Editorial

18 razones por las que en Falto de palabra, Luis Camnitzer & Colectivo MASKI, con curaduría de Claudia Segura, en NC-Arte, entre febrero 17 y abril 14 de 2018 (Bogotá), sobra alguien (adivina quién)

1.- Porque, en serio, ¿Colectivo MASKI necesitaba telonero?

2.- Porque, en serio, ¿Colectivo MASKI no ha demostrado con creces que sabe leer, entender y ocupar un espacio con las características del lugar anfitrión? (Haciéndolo bastante bien en lugares incluso más complejos.)

3.- Porque, en serio, ¿era necesario perder el espacio de la sala del segundo piso del lugar con un proyecto artístico dedicado al peor conductismo conceptualista setentero?

4.- Porque, en serio, ¿era necesario perder el espacio de la sala del segundo piso del lugar con un proyecto artístico tan pero tan reminiscente de La enseñanza del arte como fraude?

5.- Porque, en serio, ¿era necesario montar los excelentes cianotipos de MASKI detrás de la maraña de varillas de Transmilenio para reducir su posibilidad de observación?

6.- Aunque, no todo es malo. Esa misma decisión también sirvió para reiterar la desgracia de usar ese sistema de transporte inviable: la metáfora de una maraña infranqueable.

7.- Por demostrar que aún quedan artistas interesados en leer el contexto donde hacen sus exposiciones (incluso a pesar de Maestros que hicieron carrera vendiendo la misma idea, pero la olvidaron).

8.- Por llevar al absurdo la existencia de un sistema de transporte absurdo: ¿qué mejor que llenar con varillas genéricas de sistema de transporte antihumano un espacio expositivo vinculado con una fortuna que recibe parte del dinero destinado por la ciudad a esa desgracia de buses?

9.- Por el efecto pedagógico de esa decisión: hasta esta muestra, los dueños de la Fundación Neme conocieron las varillas de Transmilenio, falta ahora que usen un bus de esos. ¡JA!

10.- Porque Colectivo MASKI decidió darle continuidad a su lectura sobre los modos en que ha sido construida la ciudad colombiana, utilizando su modelo de transporte público lesivo o la formación orgánica de sus complejos urbanísticos.

11.- Por intentar con esa segunda lectura la fábula del ciudadano perezoso: había una vez una gran cantidad de habitantes de edificios torcidos que simplemente no cambiaron lo que les tocó en suerte.

12.- Por intentar con esa segunda lectura la fábula del ciudadano pragmático: había una vez una gran cantidad de habitantes de edificios torcidos que utilizaron el terreno disponible sin mayores problemas. Por ejemplo, sin importarles si se trataba de viviendas construidas en altura sobre lechos mal desecados.

13.- Por revelar en esta indagación sobre las estrategias constructivas autóctonas, cierto espíritu estoico en la asunción de la desgracia habitacional moderna bogotana: “si de algo nos vamos a morir (por ejemplo, de usar Transmilenio), ¿qué importa vivir en un edificio que se inclina?”

14.- Por resaltar la larga duración de su investigación: de seguir por esta vía, al dedicarse a revisar la Bogotá construida más allá de la Avenida Ciudad de Quito hacia el occidente, los estudios de caso de Colectivo MASKI se multiplicarían en demasía.

15.- Por resaltar que no hace falta un relato hipercontrolado para revelar las particulares y, en muchos casos, dolosas modalidades de crecimiento de las ciudades colombianas.

16.- Por afirmar que aún es posible seguir cuestionando a las alcaldías actuales con arte. De ir, si va y si entiende, el burgomaestre actual, de pronto entienda que de lo que más carece es de “palabra”: el sí es un sujeto “falto de palabra”.

17.- Porque Colectivo MASKI no deja de mirar con humor toda esta situación: ¿cómo más será posible seguir viviendo en una ciudad gobernada con desprecio desde su alcaldía mayor durante décadas?

18.- Por que, en serio ¿“El museo son ustedes. Nosotros somos la oficina”?

Guillermo Vanegas
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