El coleccionista

Es sábado en la mañana y unas nubes rosadas manchan el cielo sabanero. Desde el jardín, se ve una casa de ladrillo-a-lavista, construida en los 80 por Rogelio Salmona, Unos Siete Cueros muy viejos, florecidos junto a un gran ventanal de vidrio. Se escuchan unos colibrí zumbar.

Arriba frente a la cama del coleccionista hay una obra de Miguel Angel Rojas. El coleccionista Lo había comprado en Casas Reigner, una galería del norte de Bogotá, en una vieja casona cuyos dueños habían sido de la elite política en los años 90 de Colombia. Esta hecho en papel, de fibra de algodón, y es de un color apastelado, amarillo, con fibras de la pulpa de la planta de coca. Tiene pequeños circulitos de hoja de coca, y hojas de coca.

El coleccionista se ha despertado, mira la lámpara Nogushi del techo, le parece que ha soñado con alguien conocido. “Creo que era mi padre”, dice. Se pone su reloj y unas pantuflas de cuero. Camina hacia el baño, se gira hacia la pared y mira el dibujo de Miguel Angel Rojas: Algo le llama la atención: en la base del marco hay unas hojas de coca caídas.

Esto es extraño”, piensa.

Se lava la cara y Baja las escaleras. El desayuno está servido. Granadilla, arepa de choclo, mantequilla y café sin azúcar. Desayuna despacio. Se va hasta el estudio, una habitación amplia con un sillón antiguo, un sofá de terapeuta, en frente una biblioteca con la enciclopedia británica incompleta. Se sienta en el escritorio, una enorme pieza de Cerezo tallado, herencia de su abuelo. Encima del escritorio interminables esculturas pequeñas: Villamizar, Negret, Tamayo, Cruz, Quintero, etc…

Abre un cajón y saca un celular. En la pantalla se lee: M: A: Rojas (Dibujo COCA)

Marca el número. Dos, tres, cuatro timbres…

-Aquí Miguel Ángel…, responde una voz al otro lado.

-Buen día, habla con Rodrigo Meneses. La cosa, Sr Rojas, es que tengo una obra suya que compré hace un tiempo,…tengo una pregunta sobre esa obra…, mejor dicho, un problema.

-Sí, claro, dígame, como lo puedo ayudar.

-El cuadro tiene unas hojas caídas dentro del marco, en la caja, esto es parte de la obra, o debe reparase?. Yo creo que debe repararse.

 

-Todo tiene reparación… Permítame –lo tengo aquí a la mano- le leo un texto de Hellen Schucman.

  • La creencia de que existen grados de dificultad es la base de la percepción del mundo. Dicha creencia se basa en diferencias: en un trasfondo desigual y en un primer plano cambiadizo; en alturas desparejas y en tamaños variados; en grados variables de oscuridad y luz, y en miles de contrastes, en los que cada cosa vista compite con las demás para sobresalir. Un objeto más grande eclipsa a otro más pequeño. Una cosa más brillante llama más la atención que otra con menos poder de atracción. Y una idea más amenazante, o una que se considera más deseable de acuerdo con las normas del mundo, trastorna completamente el equilibrio mental. Lo único que los ojos del cuerpo pueden contemplar son conflictos. No recurras a ellos en busca de paz y entendimiento. Las ilusiones son siempre ilusiones de diferencias. ¿Cómo podría ser de otra manera? Una ilusión es por definición un intento de que algo que se considera de suma importancia sea real, si bien se reconoce que es falso. La mente, por consiguiente, trata de hacerlo real movida por su intenso deseo de conseguirlo. Las ilusiones son parodias de la creación: intentos de hacer que las mentiras sean verdad. La mente, al considerar a la verdad como algo inaceptable, se subleva contra ella y se otorga a sí misma una ilusión de victoria. Y al considerar a la salud como un agobio, se refugia en sueños febriles. Y en esos sueños, la mente se encuentra separada, es diferente de otras mentes, tiene intereses que sólo a ella atañen y es capaz de satisfacer sus necesidades a expensas de los demás. ¿De dónde surgen todas estas diferencias? Ciertamente parecen encontrarse en el mundo exterior. Sin embargo, no hay duda de que es la mente la que juzga lo que los ojos contemplan: la que interpreta los mensajes que le transmiten los ojos y la que les adjudica «significado». Este significado, no obstante, no existe en el mundo exterior. Lo que se considera la «realidad» es simplemente lo que la mente prefiere. La mente proyecta su propia jerarquía de valores al exterior, y luego envía a los ojos del cuerpo a que la encuentren. Éstos jamás podrían ver excepto a base de contrastes. Mas la percepción no se basa en los mensajes que los ojos traen. La mente es la única que evalúa sus mensajes, y, por lo tanto, sólo ella es responsable de lo que vemos. Sólo la mente decide si lo que vemos es real o ilusorio, deseable o indeseable, placentero o doloroso. En las actividades de selección y categorización que la mente lleva a cabo es donde se producen los errores de percepción. Y ahí es donde debe efectuarse la corrección. La mente clasifica aquello de lo que los ojos del cuerpo le informan, de acuerdo con sus valores preconcebidos; y determina cuál es el lugar más apropiado para cada dato sensorial. ¿Qué base podría ser más defectuosa que ésta? Sin darse cuenta de ello, ha pedido que se le proporcione lo que se ajusta a esas categorías. 66 Y una vez que ha hecho esto, concluye que las categorías no pueden sino ser ciertas. Ésta es la base de todos los juicios que establecen diferencias porque los juicios que el mundo…

– Ah, okey… muy interesante. De todos modos quisiera enviarle el cuadro para que lo reparen. Esas hojas ahí caídas, no se ven bien…

– Lo recogeremos hoy mismo. Gracias. Le envío el link del texto.

– Sr. Meneses, en todo caso el arte puede absorber cualquier contingencia o calamidad. En arte no existe el azar, o Dónde empieza el caos o el orden? Como interpretamos sus diferentes colores y tonos?.

-…si, si, entiendo, tenga Ud. un muy buen día.

Afuera de la casa del COLECCIONISTA se escuchó una sirena de policía pasar, y una música de campanillas muy sutiles, como ring tones de celulares. Algunas hojas del siete cueros colleron a tierra.

 

Jorge Acero Liaschevski
Jorge Acero Liaschevski on FacebookJorge Acero Liaschevski on InstagramJorge Acero Liaschevski on Vimeo