Editorial

Editorial: 18 razones por las que La nariz del diablo, del Equipo Transhistoria (María Sol Barón, Camilo Ordóñez) en Espacio Odeón, amplía la comprensión del país posterior a la guerra civil con las FARC

Jeisson Castillo, Santurbán (de la serie Páramo) (2015-2017). Monedas de 100 COP sobre pared

1.- Por usar un lugar geográfico como significante del país de ahora: sin la guerrilla más vieja del mundo, la Nariz del diablo nos recuerda que esta tierra no es de industria o innovación, sino de sobreexplotación simbólica, de recursos y de costos en obras públicas.

2.- Por subrayar que, gracias a la reunión de imágenes procedentes de diversos períodos, la noción de “tiempo histórico” revela su arbitrariedad: lanza la pregunta sobre las consecuencias del postacuerdo actual uniendo producciones visuales no contemporáneas.

3.- Por marcar con ese esguince la complejidad de las relaciones productor visual-contexto político.

4.- Por ser curaduría que quiere transformarse en historia del arte proponiendo genealogías visuales.

5.- Por preguntarse sobre el modo en que se alinderan hoy algunas retóricas visuales de reivindicación.

6.- Por establecer afinidades sin repetir una de las taras de la curaduría nativa reciente: como no hay escuelas o movimientos, las generaciones artísticas sólo existen si monopolizan temas.

7.- Por plantear la superación del arte “Guerra-y-pá” que medró en la –extinta en silencio– iniciativa Daros (incluyendo artistas que hicieron parte de la –extinta en silencio– iniciativa Daros).

8.- Por mostrar que, lejos de subsanarse con tratados, la pelea por el territorio es aquí un asunto que excede con mucho al conflicto armado: especulación inmobiliaria, acoso turístico, trazados infraestructurales asesinos.

9.- Por recordarnos que el paisaje no es un obsequio de la naturaleza sino un hecho antropológico: todos los países son los más lindos del mundo.

10.- Por intercalar obras y piezas de propaganda turística gubernamental, privada y mixta.

11.- Por enseñar memoria mediante el uso de ese contrapunto: además de ampliar la cronología de la exposición, cada uno de esos videos revela la mirada de su(s) realizador(es) en la época que lo(s) produjeron (¿qué diría el Francisco Norden de ahora del que hizo Se llamaría Colombia, en 1970?)

12.- Por mostrar lo mal que envejecen los relatos de promoción turística.

13.- Por entender que los proyectos nacionales abarcan procesos mucho más grandes que los de los campos artísticos o la vigencia de sus diversos integrantes.

14.- Por mostrar que el artista no está amarrado a los intereses de su gobierno, sino que va y viene: a veces recibe su dinero, a veces lo repudia o a veces hace ambas cosas al tiempo.

15.- Por integrar revisiones de archivo dedicadas al análisis de procesos de modernización sin mostrar todo el archivo en la sala para que nadie lo mire con cuidado –gracias.

16.- Por reconocer metodologías de investigación distintas al paternalismo abusivo de los artistas que se acercaron a problemáticas similares en el pasado inmediato.

17.- Por proponer una museografía que interviene algunas obras (separando sus componentes, por ejemplo) y así incrementar el número de asociaciones a establecer de parte de quien mira.

18.- Por comprender que la galería anfitriona es mucho más que unos pocos lugares comunes para ubicar grupos de obras.

Antonio Caro, versión del tríptico Colombia Minería (2017)

Guillermo Vanegas
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