Editorial

18 razones para leer (en fotocopia) Los cuatro evangelistas. Cuatro hombres que cambiaron el arte en Colombia (María Wills, Planeta, 2018)

1.- Por muy caro: ¿$40.000 por 125 páginas mas una de agradecimientos? ¿Y ahora que el gobierno de Uribe le puso 18% de IVA a los libros? Ni por todos los infomerciales del mundo.

2.- Por la compilación de fotografías de Juan Camilo Uribe de donde, de hecho, sale el título del libro y los importantes apelativos: San Álvaro Barrios de Pobres, San Eduardo El Serrano, San Miguel de González (de Cali Él) y San Alberto de La Oficina.

3.- Por distinguir el perfil profesional de estos cuatro personajes según su vinculación con los museos de arte Moderno de sus respectivas ciudades: Fundadores (Barrios de Pobres, Alberto de La Oficina); continuadores (de González de Cali, El Serrano).

4.- Por lanzar el interesante, aunque abandonándolo demasiado rápido, axioma de que este cuarteto permitió la llegada de la postmodernidad al arte colombiano.

5.- Por enseñar a construir argumentos para suavizar los efectos perniciosos de la prolongada hegemonía institucional del cuarteto: Wills = “entre los cuatro forjaron un monopolio en las artes que, por más despótico que pudiera parecer, logró por la constante colaboración entre los cuatro, crear un campo de acción nuevo.”

6.- Por citar voces con mayor autoridad crítica para afianzar la idea de la supuesta inevitabilidad de ese dispositivo de mando despótico: Marta Traba = “no es ajeno el tono dominante que ha ido tomando el arte colombiano en manos de Eduardo Serrano en el Museo de Arte Moderno de Bogotá, de Miguel González en Cali, de Álvaro Barrios en Barranquilla y de Alberto Sierra en Medellín, quienes han apoyado lo que consideran vanguardia –es decir, el empleo de sistemas diferentes a los soportes tradicionales de pintura, escultura y gráfica– de un modo tan entusiasta y excluyente como para descorazonar a todo aquel que se atreva a disentir.»

7.- Por darle forma de lapsus-chiste con un año de duración a la ósmosis conceptual que unía, por lo menos, a Serrano con Sierra: mientras Wills cita a éste último en la página 14 de su libro: “en ese entonces, en Colombia (1972), ni siquiera se sabía qué significaba la palabra curador y ni a mí se me había ocurrido que yo pudiera ser tal cosa”; inmediatamente se recuerda la entrevista que le hiciera Barrios a Serrano en su gesta autobiográfica Orígenes del arte conceptual en Colombia, donde el curador-dealer repite, palabra por palabra, su respuesta al cronista: “en ese entonces, en Colombia, ni siquiera se sabía qué significaba la palabra curador y ni a mí se me había ocurrido que yo pudiera ser tal cosa.” Risas.

8.- Por mostrar cómo estos cuatro gestores-curadores fueron postmodernos à la Jameson: jugándole el juego a la tradición mientras ésta les sirviera de justificación/repositorio temático/garantía de éxito en otras áreas del campo artístico: Sierra inauguró la primera sede del Museo de Arte Moderno de Medellín con “un primer intento de ubicar históricamente las propuestas de los artistas antioqueños y de hacer una muestra sobre los aciertos y desaciertos de sus valores locales”; Barrios, “como profesor de la Escuela de Bellas Artes (institución que llegó a dirigir), tuvo que enseñar las técnicas tradicionales, sin embargo, siempre enfatizó en [sic] que estas debían ser simplemente un vehículo para una idea, no un fin en sí mismo”; González, “por un lado […] hizo exposiciones clave, en las que el dibujo y la fotografía se consolidaron con más fuerza que nunca en el país […] y por el otro, fue el promotor de prácticas mucho más radicales que desmaterializaron estos medios más conservadores desde el performance, el arte del paisaje o el arte con residuos corporales”; Serrano incluyó en sus curadurías a artistas que Marta Traba “había desechado.”

9.- Por reiterar la imagen de gestor-todero que caracteriza incluso ahora, incluso en perfiles como el de quien esto escribe, la carrera de curador en este país.

10.- Por recordar que Serrano y González empezaron en sus respectivos museos como asistentes de comunicaciones mas no como investigadores.

11.- Por recordar que, mientras estuvo al frente de la curaduría del Museo de Arte Moderno de Bogotá, Serrano a veces defendió con ahínco la separación de roles administrativos. A veces.

12.- Por no ahorrarle a ninguno de estos gestores postmodernos su cuota de originalidad modernista vía retórica grandilocuente: Serrano, con el Salón Atenas implementó “el primer proyecto que, de manera consistente, afianzó la entrada a Colombia de un arte que podía llamarse de ideas, conceptos y actitudes alternativas.”

13.- Por no ahorrarle a ninguno de estos gestores postmodernos su cuota de originalidad modernista vía retórica grandilocuente: Sierra, “un visionario, que gestó un escandaloso cambio de enfoque en Medellín, que empapó todos los estratos sociales.”

14.- Por no ahorrarle a ninguno de estos gestores postmodernos su cuota de originalidad modernista vía retórica grandilocuente: González, aunque su actividad en Ciudad Solar “fue solo de un año (1971-1972), se considera un hecho absolutamente visionario haber sido parte del grupo fundador de un lugar que hoy es referente histórico y fuente de inspiración para la avalancha de espacios autogestionados por artistas surgidos globalmente desde inicios del siglo XXI.”

15.- Por no ahorrarle a Álvaro Barrios su infaltable cuota de vanagloria vía retórica grandilocuente: “[lo mío] no fue un doble rol, fue un rol múltiple. Porque también estaba mi interés por la teoría del arte, ser un teórico del arte, la curaduría de arte y la gestión artística, digamos. Tal vez mi época más activa al respecto fue cuando ya estaba afianzado como un artista prestigioso en Colombia…”

16.- Por apegarse demasiado al mandato de editorial Planeta para hacer otro más de “los pocos ensayos escritos sobre el arte contemporáneo en Colombia dirigidos a un público general y no especializado”, evitando “revisar las trayectorias profesionales de los llamados Cuatro Evangelistas para profundizar en un período singular de la historia del arte colombiano.

17.- Por defender demasiado folclóricamente que los museos donde trabajaron estos gestores fueran económicamente inviables y acudieran a prácticas financieras raritas, para sostenerse (en el cargo): “también, en los museos que trabajaron, por más escandalosos que pueda parecer, se vendieron obras exhibidas como medio de apoyo a los artistas o como forma de financiar los museos mismos, pues estos ¿con qué recursos contaban?, ¿de qué podía vivir un artista y con más veras si su obra era conceptual?” ¿Paqué arte conceptual si no hay casa?

18.- Por apegarse demasiado folclóricamente al apodo que tan bien les pusieron, sin contemplar sus implicaciones en una época que los representantes de la Iglesia católica enfrentan acusaciones por miles de abusos sostenidos en el tiempo: “la evangelización, con la cual se les parodió, es una muy acertada metáfora que describe un trabajo crítico y curatorial que fundó un credo para las prácticas que se alinean con perspectivas experimentales.”

Guillermo Vanegas
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