Cienfuegos

En mi visita a París exploro la Ciudad como el cuerpo de un amante. Veo las cosas que la hacen diferente a las demás Ciudades en las que he estado. Apunto en mi cabeza esas excepcionalidades que quedarán grabas en mi memoria y, eventualmente, en mi nostalgia. Mientras me muevo escupo con dificultad algunas frases en francés para comprar comida y brebajes. Como no hablo francés con fluidez mi personalidad en París es entonces escueta y bobalicona, por suerte se me da la soledad con naturalidad. Como conozco ese rasgo mío, traje algunos textos de ficción en español, que me he prometido terminar, pues mis estudios cargados de lecturas teóricas, han aplazado.

Mientras termino la Antología de poemas de Reinaldo Arenas pienso entonces en la manera extraordinaria que tiene la ficción de letra hispana de conmoverme hasta las lágrimas.
Mi vida académica en California ha hecho que mi biblioteca se llene de teoría en inglés y una modesta colección de ficción, también en inglés, de autores globales. Sin embargo, como un ritual sagrado, cada momento libre escapo en mis lecturas de ficción en español, con un sentimentalismo que puede llegar al penoso ridículo. En una semana en París logré devorar mi pequeña selección de literatura. Sin mas libros en español recuerdo a mi compadre que me recomendó en mi última visita a París una pequeña librería que “tengo” que visitar.

En la calle Forge Royal, me cuenta de un pequeño local que es como un oasis de las letras Latinoamericanas, la Librería Cienfuegos. “La última librería Latinoamericana en París”, su slogan me crea una inmediata urgencia por conocerla.


Camino desde el piso que estoy rentando en la calle Maire y llego caminando sin dificultad. La tarde es lluviosa y cálida. Unos ventanales componen la fachada del lugar, que deja ver desde afuera la colección. Una frase de Oliverio Girondo recibe: “no hay que confundir bohemia con camiseta sucia”. El desenfado y espontaneidad que causa la frase invita irremediablemente a la entrada. El hombre joven que atiende el local es también el propietario, se llama Miguel Angel Petrecca y es un poeta Argentino que cultiva, nutre y acrecienta la librería. Dentro me encuentro con una considerable colección de textos en español. La selección no es colosal, pero es generosa y se ve un trasmano curatorial, del que en ese momento me sentí agradecida. Me siento abrazada por el local que se abre ante mi, como un portal a mi hogar. Pienso entonces en Nietzsche cuándo plantea la posibilidad de que las realidades se construyen, también, ontológicamente alrededor de los lenguajes. Siento entonces, que entro a mi realidad más querida en donde ocasionalmente me pierdo en el lenguaje en el que aprendí a pensarme.

Edna Sandoval
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