, el escrito ofrece insólitas muestras de sinceridad entre quienes compran arte. Temas como la creación de valor vía exposición táctica:

«la capacidad de incidir en las apreciaciones o validaciones de determinadas obras, artistas, períodos o temas de interés está intrínsecamente ligada a la posibilidad de exhibir las obras, de presentarlas al público, de difundirlas…»1 Véase, José Darío Gutiérrez, «Liturgias del cuerpo» (2025), en Nicolás Gómez et. al, Liturgias del cuerpo, catálogo. Banco de la República. Pág. 18.

O el racismo proexplotación de sujetos marginales desde entidades administradas por blancas rolas:

«¿Cuándo se cumple lo enunciado y se logra un reconocimiento real y percibido […] en concreto, y qué tanto resulta de una revictimización o mero aprovechamiento y explotación? […] ¿Habrá casos en los que el resarcimiento o indemnización no llegan a la víctima o doliente?»

Aguanta ensayo.

18.- Sobre curaduría histórica: Selección de obras de la Colección de la Alzate Avendaño. Trabajo adelantado por las egresadas de la A.S.A.B., Valentina Avella, Camila Cristancho y Laura Guerrero, que presentaron obras provenientes de un acervo que pagamos tú y yo para su conservación y estudio. En un notable esfuerzo por mantener la programación de un espacio en obra, las curadoras propusieron miradas que cuidaran las piezas y permitieran líneas de tiempo para explicar su conformación, saber qué cánones las han lastrado, qué historiografías las han sometido o cómo se relacionan con el campo artístico de la ciudad. ¿Quiere saber cómo va la curaduría joven del país? Evada tanto evento subcurado por influencers que siguen (obligados) sus alumnos y visite muestras de verdad. Tome nota. Gozará y reconstruirá el criterio que desde la Bienal le quisieron matar a punta´e selfies.

17.- Sobre curaduría editorial: Estrellas sin noche, Diez años de Mirabilia de cuentos de ciencia ficción. Dice Felipe López, en el «Apéndice A»:

«De los diversos instrumentos humanos, el más asombroso es, sin duda, la ciencia ficción. Los demás son extensiones de su cuerpo. El realismo es extensión de su vida laboral; la historia es extensión de no haber nacido; luego tenemos la memoria y la autoficción, extensiones de tener muchos likes. Pero la ciencia ficción es otra cosa: la ciencia ficción es una extensión del tiempo, el espacio y la imaginación. Bueno, la fantasía también, pero se hacen a la idea.»»

Diez años de intuiciones alrededor de la vertiente literaria más prometedora del continente. Se agradece la sonrisa despertada por los giros tiernerd-chiste interno-cómicoemotivos de varios de sus guiños metaeditoriales —con cenits como el Apéndice llamado «Los títulos perdidos (de los libros que no fueron)», donde destacan «La vida del fin tal como la conocemos», «Plan para sobrevivir a la falta de fin del mundo» o «La zona temporalmente autómata». De selección ajustada, estas 325 páginas ultraversales son alhajas que no hay que dejar pasar. Yo lo haré. Me toca. Lo boté por hueva.

16.- Sobre campos artísticos: El Atlas de Kennedy. Un recorrido por la identidad local, de Techotiva a la U (Johann Norato, Deisy Beltrán, Sergio Hernández, Yiseth Cardona, Julián Benítez). Hoja de ruta perfecta para conocer modos de producción en un territorio densamente poblado por egresadas de programas de artes visuales, cine, arte dramático, música o danza. Sin ser el típico manual-de-curaduría/etnografía, enseña reglas básicas del sector: trabajar con artistas exige escucha. Balance que gracias a un diplomado articulado en torno a salud mental, cartografía social, sostenibilidad ambiental, gastronomía local o liderazgo comunitario, conformó un directorio de emprendimientos, locales de insumos y espacios de cuidado. Esencial para fijar en el tiempo un sector imbricado en la administración de sus proyectos compartidos. Por muy bueno, a este proyecto ni lo miraron desde la BOG 25.

15.- Sobre curar prácticas culturales: Hipotecho, memoria y olvido, de John Arias en Artitis. Planteamiento sencillo (recuperar nostalgia de hito del esparcimiento de la segunda revolución industrial bogotana) y deseo personal (recorrer sitios que hace rato quería pero no podía: carecía del salvoconducto de la investigación-creación —y de beca—). Visitó arquitectura modernista en proceso de ruina y recuerdos de gente que quería ponerles imagen. Habló mucho con ellos, construyeron deferencia mutua. Al principio, no, pero terminaron dejando que los grabara. Lloraron juntos. Quiso hacer un videocollage instalado: se fue hasta el Muybridge de 1878, invitó músico para la banda sonora y colega para el radioarte, editó revista, hizo exposición.

14.- Sobre cómo destruir una buena curaduría: usted es juicioso, salió de Los Andes, se fue pa´ Chicago. Allá completó maestría en la Illinois State (gracias beca Fulbright). Echó pa´ Boston. Se candidatizó de doctor en Historia del Arte en la A.S.A.B. de allá. Investiga sobre arte latinoamericano de los siglos XIX y XX. También se le mide al del XXI, le sale menos chévere. Escribe sobre curadurías y recibe premios por eso, como el Nacional de Crítica o la beca de investigación monográfica. Ha hecho curadurías de verdad: en la Alzate, el Museo Nacional o La Tertulia. Es honrado. O mejor, tiene buena fe. Por eso lo tumban: propone exposición a la Bienal del Minion. Invita 34 artistas con la promesa de hablar de «las experiencias de los sucesos y sus representaciones, para contribuir en su conjunto al relato compartido sobre el devenir de la ciudad…» Pero no cuenta con la enchoclada de Crítica sin crítica, un ignorante que jamás ha diseñado la museografía de nada —o sí: al archivo de fotos de modelos de Luis Caballero lo encerró en una urna para que nadie viera. Ve asomar su hocico en las puertas del Colombo. Teme por su proyecto. Ya qué: se jodió porque la cláusula de confidencialidad de la fundación Arteria lo tiene amarrado. No se puede quejar. Usted se llama Julián Serna y su exposición «La ciudad de los espectros: Bogotá ante el tiempo».


13.- La pantalla y la cruz. Moral y catolicismo al arribo de la televisión, Bogotá y Ciudad de México (1950-1965), de Laura Ramírez. ¿Historia cultural comparada sobre un tema con poca (o nula) tradición historiográfica en un país cuya institución principal —la multinacional pedófila— se le dedicó en forma? ¿Cómo hacerlo con dificultad de acceso a las fuentes —el lastre de que no existan archivos de audio de los programas emitidos, ni bases de datos sobre venta de televisores o estudios sociológicos sobre su uso en hogares de clase obrera—? No me decido sobre el capítulo que me gustó más: si el I: «“Se nos viene la televisión”», el IV: «“Hay que respetar al público”. Sobre moralizadores, censuras y audiencias activas» o el VI: «El aggiornamiento en medio de la conservación». Delicia de lectura de actualidad imperiosa: entender el acceso, empleo e ideologías de control de un modo comunicativo tan pero tan convincente —la imagen en movimiento con sonido sincronizado—, que hoy está a punto de destruir al mundo vía deepfake.

12.- 40 veces noviembre. Creo que en la Biblioteca Luis Ángel Arango deberían prestar más atención —pagina web propia, cataloguito, más encuentros con especialistas y activaciones– a las importantísimas exposiciones que ubica en la sección de información en su sede principal. Con curaduría de la Presidencia del Consejo de Estado —¿dónde están los curadores de artes visuales que se le dedicarán al tema? Coleguitas, ya pasaron 40 años…—, esta muestra orbita en torno al golpe de Estado de dos días y la masacre del Palacio de Justicia, a partir de la reunión de archivo histórico —la vida de los tres Palacios de Justicia en Bogotá, (todos destruidos en revueltas organizadas por el Estado)—, el minuto a minuto de la matanza, las acciones de búsqueda por parte de las familias de los asesinados y una obra de arte. Que, de hecho, da para post: la videoinstalación «Ruina» de Pamela Loaiza, requiere tiempo de observación —y pantorrillas— para recordarnos que la tía de Carolina Sanín mandó poner fútbol por Tv para ambientar la degollina (y nadie dijo nada).


11.- La España Peregrina. Exilio e inmigración española en Colombia 1886-1948 (curaduría: Mario Jursich). Localizada en el mismo espacio de la anterior, esta muestra sí cuenta con cuadernillo (digital). Invitación a copiar la metodología de Laura Ramírez para completar un tema que nuestras historia y sociología del arte han adelantado poco: ¿cómo medir la producción artística local a partir de los intentos de acercamiento a su eximperio por parte de una excolonia con élites nerviositas que hicieron lo imposible por destruir a los sobrevivientes de sus culturas originarias? Destacables insinuaciones historiográficas en el microcapítulo dedicado al regalo del Tesoro Quimbaya —obra de un Betancur que, ojalá no sea familiar del que se fue de puente durante la masacre del Palacio de Justicia—, o el que redacta una genealogía de nuestra tercera modernidad en tono de novela (ejemplo: el escultor Ramón Barba guardándose dos costillas y la suela de un zapato de José Asunción Silva para después hacerle monumento).

10.- Negative Originals. Race and Early Photography in Colombia (Duke University Press), de Juanita Solano. Ariella Azoulai recontextualizada en tres hipótesis: la lectura de Walter Benjamin sobre la pérdida del aura puede que no se hubiera hecho a partir de fotografías positivadas sino de sus negativos; la producción fotográfica decimonónica antioqueña puede leerse como la relocalización de teorías eugenésicas europeas para afianzar un racismo zombie propio; y ¡puede que los orígenes de la abstracción en el arte colombiano no estén tanto en la pintura como en la fotografía (o, más específicamente, en los fondos de las que se tomaban en estudio)! Ojalá se traduzca pronto y se distribuya a nivel nacional para ampliar su lectura entre aquellas personas más jóvenes interesadas en hacer —ahora sí— una buena historia de la fotografía local.

9.- Imágenes de la resistencia. Arte, memoria y transformación en el estallido social en Colombia (2019-2021). ¿Se imagina un Museo itinerante que fuera archivo razonado de la revolución que llevó al fin del uribato? ¿De noticias que después bajaron los medios corporativos, de posteos que después fueron instrumentalizados para asesinar activistas desde las fuerzas paramilitares de la Presidencia de Iván Duque, microvideos de corta vida que documentaron las rutas de los asesinos uniformados, los miles de metros cuadrados de graffiti que dieron cuenta de la muerte de una dictadura que normalizó la judicialización de la crítica y el disenso? A ello habría que añadir esta exposición como núcleo central que documentó al detalle la producción visual que acompañó esta proeza de la política de base colombiana y la complementó con desarrollos visuales provenientes de las artes gráficas, el videomapping y la escultura.


8.- Chiribiquete: un viaje ancestral a la memoria de América, de Juan Lozano (coproducción: Señal Colombia, ARTE France, Un film à la patte, Medio de Contención Producciones). Lo dicho, la firma de la paz con las F.A.R.C. iba a implicar la reescritura de la historia del arte producido en la —por ahora, excolonia gringa— que hoy es Colombia: pudiendo visitarse zonas del territorio del país prohibidas durante la guerra civil, se recuperarán, compararán y releerán trazas de cultura material que cuestionen las hipótesis actuales sobre el origen de la producción de imagen visual aquí. Pintura rupestre vista en clave de mural de 19500 años, a través de un documental multipremiado que muestra la eficacia de la transdisciplinariedad in situ y da continuidad a los avances de las expediciones de Carlos Castaño Uribe y Thomas Van der Hammen, allá por los antediluvianos 1991 y 1992.


7.- ¡Extra, extra! Los orígenes del cómic en Colombia (1890-1967) con curaduría de Laura Valentina Álvarez, apoyo en la investigación de Pablo Guerra, museografía de Juglans & Regia (Andrea Gálvez, Felipe Tribín), diseño gráfico de Paula Leuro y murales de Niña Tigre. Exposición juguetona que viene a ser la segunda parte de la iniciativa Año 100 de cómic colombiano, que desde el año pasado comenzó la revisión de los orígenes de la imagen en secuencia en Colombia. Pequeñas secciones monográficas dedicadas a personajes (Mojicón, Godofredo Cascarrabias, Misia Escopeta, Copetín, Pirulita) o autores (Rinaldo Scandroglio, Adolfo Samper, Ernesto Franco, Victoria Franco de Sandoval) que son antojitos expandidos en la recuperación de originales a color o el examen de la imagen en secuencia pronacionalista. Candidata a tener oficina propia de itinerancia de tres años por el país y el mundo.

6.- Preámbulo de un desarchivo: arquitectura, fotografía y poder, de María Prieto, en Material. Con apoyo del Programa Nacional de Estímulos 2025 del MinCulturas, se realizó esta ampliación/complemento de la tesis de pregrado en artes visuales de la A.S.A.B. que formalizara la artista en 2024. Muestra de amor a través de la recuperación del archivo personal de una joven que decidió eludir la pobreza material del campo colombiano y venir a Bogotá a desempeñarse en servicios generales. Examen no clasista de las estructuras de confinamiento que son los cuartos para empleadas de servicio en las casas más húmedas de las clases medias y altas cachacas más el inicio de una exploración atravesada por la antropología visual y la iconografía para inventariar los lugares/modos de esparcimiento de las clases obreras en la capital de la Colombia antes del auge de la economía —y los centros comerciales-lavanderías— del narcotráfico. ¡Hay que hacer algo con la cantidad de collages que se produjeron durante la exposición!

5.- Clickbait, de Edwin Sánchez. De nuevo, en Material y, de nuevo, con apoyo del Programa de Estímulos del MinCulturas. Olvidaba decir que el proyecto anterior cerraba con la imagen generada con IA de una oficina de delineación arquitectónica donde sólo había manes. Aquí, ese medio lo es todo: complementa otros dos procesos visuales que en el 1er. piso del espacio dan lugar a una exploración por lo más podrido del alma colombiana: una colección de hijueputismo periodístico en forma de cloacas impresas por el grupo Gilinski y piezas de videomapping que recopilan muchos de los más vomitivos videos producidos por el partido prohomicidio selectivo de Paloma Violencia. Festival de carne humana al sol que se complementa en el 2do. piso con esmerados videítos en celular que repiten las derivas más recorridas del aburrido pornouribismo: tombos, armas, silicona y palomas.

4.- Oramas, un siglo luminoso en la Alzate. Repite el grupo Avella, Cristancho, Guerrero. ¿No le dije que ese horrible mal de ojo que le inocularon desde la Bienal del Minion tenía cura? En este caso, mediante ejercicio curatorial. Las tres damas le dedicaron investigación seria a un legado ya organizado: el heredero de Fernando Oramas quería celebrar el centenario de su padre aprovechando que éste había hecho lo suyo en el arte colombiano de mediados del siglo XX, y a que, también, sabía que lo de aquí es cancelar al que lo hace bien pero rehuye la lambonería. Tocaba actualizar la tarea. A un archivo de obras, bocetos, fotografías y notas de prensa, se le añadió aún más criterio. Las investigadoras lo organizaron bajo cinco ejes temáticos (paisaje, retrato, desnudo, caricatura, gestión cultural) y le incluyeron cuatro procesos de activación (histórica, práctica, documental y musical). Con ello mostraron su potencia: nueve componentes que funcionaron como partes de un relato que, tal cual el caso del escultor Barba del numeral 11, podría fundamentar otros resultados transmediales. Me imagino el videojuego.


3.-  La huida del convento, Débora Arango en el Museo de Santa Clara. Kadamani Vs. Correa en 18 obras. Lo que daría por conocer el minuto a minuto de esta exposición después de que al exministro le amarraran las paticas con su idea boba de acosar al MAM paisa para desbaratarle el acervo (delirando incluso charlas yageseras donde la artista muerta le decía que no y él que sí). Oportunidad para subrayar que el recurso de la alianza interinstitucional debería reforzarse aun más para —reconstruir la credibilidad del MinCulturas y— garantizar mayores audiencias a propuestas formuladas desde metódicas oficinas de investigación con recursos modestos. Excelente forma de impulsar su increíble trabajo y ¡el favor que se le haría a la curaduría como profesión! Lo menos atractivo de este esfuerzo, otra vez, una museografía como que, meh: estructuras redundantes pintadas de negro para no poner las obras junto a las piezas habituales del lugar. De evitarlo habría dado para cruces conceptuales emocionantes: la delicia de ver «Levitación» haciéndolo sobre el espacio donde la gente se confesaba, por ejemplo.

2.- La jueza Sandra Heredia condenando a Alvaraco Uribe el 28 de julio de este año por mandar uribistas a amenazar testigos dentro de cárceles colombianas. Nada reemplazará la alegría que sentimos viendo a la sombra paramilitar más alargada de Colombia, impotente y emputecida, tratando de revolcar pelotones y cielo y tierra, para conseguir quién amenazara a la familia de la valiente dama mientras ella le recordaba en un performance de resistencia de diez horas que «el derecho no puede temblar frente al ruido y la justicia no se arrodilla frente al poder, la justicia, no ve nombres, ni cargos, ni estaturas.» Una fantasía ver al padre protector asesino del país escuchando incrédulo a una mujer recordándole que el «sí conocía el plan». Impagable su cara de: «o sea que así se siente (cuando no es uno el que da la orden)».

1.- El Consejo de Ministros del 4 de febrero. ¡Excelente manera de comenzar año preelectoral sabiendo qué carajos hacen los que están metidos de lleno en el gobierno del cambio! Porque sí, que bajada del dólar, que crecimiento económico sostenido, pero también es bueno verle las caras a esos mandos medios y entender si apoyan o se le van a atravesar a lo que se debe seguir moviendo. Divinas las caritas de los más amodorrados tratando de huirle a la cámara o complotando entre pucheros. Cringe monumental las declaradas de amor innecesarias: vagos de despacho, metidos a carrera administrativa creyendo que lo único que les toca hacer es simular que trabajan picoteando de un lado para otro. Importante criba de parásitos que aligeró un poco más al gobierno y fue poniendo más claras las cuentas respecto a la proyección de este mandato a futuro.

 

 

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