24.- Para desgracia nuestra y de nuestra historia, empezar mencionando una muestra de odio, como no, uribista. Hace años esa secta se inventó un político por el que votan quienes aman los batallones de soldados pobres que, por medio pollo asado y paseo con piscina, se comprometen a secuestrar, asesinar y picar jóvenes trabajadores. El tipo tiene nombre de chiste y es asesorado por familias clasistas del Valle del Cauca a las que jamás duda en homenajear: este 6 de noviembre lo hizo desapareciendo varias de las botas con las que la Organización de las Madres de Víctimas de los Falsos Positivos y sus familiares se manifestaban en la Plaza Rafael Núñez del Capitolio Nacional. Con este gesto, el lavaperros no dejó de recordarnos que los hijos de estas damas fueron masacrados por las políticas microgerenciales del comandante en jefe del cardumen proparamilitar.
23.- Ahora sí, el arte colombiano y sus desgracias: la (perd)ida de la Bachué. Por más que te intenten influenciar, fue la gran cagada para nuestro sector: coleccionista colombiano se convirtió en dueño legítimo de la pieza tras comprobar una y otra y otra vez el desprecio hacia la misma por parte de la Junta Asesora de la colección de arte del Banco de la República. Pasó el tiempo, la obra se valorizó y privado argentino ofreció cifra que el gobierno colombiano jamás quiso poner. Conclusión: paila el lobby en El Dorado; si se antoja y quiere verla, el chistesito le saldrá (a diciembre de 2024, sin escalas, comida ni dormida), por $4´635.384. ¡Gracias mezquindad historiográfica de Beatriz González y Darío Jaramillo Agudelo!
* *Si (como yo) quedó seco con la ristra de pifias del MinCulturas este año, pase al numeral 16.
22.- Beca de plastilina en Osaka. Jamás es tarde para pasar de artista-cancelado a artista-contratista en el Área de Artes Visuales del ministerio. Y nadie nunca podrá reprocharle que trabajando allí usted se «pudo» «encontrar» tiradita por ahí una bequini que llegó a esa oficina vía la Cancillería. Mucho menos que sumercé tratara de hacerse como-que-la-recibía-como-que-no-la-recibía para, al final, aceptarla y largarse de paseo ¿Quién dijo que las becas no estaban ahí para ser acaparadas (por usted)?
21.- La censura del ministro de las Culturas, Juan David Correa, contra el medio periodístico 070. A todo funcionario, por funcionario, lo critican. Normal: trabaja con el dinero de la ciudadanía. Ahora, si éste adora poner sambenitos, llama y manda cambiar titulares para que pasen de «La dilatada entrega de estímulos del ministro Correa: un relato kafkiano del Programa Nacional de Estímulos 2024 y una utopía posible»; a «La dilatada entrega de estímulos del Ministerio de Cultura: un relato kafkiano del Programa Nacional de Estímulos 2024 y una utopía posible», estamos ante una distopía posible.
20.- La orden de «¡salgan a protestar (por mí y mis privilegios)!», del mismo Correa. Nula imaginación administrativa y cero capacidad de negociación frente al nada infrecuente problema de crisis presupuestal del MinCulturas. Desde su aparición, esa cartera ha sido la gomela pobre del Club El Nogal, entonces que el ministro no esperara ver afectado su despacho si había recortes, déficit y demás consecuencias del golpe blando es, por lo menos, imprevisión ramplona. Ahora, si creemos la idea de que le pagamos un sueldo no para que administre políticas estatales, gestione recursos y prevea crisis, sino que está ahí para movilizarnos, todo bien: hasta saldríamos a protestar por la bajada de plata contra su ministerio. La vaina es que después de la defensa de la pluricontratitis con argumentos tipo «¡hay contratistas que tienen 6 y 7 contratos en el Estado colombiano!»… como que ya la cosa no camina. O renguea, se cansa rápido y se va para la casa a hacer(le) memes.
19.- La renuncia a hacer el 18 Salón Regional de Artistas Centro-Occidente por parte de un equipo curatorial que prefirió evadir la autoprecarización a meterse en un evento que, finalmente, sólo se vería reflejado (porque de los Regionales actuales nadie sabe nada) en los Informes de gestión de la centralista Área de Artes Visuales del MinCulturas. Doble carambola: esta caída catalizó las quejas acumuladas sobre la actual gestión de esta oficina y su exhaustivo trabajo de desCoordinación: ¿en serio este año hubo otros Salones a los que les estaba pasando lo mismo y le tocó al propio Correa meterse para que no se hundieran? ¿Pasará algo con este Regional o así quedó y ya? ¿Será que a su curaduría el regaño le sirvió de algo?
18.- El show de la Fundación Arteria desde el periódico Arteria con encabezados anónimos que explicaban que, pese a que a quien firmaba era mantenido por la Fundación Arteria, el autor intervenía en defensa del buen nombre de la Fundación Arteria. Luego de la expulsión de William López de la dirección del Museo Nacional proliferaron notas de prensa, rondas de medios, declaraciones y demandas para que la Fundación Arteria arrodillara en público al ministro Correa. En parte lo logró: la Fundación Arteria se quedó manejando las platicas de la Biblioteca Nacional y otros nueve museos en el país. La vaina fue que entre saltadera y saltadera, con tal de que la Fundación Arteria se asegurara el manejo de las lks de la mayor entidad museal del país, ésta terminó haciendo agua en el vaivén administrativo.
17.- El despelote de convocatorias del MinCulturas. Junto a las «explicaciones» que se vertieron: que se trató de un típico caso de fracaso-por-éxito (las oficinas del MinCulturas se vieron desbordadas por unos-niveles-de-participación-que-superaron-cualquier-expectativa), que el hackeo de unos servidores (respecto al cual nunca se supo cuándo empezó ni cómo terminó), que reuniones privadas con microgrupos de cabildeo conformados por ciudadanos autopostulados como representantes del sector. Igual: se acabó el año, la vaina no se (le) solucionó (al repentino Comité) y quienes «ganaron» las becas prefirieron endeudarse a que los jodiera la cláusula de cumplimiento. ¿Qué, aplicamos en 2025?
16.- El «poema» con el que el «poeta» Andrés Jaramillo —sí, el del hueco conocido como Andrés Carne de Res—, quiso detener la justísima pérdida de reputación empresarial que se le vino encima tras darse a conocer el accidente donde casi pierde la vida la artista Laura Villamil. En vez de pagarle instantáneamente a la dama una indemnización perpetua por los daños sufridos en el interior del local que lleva el nombre del tipo ¿a lo bien éste prefirió escribirle que «la gráfica que ilustra esta esquela, que es el Andrés crucificado, simboliza el mensaje cristiano del que todos los seres humanos tenemos un común destino, con un corazón no sangrante, sino con el del contemporáneo ser con un corazón florido que regala y lanza flores incluso en el sufrimiento, flores que son mensaje de reconciliación que es nuestro verdadero destino»? Despreciable.
15.- «Apuntes para la construcción de la historia de las galerías en Colombia», homenaje a intermediarios en el Referentes de ArtBo 2024. Igual que el año pasado: buen precedente (en este caso, el libro Por las galerías: Atlas de galerías y espacios autogestionados en Bogotá, 1940-2018), echado a perder en manos de equipo curatorial vago. Empezando por obviar a dos de sus autoras, la feria hizo todo mal: en vez de Natalia Gutiérrez Montes contrató a un «curador» mexicano experto en curar poco e ignorarlo todo respecto al arte local; en vez de Carolina Cerón, metió a una ex-curadora colombiana que había dejó botada en febrero una muestra «indigenista» primordialmente repleta de artistas mestizo-blancos, en el Museo del Banco. Tocará repetirla, pero con las que son y bien. Por ejemplo: arreglando las fechas de cierre de los espacios (ver foto donde tocó tachar «2009», porque, sí, puede que odies a su dueño, pero eso no implica que le quites a la Valenzuela ¡10 años de existencia!)
14.- Casi que no llegamos a los gozosos ¡Qué añito! Empezamos con Arte, academia y legitimidad. La Escuela Nacional de Bellas Artes de Colombia y su fusión con la Universidad Nacional de Colombia (1886-1993), de Miguel Huertas. Excelente primer tomo de la tesis de doctorado que concluyera su autor en 2013, donde investiga a profundidad la evolución del ensayo de modelos de gobierno aplicados —a medias y a plomo— entre el vacío que hay entre capitales y territorios y el diseño de instituciones para regular una siempre urgente producción de conocimiento. Al contrario de Huertas, creo que esta sí «es una Historia de la Escuela Nacional de Bellas Artes y de la Universidad Nacional», que enseña a ver la Academia no como un enemigo oxidado sino como una mole proteica capaz de superar revoluciones, restauraciones, dictaduras y tiranías. Volumen algo carillo para ser de la Nacional y el nivel de vida promedio, pero que deberá estudiarse a conciencia en think-tanks de universidad pública y grupos de estudio de artistas jóvenes, para que aprendan a mandar —y a entender por qué los mandan (a protestar) así. ¡No lo fotocopien, por favor!
13.- Nombrarse para existir. Una mirada alternativa del arte y la disidencia sexual en Colombia, de Stiven Bohórquez. Investigación ganadora del XX Premio de Ensayo de IDARTES, que desde su mismo título propone a la visualización como estrategia de afirmación contrahegemónica por parte de una comunidad que ha aprendido a, precisamente, mirar de frente al odio para impugnarlo. Bohórquez explica que la carga de señalamientos, agresiones y marginación recibida por ellxs fue transformada, al más puro estilo lacaniano (lo que miras, te mira), en intervenciones televisivas, cabarets postporno, animalismo radical y experimentación con dispositivos o redes sociales, logrando demostrar la fragilidad —léase: el cáncer del alma— de sus odiadores. Mediante ensayo, crítica, ira, etnografía, gestión e interpretación de archivo, el autor traza una cartografía de nombres, modos de hacer, rutas de circulación, espacios de encuentro y luchas por el territorio en una historia del arte dedicada a la poco documentada época que va de 1990 hasta 2020. Prometedor.
12.- Quien llama en los hielos. Alfonso Aguas Negras en Madrastra (curaduría: Santiago Rueda). Performance musical distorsionado donde artista y curador mostraban los resultados de sus conversaciones y travesías por las noches del centro de Bogotá, buscando comprender el mundo que viven. Básicamente, se trató de un intento traducido a dibujos, nevera roncadora y memorabilia para poder ubicarse en medio de una cultura pródiga en signos —políticos, mediáticos, éticos—, que generalmente vienen empacados en bolsas sin agarradera pero ante los cuales siempre se demanda un posicionamiento inmediato. Acompañado del repertorio que le conocemos, Don Aguas optó por subir la vara de su filia musical organizándose un bailecito tranqui con el artista Carlos Bonil para ofrecernos un concierto que brincaba con facilidad entre el citacionismo postmoderno y la risita sónica, entre la nostalgia post-televisiva y la ciencia ficción gringa, entre el Beta y el VHS.
11.- Haceleracionismos (curaduría: Felipe Rodríguez, Jorge Sarmiento). Exposición inaugurada —como su tema lo exigía— el 11 de septiembre y cerrando el 31 de octubre en El Sur, espacio que gestiona este par de artistas en la Escuela Colombiana de Ingeniería. Acercamiento al enorme conjunto de sistemas filosóficos míticamente localizados en la universidad de Warwick hace treinta y cinco años, bajo la influencia del cyberpunk y el D&B. Colectiva que puso juntas obras de artistas que sería francamente imposible ver reunidas fuera de allí: ensambles postirónicos, banderas antinacionalistas, etiquetas anticapitalistas, lemas propereza, dragones, llamados al anarquismo digital, retromanía estratégica y, como ya viene siendo marca de la casa: un tablero en acrílico donde @odnumortoled intentaron esquematizar cuidadosamente un andamiaje conceptual ante el que parecen estar bastante cómodos y del que, pareciera, seguirán cosechando. (Imagen: Colectivo Democracia)
10.- Paraísos y jardines. La naturaleza representada (curaduría: Luis Fernando Ramírez). Versión ampliada de la muestra que se presentara en el Centro cultural del Banco de la República en la ciudad de Armenia, hacia 2022. Articulación à la March Bloch de obras producidas entre el siglo XVII y el XXI, que cuenta una historia espiritual de la especie desde un punto de vista colombiano. Demostración de que hacer curaduría no es buscar amigos para traicionarlos escogiendo entre ellos o invadir comunidades indígenas para exotizarlas y venderlas en ferias de España. Todo lo contrario: Ramírez apuesta aquí por establecer un contexto basándose en una museografía sobria pero no aburrida, y armando cinco —valga la expresión— chagras (Utopías, Edén, Jardines, Parques, Flora y fauna y Paraíso) bajo la constante reminiscencia de la muerte como eje espiritual. Memento mori configurado como políptico de 140 obras al que vale la pena recurrir por dosis: atención a la apertura y cierre con Cementerio, Jardín vertical, de María Fernanda Cardoso.
9.- Viki Ospina: Crónicas visuales de las transformación social en Colombia (1970-1990) (curaduría: Laura Zarta). Repite la Unidad de Artes y Otras Colecciones del Banco, en este caso con exposición itinerante de la poco visitada obra de la fotoreportera Viki Ospina, donde por tres vías —Movimientos sociales (1973-1987), Gamines de Bogotá (1976-1977) y Palacio de Justicia (1985)—, se reanima el vínculo arte/memoria/política, fatigado por la lamentable-pero-rentable galerización del activismo o la apropiación académica de las luchas de base. Anuncio de un año —y una década— que vendrá pleno de conmemoraciones (por ahora: 2025 = 40 años de las masacres estatales de la leche, Palacio de Justicia y Armero). De no perderse «Una mirada con gran angular: el trabajo de Viki Ospina en el contexto de la fotografía documental en América Latina», artículo firmado por Juanita Solano con el que confirma el relevo generacional en la redacción de la historia de la fotografía en Colombia.
8.- Lo creo y no lo veo, Gabriel Garzón en Otro. Conjugación del famoso por-algo-estamos-como-estamos, en modo ajuste de cuentas con la literatura que más se consume en Colombia. Proceso de antropología comparativa entre productos editoriales con el que Garzón recuerda que el opúsculo antihumanidad no aria del líder de mierda de los nazis de mierda está al mismo nivel de aquellos libros que quieren que la gente aprenda yoga para hacer negocios o le haga al mindfulness antes de ir a matar a alguien. Socarrón y escalofriante, lúcido y previsivo, este horizonte nos ayuda a entender que la autoayuda es esa religión neoliberal que nos enseña a identificar nuestras fallas para resolverlas y competir más salvajemente contra los demás. Hitler, Jota Mario e Ingrid Betancourt en el mismo partido (nacional socialista).
7.- Tecnoprácticas: universo material de Juan Pablo Echeverri (curaduría: Lore Espeleta y Andrés Foglia), en Material. Gracias a la ayuda de la familia del artista y la atenta presencia de Santiago Monge y Maite Espeleta, pudimos adentrarnos en la obra de este Alfonso Aguas Negras GenX, que enriqueció nuestra vivencia de la cultura contemporánea enseñándonos a evaluar cualitativa, política y mariconamente nuestras decisiones estéticas. Diarios inéditos, fotos de su vida cotidiana, la reconstrucción warburgiana de un mural que trataba de explicarnos el universo de símbolos que daba sentido a su obra, su apariencia y su(s) postura(s). Primer llamado de atención sobre la apremiante necesidad de quitarle becas a las galerías comerciales que se disfrazan de independientes, para retornársela a iniciativas sin verdadero ánimo de lucro que producen riqueza real y no se tiran la plata en paseos donde nunca se vende un carajo. O, directamente, se lava.
6.- Escritoras ocultas, de Paula Matiz e Isabel Díaz. Temporada menos acelerada que la anterior, estudio cuidadoso de las expansiones antidisciplinarias de la historia del arte colombiano, recordatorio sobre la obligación de reescribir la tradición de un sector dominado por la retórica del siglo XX (demasiado CIA-trabista, macho-privada, gomelo-clasista, formalista-(pseudo)aristrocrática, blanco-mestiza, antisociológica —por demasiado CIA-trabista— etc.) Catorce capítulos que exigen la escucha activa para la toma de notas. Un generoso proceso de trabajo que incluye motivos de alegría como, por ejemplo, críticas en caliente de exposiciones exotizadoras en el presente, el tratamiento de la (falta) de gobernabilidad en oficinas similares a la desCoordinación del Área de Artes Plásticas y Visuales o la desfinanciación como ruta exclusiva de las iniciativas artísticas de base.
5.- La reactivación de la crítica de arte en el país. Para comenzar, un listado:
–Jenny Díaz, «Sospechas que siembran dudas», 070 (julio 18, 2024).
–Giussepe Ramírez, «La dilatada entrega de estímulos del Ministerio de Cultura: un relato kafkiano del Programa Nacional de Estímulos 2024 y una utopía posible», 070 (agosto 31, 2024).
–Lucas Ospina, «El presidente Petro no va ArtBo: arte en la feria del poder», La Silla Vacía (octubre 12, 2024)
–Juanita Solano, Blanca Serrano, «El Art-Washing de Chiquita: la bananera se asocia con Art Basel», La Silla Vacía (noviembre 30, 2024)
Interesante fenómeno de columnas que: aparecen mensualmente, sólo se da en medios relacionados con la universidad de los Andes, es predominantemente de plumas millennial. Balances cuyos autores siguen los principios de la crítica cultural apelando a la consideración, contrastando entre opiniones propias y ajenas, evaluando hechos objetivos, lanzando hipótesis, refiriéndose a los protagonistas con nombre propio, antagonizando y polemizando. Todo lo contrario a reemplaz0. ¡Genial!
4.- El tarifario de mediación del sindicato MUTAR. La cosa es más o menos así: miembro de esta asociación acepta trabajar en la ArtBo del año pasado. Como se trataba de ArtBo, seguro todo iba a salir peor. Efectivamente: las condiciones en cuanto a pagos y condiciones laborales fueron precarias. En vez de mejorar, las tarifas empeoraron. No obstante y al contrario de la costumbre rola (agachar cabeza para-que-me-vuelvan-a-contratar), el afectado denunció —sin importarle que subcontratantes y feria lo cancelaran de por vida. Desde MUTAR se activó un protocolo contra violencias basadas en odio laboral y se confeccionó rápidamente una herramienta para saber cuánto y por qué pagan tan mal las instituciones culturales. El ensayo dio de qué hablar —sobre todo entre mandos medios que se vieron amenazados por la aparición de reclamos justificados—, se lanzó en el Museo Nacional y todos fuimos muy felices.
3.- El tarifario nacional de artes plásticas y visuales del sindicato MUTAR. Continuación de la historia anterior: desde el Grupo de Artes Plásticas y Visuales del MinCulturas decidieron que podían apoyar procesos como el del tarifario pasado. Por lo cual se estableció una alianza para acelerar la elaboración de un piloto con el cual suplir faltantes crónicos en nuestro campo: una caracterización realista del sector, una lectura de derecho comparado para un marco jurídico que respalde este proceso y un prototipo (encuesta) para obtener información sobre los ingresos de quienes ejercemos en esta área. El objetivo fue consolidar un dispositivo capaz de cruzar información respecto a localización regional, procedencia de clase, pertenencia de género, universidad donde se estudió, etnia de la que se proviene y área de desempeño, para empezar a medir las expectativas salariales que tenemos y la crudeza de las condiciones que nos ofrecen. Continuando con la alegría sindical, este 14 de diciembre en el Teatro Colón se socializó el documento preliminar para llegar a este Tarifario. El beneplácito fue masivo. Las promesas de apoyo se multiplicaron. ¡Qué delicia si se llegan a cumplir!
2.- La intervención en el balcón del Museo del Florero. A comienzos de noviembre, nos sorprendimos por una pancarta instalada en el balcón principal de la sede de esta institución, porque subrayaba tres eventos: la masacre que armó Inteligencia Militar en el Palacio de Justicia, la decisión de esa organización armada para convertir ese Museo en casa de tortura y el video Casa del Florero de la serie «Las cajas negras de la desaparición forzada», que estuvo en la exposición Huellas de desaparición cuya reseña se dio aquí hace dos años. Casa del Florero de la serie «Las cajas negras de la desaparición forzada», que estuvo en Huellas de desaparición, exposición que ya se reseñó aquí. Demasiadas cosas por reelaborar y procesos de duelo por reescribir. Sobre todo al conocer la confesión donde el agente José Dorado Gaviria decía «la retoma del Palacio de Justicia no fue contra el M-19. Lo que queríamos era acabar con la rama judicial». Bastante por hacer para nuestras instituciones culturales, sobre todo si el gobierno de Francia y Gustavo logra la desclasificación de los documentos del Departamento de Estado sobre el par de días de asesinatos selectivos.
1.- Este listado abrió con una prueba de abyección y cierra con dos de dignidad: la exposición Mujeres con las botas bien puestas y la lectura de nombres de 1.934 personas asesinadas porque sí de parte del Ejército colombiano en los departamentos de Huila, Antioquia, Norte de Santander, Casanare y el Caribe. Tras la firma del tratado de paz con las F.A.R.C., quienes trabajan en las artes visuales, así como las instituciones que se acercan a estas prácticas para representar la guerra, han aprendido —despacio y a los trancazos— a respetar. Básicamente han entendido que no se trata de instrumentalizar todo dolor ni de jugar a dar la voz para terminar empujando a los deudos de las víctimas y meterse en la foto. Aquí por ejemplo, fue posible apreciar muestra y evento que no quisieron ser stands ni escenarios para antojar coleccionistas asociados con el paramilitarismo. Así, fue posible apreciar cuidadosamente las estrategias visuales y los programas iconográficos producidos por esta comunidad memoriosa que hace rato pide justicia. ¿Llegará? No en un gobierno de derechas.
—Guillermo Vanegas
«>