AUTOPALMADITAS

A mí me encantan los directorios telefónicos desde pequeño pues al comienzo, en medio y al final de sus páginas, traían información de lo más variada y para todos los gustos, desde aquellos cuponcitos de descuento, hasta consejos claves para sobrevivir a un terremoto. Para las ciudades pequeñas como la nuestra, en las que escasean verdaderas guías turísticas o informativas, los directorios telefónicos fungen como tal, reseñando parques, teatros, iglesias y por supuesto museos o lugares dedicados a la cultura.”

Galería La Mutante, Bucaramanga institucional1

Más que una iniciativa impulsada por artistas contemporáneos que se caen bien (y por eso mismo sólo trabajan entre ellos, o para ellos, o en beneficio de ellos y los pocos amigos que vayan consiguiendo con esfuerzo), Galería LaMutante es un híbrido entre institución blanda, cenáculo relajado, desparche productivo y respiración pausada. Actualmente cuenta con una nómina diferente de aquella que hace diez años comenzara con más ímpetu que dinero. Ahora, por lo que se ve, sigue más o menos igual: con menos integrantes, pero dinámica y pobre.

La idea inicial era la de hacerlo todo de la mejor manera y no a toda velocidad. Las cosas terminaron saliendo más o menos como se fueron dando. No mediante la configuración de una programación mensual embalada, no convenciendo como fuera a mecenas “des”-interesados, no intentando reeducar a cualquier precio a las instituciones culturales del Área Metropolitana de Bucaramanga para que (por fin) aprendieran a adquirir arte (y a conservarlo en serio). Más bien adoptando una ética de planta tropical que crece en el terreno disponible, se expande con paciencia y cuando le sea posible muere. De hecho, por acumulación de labores más que por relacionismo público, terminaron por convertirse en referentes de la región donde aparecieron. Y no han muerto.

En retrospectiva, puede verse que sus integrantes lograron construir un modelo de actuación curatorial que puede separarse por años. Han intentado festivales de performance, exposiciones convencionales, publicaciones, conferencias, residencias artísticas y hasta subastas de arte. Es más, a diferencia de iniciativas artísticas parecidas, lograron incluso tramitar la posibilidad de recibir donaciones y generar certificaciones de exención de impuestos. Lavadores de dinero, abstenerse.

Su épica inicia en 2006 y madura en 2007 con una serie de ciclos a los que luego añadirían o restarían elementos. Empezaron con un Salón de rechazados/Festival de performance, que sin los problemas administrativos que implica el pagar por una sede física, se organizó a muy corto plazo y con una mínima duración. Luego, incluyeron eventos donde se ponían a prueba a sí mismos, tratando, por ejemplo, de develar los entresijos de la circulación y gestión del arte contemporáneo en Santander. De su archivo proviene el texto que sirve como epígrafe a este artículo. Después, perpetraron un Saldazo Mutante, remedo de subasta mediante el cual activaron el espíritu caritativo de su incuestionable club de fans. Más adelante ensayaron el modelo de residencias artísticas para aprender a lidiar con los artistas y la promoción del arte contemporáneo en tiempo real. Su cierre de año fue su participación en la Feria de Arte La Otra, organizada por la galería Valenzuela & Klenner en Bogotá. Como buenos cartesianos optaron por experimentar. En esa oportunidad, y como se trataba ante todo de una propuesta artística hecha por artistas, decidieron curar/intervenir los proyectos presentados. Según señalan en su página oficial:

Además de entablar un diálogo constante con el numeroso público asistente a La Otra sobre las actividades realizadas en Bucaramanga, LaMutante presentó una incluyente estrategia titulada ‘cho arte pa’ tan poco espacio. En un muro de 5.5 x 2.5 metros se instalaron, tras libre invitación, más de 40 trabajos bidimensionales de artistas y aficionados, con los cuales se cubrió, poco a poco, el nombre de la propuesta hecho en papel de regalo.”

A partir de ese momento comenzó a emerger en sus promotores y amigos la sonrisa satisfecha de saber que se había activado un modo de hacer a la mutante: ocupación consensuada de espacios, programación de eventos cortos, jornadas de estudio, invitación a intervenir en iniciativas parecidas que tenían lugar en otras ciudades. Armaron, a su pesar, un Instituto de Promoción Cultural Urbano. Valga decir, un proyecto concebido medio en broma que señaló las carencias de un campo artístico que, a pesar de haberse formado en una Facultad de Bellas Artes (con la carga ideológica que implica el trabajar desde las Bellas Artes), pensaba en lenguaje contemporáneo. Por ejemplo, asuntos que no solían hacer parte de su pensum, pero lo afectaban y/o condicionaban. Como la adicción al subsidio público (de todos nosotros).

En uno de los primeros proyectos editoriales de esta iniciativa, Nicolás Cadavid subrayaba la virtud de haber superado esa fijación por el dinero del Estado, sin recaer y sin presentar síndrome de abstinencia. Por el contrario, para este artista el haber comprendido que era posible hacer y no “depender bien sea de una institución cultural, o bien del permiso de una historia que nos ha conminado a mirar desde las gradas la emocionante corrida”2, les permitió enfrentar la posibilidad de la equivocación. Y esto no sólo suena a retórica vanguardista. Hoy en día, después de que se recibe una beca del Estado y se “yerre” en el cumplimiento de su objeto, su autor deberá buscar abogado. Las virtudes de las pólizas de cumplimiento.

Así entonces, Cadavid recordaba que cuando comenzaron “nadie nos dijo cómo hacerlo, […] aprendimos por cuenta propia y […] por tales razones merecemos nuestra suerte, sea buena o mala.” ¡Bendita la sinceridad!. Quizás por haber completado muy pronto los logros del Buen Gestor de Arte Contemporáneo en Santander, al artista lo invitaron al mítico y nunca igualado MDE07. Allá, comentaba, no solamente pudo conocer los beneficios que un programa de residencias artísticas tenía en la formación de los artistas, “sino también de conocer a un buen número de colectivos y jóvenes artistas colombianos que, como yo, sentían la necesidad de adelantar sus proyectos en lugares diferentes al propio, aun cuando estos fuesen ciudades intermedias como Bucaramanga.”

Eso es lo lindo de conocer gente, pero como se trata de personas que uno no conoció, el recuento se vuelve medio aburrido. Lo que importa, o mejor, lo que a mí me importa, es que si se sigue leyendo, poco después se encuentra una confesión saludable. Básicamente porque, cuando se trata de gestión, en el campo artístico colombiano Nadie Habla de Su Propia Pobreza, y menos de lo que hizo para superarla. Cadavid comenta que una vez el colectivo que para ese momento era LaMutante, tuvo que dar el paso no “del todo creativo y decoroso” de rifar un reproductor MP4 para conseguir los recursos que les hacían falta para la realización de una residencia artística en Bucaramanga. Recuerdo cuando en el barrio donde crecí los vecinos más de malas debían rifar cosas para pagar sus gastos diarios, o sus deudas, y cómo los más afortunados comentaban con abatimiento o burla esa situación. En realidad, esta afirmación, más que inoportuna revela el costo que acarrea el llevar a cabo un proceso de autogestión. Bien quisiera uno saber de qué modo la Junta de Adquisiciones del Banco de la República consigue los recursos que ejecuta, y bajo qué contraprestaciones. Nuevamente, ¡bendita la sinceridad!

Y esto, según se indica en el mismo texto, no era tanto una cuestión de que sus miembros se supieran emprendedores exitosos natos, sino más bien que se reconocieran como personas que desplazaban a cada momento la amenaza de ruina, de fracaso. Les fue bien en la rifa y en otro Saldazo Mutante, pero no tanto como para ponerse a descansar:

Seguramente esto no parece demasiado problema para siete personas, pero el desempleo y la juventud no son los mejores aliados para llevar a cabo proyectos que requieran una vaca de más de $20.000. El dinero restante, a pesar de las muchas cartas que entregamos a empresas privadas o entidades culturales en busca de patrocinio, fue conseguido mediante iniciativas [exclusivas3] de LaMutante (comercialización de obras de arte, venta de camisetas y postales), particularmente a través de la participación en La Otra, feria de arte contemporáneo organizada por la galería Valenzuela & Klenner en octubre de 2007, tan sólo diez días antes de recibir en nuestra ciudad al colectivo AA+ de Bogotá.4

Estos recuentos no sólo funcionan para darse la autopalmadita en el hombro y decirse “lo logré”. O sí. Pero también permiten ir más allá. En este caso, para examinar de qué modo un grupo de personas se reunió, confabuló, diseñó estrategias e hizo cosas. Obvio que durante un lapso de trabajo tan prolongado habrán de surgir múltiples tensiones emocionales, rupturas, reconciliaciones, más rupturas y más reconciliaciones. No obstante, aquí no se trata de contar el ingente número de amigos que se consiguieron. Mejor, se trata de saber en retrospectiva dónde se comenzó, hasta dónde se llegó y si ya es tiempo de ver cómo se cosechan los frutos en un campo que antes era infértil y ahora abunda en procesos que, mal que bien, con más o menos conciencia histórica, tuvieron el talante creativo de LaMutante como vara con la cual medirse. Bien por quienes la crearon, mejor por quienes la heredarán.

1 Galería LaMutante, Bucaramanga Institucional. (Consultado el 23 de Febrero de 2016). Disponible en http://www.galerialamutante.org/ciclonteorico1.html

2 CADAVID Nicolás, “Radiografía de una estrategia”, en La Caja No. 1, Estrategias de resistencia. (Consultado el 23 de Febrero de 2016). Disponible en http://issuu.com/marinozeta/docs/lacaja/21?e=0

3 Mi énfasis.

4 Mi énfasis.

Guillermo Vanegas
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