La obra de Julieth Morales se basa en el examen de dos tipos de marginación al que la artista se ha visto sometida desde siempre: como indígena que habita en uno de los departamentos más racistas de nuestro racista país y como mujer nacida dentro de una comunidad empeñada en cercenar su agenciamiento político (dentro y fuera de ella). A través de fotografía, video, (des)tejido y, sobre todo, performance, Morales busca tramitar y jamás intentar resolver (menos mal) esa tensión.

Destejido. Sobre algunos niveles de tensión en la obra de Julieth Morales.

Se llama así, en español. Vive en el Cauca, departamento hipersensible al racismo más sincero cuyos políticos promueven (desde siempre) la segregación étnica del territorio. Es mujer en un entorno quizá un centímetro más machista que el nuestro: sabe que su acceso a la representación política le costará más. Además, estudió artes visuales.

Estas distinciones conforman cuatro estratos a los que Julieth Morales se ha acercado con el interés de trazar, reconocer, borrar y exacerbar puntos de contacto o rechazo entre las cultura mestizo-arribista colombiana y Misak. A partir de ahí, se enfoca en comprender la configuración de su identidad desde una perspectiva más sofisticada que la formulación bobalicón-esencialista de su régimen ontológico (“¿quién soy?”). En otras palabras, más que la autocontemplación de su propia herida narcisista, promueve el reclamo (“¿por qué estoy aquí, por qué se me exige llegar hasta allá, por qué es tan difícil largarme de acá?”).

De ahí que se haya esforzado el doble por reconocer los estatutos de la cultura de origen de sus ascendentes, las maneras en que ellos negociaron (o no) con el orden político mestizo y el modo en que ella incorporó esos mandatos. De igual modo, no deja de subrayar el hecho de que nacer mujer y estudiar artes occidentales en ese entorno le impone una particular manera de construirse como autora: desde dos perspectivas aparentemente disímiles, sabe que ambos contextos buscan asegurar rígidamente el ejercicio de su vida pública. Mujer Misak o mujer artista, reglas por todas partes.

Por eso mismo, su obra es poco amigable con el espectador mestizo de mirada centroeuropeizada, acostumbrado a satisfacerse en la representación de personas ajenas a su cultura mediante expresiones de amistad hipócrita. Más que actuar para miradas genéricas el cliché del asesinato del padre vía performance documentado, cuestiona en retrospectiva la educación de que fue objeto, analizando y deconstruyendo los principios que ha reconocido en una doble vía de interpretación: comprende que gracias a ellos pudo conformar cierto tipo de crecimiento cultural, pero también sabe que fue objeto de la imposición de varios límites. También sabe que por esto puede ser objeto de rechazo en cada lugar y lo asume. No se hace la sorprendida-ilustrada. Por eso, desteje tan bien.

–Guillermo Vanegas

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